La saga Magna Carta se reinventa a sí misma para su debut en Xbox 360 con una segunda parte sólo de nombre. Un nuevo JRPG para la consola de Microsoft que no por trillado y excesivamente marcado por los clichés acaba de perder del todo el interés. Guerra civil, protagonista amnésico y personajes con todas las características de estética andrógina y carácter infantil que caracterizan al género. ¿Te suena?
Ya tenemos tres Magna Carta entre nosotros, uno para PlayStation 2 otro para PSP y éste, el que nos ocupa, para Xbox 360. Los chicos de Softmax traen a la consola de Microsoft todos los clichés y patrones habituales del rol oriental, en un videojuego que no acaba de despegar como apuntaba por una serie de elementos que describiremos en el análisis, pero que ofrecerá un entretenimiento adecuado y adictivo a los más hardcores del género.
Magna Carta 2 peca de ser algo repetitivo en las misiones principales, y también de contar con un abanico de secundarias totalmente intrascendente y francamente prescindible. ¿Lo bueno? Su sistema de combate es adictivo y muy interesante, y junto al ansia del jugador por hacer progresar a sus personajes se convierte en el mayor motivo para continuar jugando.
Lanzheim: El Reino Amenazado
En Magna Carta 2 nuestro héroe se llama Juto, y es un joven que despertó un día en la isla de Lanzheim sin recuerdos de su misterioso pasado. Desde entonces vive con tranquilidad en la isla, hasta que el conflicto bélico que asola el reino alcanza a la pequeña aldea donde fue acogido por una pacífica familia.
Melissa, su estimada mentora, caerá en la batalla, y Juto jurará venganza y se alistará en las fuerzas defensivas de la zona. No obstante nuestro protagonista y sus compañeros no serán capaces de detener la ofensiva, obligándonos a huir. Ahí comenzará nuestra típica y tópica aventura, un gigantesco periplo en el que conoceremos a diferentes personajes y en el que comenzaremos a despertar el poder oculto que, como no podía ser de otro modo, nuestro personaje guarda en su interior.
La narración es tremendamente lineal, y salvo un par de inteligentes giros argumentales en la recta final del videojuego, alguno de ellos realmente impactante, el resto del argumento transcurre dentro de la normalidad, llegando a acusar incluso algo de lentitud y/o monotonía en determinados momentos.
Todo es de lo más corriente en el modo Historia de Magna Carta 2, una campaña individual de algo más de 30 horas –más todavía si resolvemos todas las misiones secundarias-, que cuenta con extraordinarias cinemáticas para narrar su acción aunque éstas, en ocasiones, acusan problemas de síntesis por su largo metraje.
Sin embargo el problema principal más allá de esto es que al argumento le falta gancho para atrapar al usuario durante semejante número de horas, condición principal en un título de estas características. Así mismo las misiones secundarias no tienen suficiente interés, y acaban deviniendo demasiado rápido en los clásicos encargos propuestos con un par de líneas de texto y que nos emplazan a encontrar un objeto perdido, o acabar con un determinado número de enemigos. Labores, todas ellas, enormemente genéricas.
La Importancia de la Amistad
En Magna Carta 2, como en cualquier videojuego de este corte, iremos acompañados por un máximo de seis personajes, en esta ocasión tres activos durante los combates. Nosotros seremos el líder del equipo, en unas luchas que tienen lugar en tiempo real y en la misma pantalla dedicada a la exploración, eliminando las siempre molestas pantallas intermedias y ayudando a crear la sensación compacta y de integración de la que hace gala el videojuego.
Este es el único elemento, junto al hecho de contar con un combate que podría denominarse “de tiempo real”, en el que se diferencia de la vasta oferta del género; aunque ya hay muchos títulos que han optado por idéntica política, y es que en la práctica totalidad del resto de aspectos éste resulta en esencia lo mismo que ya hemos visto una y mil veces en el universo de los JRPG.
