Motos y competición deportiva. Un binomio que en nuestro país goza de gran admiración y seguidores, por lo que Ride 2 es una propuesta que puede llamar la atención de miles de jugadores. ¿Merece la pena? Abrimos gas para contártelo en el análisis de Ride 2.
Nadie puede negar que Milestone, al igual que algún que otro estudio como Turn10, Polyphony Digital y pocos más, ama la velocidad por encima de cualquier otra cosa. O al menos eso es algo que personalmente tengo claro. Este equipo italiano nos ha dejado multitud de juegos vinculados a esta disciplina siendo muchos de ellos bastante variados, desde simuladores convencionales a juegos de rallies, motocross y otros más.
Ahora nos llega Ride 2, otra muestra más de la afición de Milestone por este apasionante mundo de la velocidad, simulador que en su primera aparición no consiguió alcanzar los niveles de calidad que se había propuesto dicho estudio italiano. Afortunadamente todo ha cambiado en esta segunda parte, dado que sin ser un juego sobresaliente por varias razones que más tarde explicaremos, sí que se convierte en una opción realmente viable para los entusiastas del mundo de las dos ruedas.
Si había un apartado jugable que lastró la diversión en su primera entrega, ese era el de su escaso contenido y diversidad en general. Ride pecó de incluir una cantidad escasa de motos, circuitos, modos de juego y demás elementos clave para un título de sus características. Es cierto que a través de los diversos packs DLC que fueron apareciendo a posteriori dicho problema fue solucionándose paulatinamente, pero claro, para muchos jugadores esto llegó demasiado tarde.
Milestone ha aprendido de sus errores y en esta ocasión nos ofrece la posibilidad de poder pilotar nada menos que más de 170 motos distintas, agrupadas en diversas categorías y de marcas reales. BMW R 1200, Ducati Diavel Carbon, Honda CB1000R Barracuda, KTM Duke 690 R o la Suzuki GSR 750 son algunas de las maravillas que es posible pilotar. ¿Os parecen pocas? Pues dicho número se incrementará de manera significativa en varias decenas (hasta las 230) para todos aquellos que se hagan con el pase de temporada (unos 30 euros).
Otra de las grandes innovaciones que se han integrado bajo mi punto de vista es que dichas motos son mucho más personalizables de lo que eran antaño, pudiendo trastear en multitud de aspectos y escoger entre más de 1200 partes y piezas distintas. Los mecánicos más expertos y frikis de este tipo de opciones pasarán horas y horas perfeccionando sus preciosas máquinas de dos ruedas y cambiando sus sistemas de suspensión, frenos, motor, etc.
Diversión y diversidad
Pero hay mucho más. Otro de los problemas importantes que presentó el juego original fue su escasa variedad de circuitos disponibles algo que, todo hay que decirlo, suele afectar a bastantes juegos similares. Bien, pues en esta ocasión los trazados han crecido hasta llegar a los 30. Y hay de todo, desde meras pistas de entrenamiento a circuitos urbanos, trazados clásicos (Imola, Donington Park, Magny Cours, etc.) y demás, pistas que nos trasladan a 15 entornos distintos.
Sin embargo, el cambio más importante que se ha integrado en Ride 2 tiene que ver con su mejora y aumento en su entorno puramente jugable. Para empezar, la cantidad de opciones y modalidades de juego que presenta es realmente cuantioso, pudiendo desde disputar las típicas carreras contrarreloj a competir contra otro jugador a pantalla partida (como en los viejos tiempos), jugar online contra otros 11 jugadores a la vez o adentrarnos en el modo principal llamado Gira Mundial.
Esta opción es una especie de cajón desastre que agrupa diversas pruebas diferentes a lo largo de varias temporadas. Competir contra otro piloto, demostrar nuestra pericia en circuitos con conos, disputar carreras normales o participar en competiciones por equipos son algunos de los retos que nos ofrece esta curiosa opción, que me ha parecido tan rara como extrañamente adictiva.
A todo esto se suman los ya habituales desafíos semanales y diarios que van apareciendo y que añaden algo más de variedad a un título, reiteramos, bastante cuidado en ese sentido. Es el típico juego que, si os gusta, puede manteneros ocupados durante muchas semanas.
La cantidad de opciones y modalidades de juego es tremenda
Por otra parte, el control de las motos es en plan arcade o simulación, en función de lo que más nos guste. Y es que dependiendo del nivel de exigencia que escojamos y de lo "fina" que ajustemos nuestra moto a la hora de establecer algunos de sus parámetros como la suspensión, cambio de marchas y demás, obtendremos una sensación más realista o más arcade. La respuesta tanto de las motos como de los pilotos es bastante buena y aunque algunas veces sigue dando la sensación de que "flotan" por la pista, ha mejorado bastante en relación a lo establecido en la entrega original en esta misma faceta.
El templo de las dos ruedas
Cualquiera que haya probado algún videojuego de Milestone seguramente ya sabrá lo que esperar de su aspecto técnico. Y es que si existe un defecto que lastra todas las producciones de este estudio es su faceta visual, que no termina de "arrancar". Eso se debe a que el motor gráfico que siempre se emplea para dar vida a sus obras, el Yebis3 de Silicon Studio, se ha quedado algo desfasado. Una pena porque, en juegos como este, dicha falta de brillantez visual pasa factura.
Es cierto, eso hay que dejarlo bien claro, que se nota bastante evolución en relación a lo plasmado en el juego primigenio. Y eso se aprecia en muchos de los elementos que podemos contemplar, desde las texturas que recubren los escenarios al modelado de las motos (realmente notable) o la representación de la hierba y la vegetación. Pero eso no esconde lo vacíos que se muestran ciertos fondos, la falta de vistosidad de algunos efectos, lo poligonales que se advierten algunos objetos y demás carencias que presenta el título.
¿Afecta esto a la jugabilidad? Lo cierto es que no… pero otros títulos como Forza Horizon 3, Driveclub y tantos otros sí que añaden una espectacularidad que mejora la experiencia de juego simplemente a través de la puesta en escena, un campo en el que los juegos de velocidad siempre han marcado tendencia. Y tampoco le hubiera venido mal un mayor refinamiento en las físicas de los pilotos y de las motos que, sin ser malas, a veces desentonan un poco.
El sonido tampoco es lo mejor de Ride 2, en absoluto. La voz del comentarista que nos explica algunos de los pormenores del juego resulta agradable pero algo "inhumana", los efectos de los motores cumplen sin más y la banda sonora pasa desapercibida.
Milestone sigue demostrando que le encanta realizar juegos de velocidad. En este caso le ha llegado el turno a la segunda parte de Ride, juego que mejora sustancialmente lo mostrado en el primer título de la franquicia, lo cual tampoco era muy difícil. Y el resultado es un simulador bastante completo que puede mantenernos entretenidos durante mucho tiempo, al menos si logramos pasar por alto su falta de brillo técnico, algo que un género como el de la velocidad pasa factura.
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