Battlefield se moderniza y toma nota de las nuevas tecnologías para destruir más y mejor con Bad Company, su nueva entrega. Gigantescos y divertidísimos mapas multijugador para hasta 24 usuarios, que en esta ocasión vienen acompañados de una campaña que por fin hace honor a su nombre.
La saga Battlefield se ha convertido por méritos propios en una de las series de referencia en el mundo de los multijugadores de acción, y ha encumbrado a DICE como uno de los mejores estudios del género. Sin embargo tras los discretos resultados económicos del por lo demás notable 2142, la franquicia necesitaba una remodelación completa, tanto en su apartado gráfico, como en su jugabilidad y en su tradicional ausencia de argumento.
Bad Company es la respuesta a estos requerimientos, y la única alternativa seria del género bélico si ya nos hemos cansado del apartado on-line de Call of Duty 4. Un campo de batalla destructible casi en su totalidad, un balance entre atacantes y defensores exquisito y un estilo de progresos y desbloqueables muy adictivo son sus mejores bazas.
Carne de Cañón
Es digno de remarcar el esfuerzo de DICE por incorporar una campaña individual al videojuego, pues tradicionalmente la única posibilidad de afrontar en solitario un Battlefield en el pasado era la de jugar sus mapas contra bots. Sin embargo ésta todavía es insuficiente como para recomendar la compra del juego a un usuario que no disponga de Internet, pues su mayor virtud sigue siendo, como es lógico, el modo on-line.
En el modo historia del juego de EA seremos un miembro del Batallón del Ejército 222, conocido popularmente como la Bad Company, por su condición de anárquico reducto de insubordinados e inadaptados, la carne de cañón que los superiores envían a las peores misiones.
Seremos concretamente Preston Marlowe, un soldado destinado a tan “prestigioso” destacamento, que se ve mezclado en una trama que incluye a un tiránico dictador soviético y el robo de un importante cargamento de oro. Sin embargo en esta peligrosa misión no estaremos solos, y es que para superar los 6 largos capítulos de los que consta la campaña contaremos con la ayuda del Sargento Samuel Redford, el técnico de comunicaciones Sweetwater y el experto en explosivos Haggard.
Las conversaciones serán constantes a lo largo del modo individual, y presenciaremos un buen puñado de cinemáticas en las que conoceremos los arquetípicos caracteres de nuestros compañeros, en un argumento marcado por la abundancia de un sentido del humor adecuado pero que no acaba de explotar.
Y es que esa es precisamente la nota dominante de la campaña off-line de Bad Company, todo es correcto y goza de una producción espectacular, pero lamentablemente no termina de despegar en ningún momento. Hay varias razones para esto, entre ellas la manifiesta falta de efectividad de la IA enemiga, la inoperancia de nuestros compañeros, la falta de ritmo de la que adolecen las misiones y, por último, el sistema de re-spawning que se emplea, que resulta muy similar al del modo on-line y que de forma incomprensible se utiliza también en la campaña, reduciendo drásticamente la dificultad incluso en el nivel más alto, pues guarda nuestros progresos aunque muramos una vez detrás de otra. Por lo tanto pese al más que interesante esfuerzo argumental y humorístico, cuesta ver el modo individual más allá de un entrenamiento para el multijugador, el auténtico rey del título.
Malas Compañías
Bad Company cuenta, de momento, con un único modo de juego a través de Internet, Fiebre del Oro. Y decimos “de momento” porque Electronic Arts y DICE ya han anunciado que en unos días se incorporará mediante descarga directa gratuita el modo clásico de la saga, Conquista.
Sin embargo lo que tenemos de momento es el mencionado Fiebre del Oro, un estilo clásico de ataque y defensa de objetivos –en este caso lingotes de oro-, en el que los jugadores se dividen en dos equipos. Ganan los defensores si consiguen acabar con los limitados refuerzos de los atacantes, y ganan los contrarios si consiguen destruir todo el oro.
El funcionamiento en general del modo observa el progresivo desbloqueo de complementos, accesorios y armas según vamos obteniendo ascensos en las diferentes partidas; lo cual es un incentivo extraordinario para seguir avanzando.
