Por Qué Bailamos

[center][b]¿POR QUÉ BAILAMOS?[/b][/center]

	Desde que tenemos conciencia, recordamos todo tipo de acciones, gestos o tradiciones que asociamos con normalidad. Una de ellas podría ser saludarse, otra sonreír, pero de entre todas ellas, pocas son tan poco estudiadas por la curiosidad común como el hecho de bailar. Todos nosotros conocemos este acto tan cotidiano, tan asociado a la felicidad y todos sentimos ganas de hacerlo cuando suena una melodía que nos guste o simplemente estamos contentos. Pues bien, ¿de dónde viene? Hoy, en Curiosity resolveremos las dudas al respecto, desde por qué se baila, hasta qué efectos produce en nosotros. 

Para comenzar, lanzo una pregunta más, ¿llegó antes el baile o la música? Ambas son prehistóricas, sí, de hecho es creído que el humano hizo música y bailó antes de tener un lenguaje hablado bien definido, siendo por ello que sin lugar a dudas podemos decir que la música hace el papel de un medio de comunicación. 

Precisamente, partiendo de tal base es que es posible deducir por qué bailamos tan instintivamente: su aspecto social, en el que logramos tener interacción con otro ser humano, y nos vemos en la necesidad de no sólo comunicarnos verbalmente o de manera escrita, sino que a través del baile también, donde tenemos una expresión corporal añadida, además de representar un ritual de atracción para mantener relaciones sexuales, tanto heterosexuales como homosexuales. [b]La danza permitía a nuestros ancestros comunicarse, particularmente en tiempos de crisis, dando como resultado una ventaja evolutiva.[/b]

Por otro lado, los investigadores estudiaron el ADN de un grupo de bailarines, comparando sus resultados con un grupo de gente sin particular habilidad en ello. Y el resultado no hace más que reforzar la anterior descrita teoría; los primeros compartían dos genes asociados a la predisposición a la buena comunicación. Sumándole a ello, el que los bailarines tenían mayores niveles de serotonina, conocida por mejorar el humor en seres humanos. Impresionante.

No obstante, la cuestión no acaba ahí. [b]¿Y la parte biomecánica del asunto? Pues no todo es cultura. Y es que, nuestro oído transforma el choque de moléculas presente en el aire en señales bioeléctricas con las que el cerebro formula el universo sonoro, siendo todo ello posible gracias a la cóclea, una estructura en forma de tubo enrollado en espiral, situada en el oído interno; justamente donde se encuentra el líquido intersticial que crea olas dentro de la oreja.[/b] A raíz de esto mismo, el profesor Alain Lieury postula que, al ondularse, se produce una estimulación en la cóclea, a merced de las olas que han surgido. Esto creará los potenciales bioeléctricos, dando comienzo a la señal auditiva, para que después, dicha información sea llevada por los nervios a distintos centros del cerebro, los cuales, a su vez, y en función de su especialidad, interpretarán la señal como ruido, música o palabras.

Por último, cuán agradable resultará la música, o el sentido de nuestro propio baile, depende de la presión que soporte nuestro tímpano. Recordemos que, en el oído interno, el sonido se transforma en ondulaciones. [b]¿Conclusión? Danzamos por nuestra tendencia instintiva e irresistible de asociar las ondulaciones que después de perturbar el oído suceden, con los sonidos.[/b]  

Asimismo, se descubrió recientemente un hecho que cambiará, aunque sea un poco, tu visión acerca del gusto humano: Y es que, cuando las ondulaciones son regulares, osease predecibles por nosotros, nos gustan más. Siempre queremos tener el control de la situación, y partiendo de esta frase podemos encontrar varios estudios psicológicos que tratan de averiguar por qué. 

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Un abrazo.

[b]VÍDEO-FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=PzorrwYtKQc[/b]