Tenemos un botón para combatir de forma normal, otro para habilidades y otro para ataques que se carga a la hora de llevar a cabo combos y que, de abusar de él, sobrecalentará las capacidades de nuestro personaje obligándonos a descansar antes de poder emplearlo de nuevo. Esta es la parte táctica del título, puesto que deberemos medir con precisión cuándo y cómo llevar a cabo los ataques, teniendo la posibilidad incluso de hacer equipo con nuestros dos compañeros manejados por “la máquina”. La IA, por lo tanto, hará los deberes en lo que se refiere al manejo de los personajes que nos acompañan, con un trabajo aceptable aunque en alguna ocasión algo torpe a la hora de sortear obstáculos.
Así pues los que tuvieran oportunidad de jugar en su momento al primer Magna Carta se darán cuenta de que esta secuela no tiene nada que ver en términos de combate, ni de historia, con su predecesor. Es algo así como si tuviera más similitudes con Infinite Undiscovery por su mayor orientación hacia la acción, aunque todo con un barniz al mismo tiempo algo más táctico.
Por supuesto según progresemos iremos liberando nuevas habilidades que nos permitirán introducir más variedad en los combates y alargar mucho más las cadenas de combos. Sin embargo pese a que el combate es francamente interesante, sí echamos en falta un mayor progreso y una sensación de que nuestros avances con el personaje se traducen en que tenemos más poder: Dos elementos que no están presentes en Magna Carta 2.
Arte Oriental
La faceta artística de Magna Carta 2 es tan francamente buena como cabía esperar, y es que el trabajo con los diseños del célebre Hyung-Tae Kim –responsable de las ilustraciones de las series, y también de otros títulos como la saga War of Genesis- así lo garantiza habitualmente. Sin embargo el apartado visual del título acaba ofreciendo sensaciones contrapuestas, una mezcla entre ideas fantásticas que, en ocasiones, están fantásticamente bien ejecutadas y que en otras no gozan de un acabado tan positivo.
Por otra parte la cámara es otro de los aspectos que no acaban de funcionar tan bien como deberían. Se ha intentado lograr un estilo algo “videoclipero” con una perspectiva premeditadamente histérica que en ocasiones se mueve de forma muy brusca, con la intención de captar nuestra atención sobre determinados aspectos de la pugna. Sin embargo los giros y zooms a veces son tan exagerados y bruscos que conseguirán desorientarnos, y en un título que requiere la precisión con el mando como el que nos ocupa esto sí es un problema.
Por lo demás el título tiene un aspecto francamente bueno, que nota en exceso las diferencias entre las espectaculares cinemáticas y el algo más discreto apartado in-game, pero que aún así mantiene el tipo de forma notable. No obstante también cabe destacar que echamos en falta que se hubiera exprimido en mayor medida la licencia de Unreal Engine 3, puesto que los escenarios se muestran algo desérticos. Sin embargo recordando el pésimo acabado del irregular The Last Remnant, lo cierto es que preferimos sacrificios en la carga poligonal antes que en la tasa de imágenes por segundo.
En lo que hace referencia a la faceta del audio hay que destacar que la banda sonora es lo suficientemente variada y genérica como para cumplir. El encontrarse con músicas irritantes para cierto tipos de oídos es un mal común para algunos aficionados que se enfrentan a JRPGs, y las diferentes pistas de Magna Carta 2 cumplen su trabajo de forma excelente y sin estridencias. Lo mismo se puede decir del resto de facetas, con un doblaje al inglés bastante bueno y con la presencia de los textos traducidos a nuestro idioma.
No por tópico y reiterativo Magna Carta 2 merece ser olvidado, puesto que se trata de un muy correcto JRPG. Puede resultar algo tedioso a medio plazo y su historia no es particularmente llamativa, pero tiene parte del encanto del rol clásico y un número de horas a sus espaldas francamente interesante.
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