El número de mapas alcanza un total de 8, siendo de tamaños razonablemente variables, pero todos ellos con una extensión muy respetable y con soporte para 24 jugadores. Hay bosques, zonas industriales, desérticas, pueblos de montaña, laderas y valles fluviales, en un conjunto no demasiado diferente estéticamente pero muy efectivo en términos de equilibrio de fuerzas entre los dos bandos.
El que es sin duda el principal atractivo de los mapas –tanto en su vertiente individual como en la multijugador-, es el descomunal tamaño del que hacen gala. De este modo es tremendamente sencillo abordar un mismo objetivo desde diferentes prismas y caminos, lo que hace que cada mapa tenga una vida útil muy larga.
Además hay multitud de vehículos para que los paseos a pie no se prolonguen más de lo necesario. Enmarcados en cuatro clases según su blindaje, encontramos jeeps, vehículos de infantería, tanques, lanchas e incluso helicópteros.
No hemos experimentado problemas de lag ni de conexión en ninguna de las dos versiones, aunque recientemente han salido a la luz algunos errores en la de Xbox 360 por parte de algunos usuarios. Electronic Arts ha tranquilizado a los aficionados anunciando que ya trabaja en un parche que solucione estos incidentes aislados.
Expertos en Destrucción
En los aspectos tecnológicos Battefield Bad Company es un videojuego que se beneficia notablemente de los excelentes recursos de producción que le facilita el ser un lanzamiento de Electronic Arts.
El juego tiene algunos aspectos buenos como el modelado de personajes y vehículos, la iluminación y el tamaño de los escenarios; pero también está marcado por otros no tan buenos, como la pobreza de las texturas, algunas explosiones que parecen surgir de la nada, y un filtro de grano en la imagen que parece un tanto exagerado y excesivamente áspero.
Sin embargo el principal elemento diferenciador de Bad Company en lo visual es la decisión de DICE de convertir todo el campo de batalla en un gigantesco tablero de pruebas donde podremos destruir la práctica totalidad del escenario. No sólo es que, por ejemplo, resulte impagable “desnudar” la cobertura de un francotirador escondido en un edificio echando una pared abajo, sino que todo esto aporta innumerables soluciones jugables. Se puede reducir a cenizas un puente para cortar una retirada, arrasar un bosque donde se ocultan enemigos, destruir una barrera de sacos terreros, etc.
Se trata de una formidable innovación que, lo que es más importante, no queda sólo en lo tecnológico sino que profundiza también en lo verdaderamente importante, el juego, sin embargo también presenta algunos peros. En primer lugar la estructura de las casas no se puede derribar por mucho que las castiguemos, tan sólo podemos echar abajo las paredes. Además hay muchos elementos que no parecen responder a la interactividad de la que si hace gala el resto del entorno. Así algunos objetos como cajas de madera permanecerán intactos tras un bombardeo masivo, lo cual crea una sensación algo desagradable, y que sin duda se nos antojaba solucionable.
Por lo demás el rendimiento del videojuego es brillante, y no hemos observado caída alguna en una rocosa tasa de imágenes por segundo.
Lo sonoro es ciertamente un apartado de sobresaliente. El doblaje es francamente bueno, con algunas voces fácilmente reconocibles del cine; pero donde realmente brilla el apartado de audio es en los efectos de sonido, todos de una veracidad pasmosa. Especialmente cuidado el sonido de las armas con el eco clásico de dispararlas dentro de un edificio vacío, o con el resonar de emplearlas para hacer fuego entre montañas. Resulta muy recomendable disfrutar de Bad Company con un sistema de sonido Home Cinema, donde éste brilla con asombroso realismo.
Bad Company es un formidable ejercicio de acción on-line, con uno de los multijugadores más divertidos y adictivos en lo que llevamos de año. Gráficamente es un videojuego muy competente, su apartado sonoro es espectacular, y una de sus más cacareadas adiciones –la de la destrucción de los escenarios- rinde a un gran nivel. La campaña, por su parte, no es tan profunda como cabía esperar, pero aún así supone un acompañamiento más que correcto para una de las citas on-line más imprescindibles de los amantes del género.
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