Aparca tus figuritas y cuelga los pinceles que usabas para pintarlas. Desde hace dos años la mejor forma de acercarse al universo Warhammer 40.000 es Dawn of War. En 2004 un juego fantástico, en 2005 una primera y deslumbrante expansión, y ahora Dark Crusade, sin lugar a dudas uno de los mejores añadidos de la historia de los RTS.
Como ya se comentó en el avance, Warhammer 40.000 Dawn of War fue un título importante en muchos aspectos. El primordial es que ofrecía una propuesta estratégica centrada en la acción de contrastada calidad; pero por otro lado logró reflotar el mundo Warhammer 40.000 en los ordenadores, un universo que se había resentido sensiblemente debido a algunos títulos de escasa calidad.
También fue un lanzamiento ambicioso que sorprendió con algunos detalles tremendamente novedosos. El empleo de una cámara libre nos permitió disfrutar de la potencia de un motor gráfico que ofrecía gran número de unidades en pantalla y un óptimo rendimiento en casi cualquier PC. Por otro lado la aplicación de la física por primera vez en un juego de estas características proporcionó un entorno tecnológico nunca antes visto.
Así mismo la jugabilidad era muy directa y estaba enfocada claramente a la acción más devastadora y frenética. En Warhammer no se puede perder el tiempo, en esencia se trata de una carrera contra el reloj para producir más y mejor que nuestros rivales. Tampoco hay que olvidarse del componente táctico, si bien no es tan profundo como en otros juegos de estrategia, si que aportaba interesantes factores como la posibilidad de cubrirse con el terreno, el empleo de las mejoras en nuestras unidades y la realización de formaciones militares complejas.
Todo Warhammer y mucho más
Dark Crusade tiene lugar en el planeta Kronus, un lugar que será el escenario de las más cruentas batallas entre 7 razas por una misteriosa materia prima. En la preview que elaboramos hace unas semanas ya se detalló convenientemente las características de las dos nuevas facciones. En esencia se trata de los Tau, un ejército altamente avanzado en lo tecnológico, aunque con unas ideas morales y religiosas algo desfasadas; y los Necrons una poderosa armada de androides que durante milenios ha estado devastando la galaxia con sus unidades inmortales.
El funcionamiento del título es sencillo, elegiremos una de las siete razas y nos dispondremos a conquistar el planeta venciendo a las seis restantes. El desarrollo del juego se fundamenta en un tablero bidimensional estilo Risk, donde por un sistema de turnos iremos desplazando nuestro ejército de una región a otra. El sistema no tiene grandes posibilidades estratégicas, pues no disponemos de varios ejércitos, sino que sólo podremos mover el conglomerado entero. A decir verdad el modo de juego tiene serias reminiscencias con las de los primeros Command & Conquer. Una vez hayamos decidido a que región queremos trasladar nuestro grueso, accederemos al campo de batalla tridimensional clásico donde se llevarán a cabo las acciones bélicas a modo de escaramuzas.
Al conquistar las zonas obtendremos mejoras únicas, que premiarán nuestras conquistas, como nuevas unidades o edificios. Además lograremos puntos que podremos emplear para reforzar nuestros ejércitos en momentos concretos para cualquier facción, a excepción de los Necrons, que emplean un sistema independiente relacionado con el tiempo.
Los momentos más espectaculares vienen cuando nos enfrentamos a la fortaleza enemiga, donde el sistema constante de escaramuzas se rompe, para dar paso a espectaculares asedios sobre las posiciones enemigas.
Todo sigue igual
En lo gráfico ningún cambio, y eso no es necesariamente algo malo, sobre todo en el caso de un juego tan tecnológicamente avanzado como es Warhammer. Aún a pesar de que en estos años las expansiones no han mejorado en nada el aspecto visual del título, el juego sigue teniendo una presencia avasalladora.
La música sigue siendo espectacular y majestuosa, y el trabajo de doblaje en inglés es brillante; por otro lado los efectos sonoros siguen aportando un matiz francamente poderoso a las batallas.
Estamos sin duda alguna ante una expansión verdaderamente brillante, que no se conforma con repetir los mismos formulismos una y otra vez, sino que realiza jugosas modificaciones en el núcleo del título, para mejorar los puntos flacos o excesivamente lineales de la primera parte. Una nueva campaña dinámica con una duración muy razonable y enfocada de forma distinta para cada bando, dos nuevas facciones y la misma acción directa y frenética de siempre son sus principales bazas. Por si fuera poco el juego no necesita del original o de la primera expansión para jugar, basta con Dark Crusade para acceder a todas las facciones en el modo singleplayer, aunque si necesitaremos de las dos primeras entregas para activar el resto de razas en multijugador.
Sin embargo el juego tiene algunas partes que podrían haberse mejorado, por ejemplo en el modo campaña se echan de menos batallas masivas entre más de dos facciones por un mismo territorio, y el sistema por turnos es, quizá a estas alturas, demasiado básico. Por otro lado en lo referente a las razas nuevas ni un pero, aunque una de las facciones más celebres de Warhammer, los Tyranids, siguen sin aparecer. Quien sabe, quizá desde Relic los estén reservando para una nueva expansión.
Warhammer 40.000: Dark Crusade es un título espectacular en el más amplio sentido de la palabra. Nuevas facciones, un nuevo modo campaña bastante renovado y más mapas para escaramuzas multiplayer que nunca, conforman un conjunto difícilmente rechazable para cualquier aficionado a la estrategia en tiempo real.
