Los autores de Slender: The Arrival cambian el terror por una aventura de suspense con grandes ideas de fondo, pero no todas ellas ejecutadas con el acierto esperado. Valley es un videojuego interesante, con momentos fantásticos, pero algo pobre en lo jugable y no especialmente brillante en lo narrativo. El viaje que propone entretiene, pero en este análisis también reflejamos por qué dejar un sabor de boca amargo.
Nos han hecho correr incansablemente sin echar la vista atrás para evitar ser devorados por una criatura infernal, y ahora, los autores del popular Slender: The Arrival nos proponen hacer lo mismo, no con la intención de escapar de las fauces de la muerte, sino más bien, desentrañar el gran misterio que oculta una hermosa tierra escondida en las Montañas Rocosas. ¿La fuente de la vida eterna? Con esta pregunta en ciernes, nos aventuraremos en un territorio inhóspito que pronto nos mostrará sus grandes maravillas… pero también sus muchos peligros. Y no. No es esta una aventura de terror; pero sí hay mucha intriga y suspense en Valley, un videojuego que nace de ideas realmente atractivas, incluso originales, pero que no llega a explotar en su totalidad, quedándose en muchos casos en un quiero y no puedo que deja un regusto amargo.
Hemos disfrutado en buena medida del viaje que propone, pues la historia, sin ser rompedora, se sigue con interés. Su acción tiene lugar en el presente, pero los hechos a los que hace referencia se remontan a la década de 1940, en un momento en el que un científico estadounidense con ínfulas de grandeza pretende crear un arma más temible incluso que la bomba atómica. Y ahí entra en juego una de las piezas clave en esta obra de Blue Isle Studios: un traje retro futurista, de nombre L.E.A.F., con el que no solo podremos movernos a gran velocidad y ejecutar saltos imposibles, también jugar con la vida y la muerte; absorber la esencia vital de animales y plantas para usarla a nuestro antojo. Una idea genial, prometedora como pocas, y sin embargo, totalmente desaprovechada. Al final no sirve para nada. O sí, bueno, para comprobar qué tal luce un bosque con árboles muertos y a la inversa, dotar de vida zonas que antes no la tenían. La cuestión es que a efectos prácticos su valor es prácticamente nulo.
Entre la vida y la muerte
Cuesta de entender cuando, en realidad, toda esa energía vital que acumulamos en el traje sí tiene un peso real en la acción. Es nuestro medidor de salud, y además también, la munición que usamos para combatir a los escasos enemigos que nos cruzaremos en el camino, sin olvidar ciertos mecanismos que solo reaccionan ante este poder. ¿Problema? Hay tantos orbes de energía dispersos por ahí, ante nuestros ojos, con los que recargar fuerzas, que lo que podría haber sido una cruel forma de enfrentarnos a un duro trance emocional, ético, termino por no ser nada; una curiosidad, sí, pero que no te afecta de ningún modo. Y es una pena aun mayor cuando descubres que al morir, el mundo que te rodea también pierde parte de su vitalidad.
Es un efecto genial. Si caes demasiadas veces seguidas, lo que antes eran zonas frondosas llegan a convertirse en páramos sin color alguno. Así que toca invertir energía para devolver la vida al lugar. La idea, ya lo veis, suena fantástica, pero no así la ejecución. Volvemos a lo mismo de antes. Si realmente tuvieras que decidir entre matar o no a un ciervo para abrir un pasaje oculto, explorar el mundo de Valley sería una experiencia más gratificante, al menos, más personal, más profunda a nivel emocional. No es el caso. Pese a sus esfuerzos el videojuego no termina de conectar, de atrapar como debería hacerlo con una premisa argumental tan atractiva. Así que al final te limitarás a correr, saltar, porque lo harás como si de un plataformas se tratase, y combatir una y otra vez en una sucesión de batallas simplonas contra enemigos, tanto o más simplones, que siempre usan las mismas tácticas de combate.
Pese a estar plagado de buenas ideas, el videojuego de Blue Isle Studios cumple con lo justo en todos y cada uno de sus apartados
Hay mucho potencial en Valley. Ya no solo es que te permita explorar los escenarios con cierta libertad en algunos tramos de la aventura, también incorpora un sistema de progresión de habilidades que permite aprender nuevos movimientos, nuevas formas de sortear obstáculos con el doble salto, el uso de unas botas magnéticas con las que caminar sobre paredes verticales, la opción de correr sobre el agua, o incluso un gancho con el que alcanzar de una acometida zonas distantes. Hay opciones, vaya que sí, pero al final la acción se siente encorsetada, demasiado limitada a un camino lineal del que es difícil escapar. Hablamos por tanto de un juego más centrado en la narrativa que en los desafíos puramente jugables, que los tiene, y como tal, no da la talla. Le falta algo.
Apuntábamos que la historia se sigue con interés. Hay tensión, cierta aura de suspense, que ayuda a mejorar las sensaciones con el videojuego. Pero este es un efecto que poco a poco se va diluyendo. La narrativa es algo torpe, irregular, con momentos atractivos que se entremezclan con otros más tediosos, sin gracia alguna. Valley apuesta aquí por las grabaciones de audio y mensajes de texto (en inglés) como única vía de comunicación con el jugador, pero a diferencia de obras como BioShock, le cuesta coger ritmo y, más importante aún, atraparte en sus redes. Salvo algún que otro giro inesperado, lo que nos cuentan no llega a calar hondo; interesa, porque al final los temas que tratan son interesantes, pero no al nivel esperado. Es una constante en Valley.
Pese a estar plagado de buenas ideas, el videojuego de Blue Isle Studios cumple con lo justo en todos y cada uno de sus apartados. Incluso a nivel audiovisual es una obra con muchos claroscuros. Hay escenarios de gran belleza, zonas que ansías explorar por los muchos misterios que entiendes hay ocultos; y luego te encuentras con parajes poco inspirados, demasiado simples en su arquitectura o repetitivos en lo estético. No hay término medio en este videojuego que técnicamente hablando, tampoco es la panacea. Observar al detalle ciertos objetos denota el carácter modesto de una obra que, eso sí, atesora momentos para el recuerdo. Especialmente cuando el protagonista echa a correr y la música empieza a sonar. ¡Vaya música! De gran nivel y acorde con lo que se muestra en pantalla. Es entonces cuando la pena termina por invadir tu cuerpo.
Sientes, sabes, que este videojuego podría haber volado alto, muy alto, y sin embargo es demasiado terrenal, simple tanto en lo argumental como en lo jugable. Tiene el potencial, pero no lo aprovecha salvo en contadas ocasiones. Y el resultado es el que veis. Un videojuego que puede entretener, que os hará degustar con interés la historia que narra, pero que palidece ante otras obras que, dentro de este estilo, consiguen tocar la fibra sensible o, por lo menos, hacerte pensar.
Grandes ideas y un buen escenario de juego no son suficientes para hacer de Valley, la nueva aventura de los autores de Slender: The Arrival, ese gran videojuego que esperábamos. Su historia se sigue con interés y presenta momentos de gran belleza audiovisual pero en el fondo, la obra de Blue Isle Studios no termina de funcionar en casi ningún aspecto. Simple en lo jugable y no muy allá en lo argumental, el resultado es discreto.
- El exoesqueleto L.E.A.F., con todas sus habilidades especiales
- Visualmente es un videojuego con encanto; la música está muy bien
- La premisa argumental es muy buena…
- …pero no se le saca todo el partido. La idea de la vida y muerte no se aprovecha
- Combates repetitivos y simplones. Hay poco desafío a nivel jugable
