Konami nos trae un juego de los de antes pero dentro de las exigencias de hoy día. Una apuesta por la creatividad y el buen gusto en un título de caminos directos y adicción desenfrenada. Un fuerte tornado de originalidad y destrucción a partes iguales.
Normalmente la originalidad siempre es más valiente cuando un estudio pequeño está tras ella, y parece que hoy día el ofrecer una propuesta llena de innovación trae consigo un riesgo que se refleja en una inversión menor, ya que el peligro de fracaso es mayor. Pero si la mencionada originalidad viene acompañada de una calidad en los demás parámetros de juego hay grandes posibilidades de que la industria y el usuario en particular queden satisfechos. Y esto ha hecho Loose Cannon, un estudio nuevo que ha tomado la decisión de optar por ofrecer una experiencia original y muy atractiva, con reticencias de Katamari y que, con el respaldo de Konami, ha conseguido salir al mercado por la puerta grande.
Si echamos la vista atrás nos acordaremos de la franquicia Katamari, un juego creado para Playstation 2 por Namco Bandai que nos ponía a controlar una esfera magnética capaz de ir absorbiendo todo a su alrededor, desde objetos más pequeños hasta otros mas grandes, para poco a poco ir ganando tamaño y conseguir su objetivo. Tornado Outbreak nos muestra un estilo de juego similar pero que sabe ahondar mucho más para marcarse su propio camino.
Tornado Outbreak nos despliega una historia donde los espíritus elementales luchan para sobrevivir. Nosotros seremos un pequeño aprendiz que a poco de incorporarse ya debe dirigir su escuadrón. Nuestro nombre es Céfiro, y como elemental del viento que somos debemos usar este poder para lidiar con los contratiempos. Nuestra misión es visitar la Tierra para destruirla, lo que no dice mucho del héroe que somos. En la Tierra se han escondido una serie de duendecillos espirituales de fuego a los que debemos capturar devastando todo a nuestro alcance.
Nunca destruir fue tan divertido
La mecánica de juego es tan sencilla como adictiva. Al ser un espíritu del viento debemos crear un tornado para devastar todo y así encontrar bajo grandes estructuras a los duendecillos de fuego. La gracia del asunto es que empezaremos siendo una pequeña brisa de viento para poco a poco ir creciendo y convertirnos en un auténtico huracán capaz de arrancar casas de golpe.
Por lo tanto, al principio sólo podemos destruir hojas de árboles, papeles o flores, para poco a poco ir a otros objetos más grandes como buzones, bicicletas, farolas, cabinas, coches, tiendas, mansiones e incluso gigantescas estructuras del material más pesado. Pero para que la experiencia de juego no sea un paseo destructor, el título nos pone un límite de tiempo para conseguir un objetivo, que no es si no el de capturar un número dado de duendecillos de fuego.
Y es que como buen tornado que somos sólo podemos crecer si actuamos bajo un ambiente nublado. Lamentablemente el sol existe y hay ciertas zonas que no podremos visitar ya que perderíamos todo nuestro poder. Para ello contamos con un aparato llamado L.O.A.D STARR que provoca nubes temporales para que podamos actuar. Este aparato no es infinito y sólo funciona un tiempo limitado, con lo que debemos destruir todo el escenario a toda prisa para no quedarnos a merced de los rayos solares.
El tiempo de fase en general es muy escaso, apenas 3 minutos de media, y viendo la longitud de los escenarios sería imposible lograr los objetivos. Como solución debemos usar a los duendecillos de fuego como combustible del L.O.A.D STARR para ganar un tiempo adicional. Esto se consigue realizando combos recogiendo varios de estos seres a la vez para después soltarlos antes de que nos agotemos. Para saber qué estructuras esconden a los duendecillos debemos observar si desprenden un haz de luz anaranjado debajo de ellos.
De turismo destructivo
El modo historia principal nos obliga a movernos por varios mundos temáticos: el oeste americano, el lejano oriente, un parque de atracciones, un complejo militar o la ciudad que Godzilla siempre quiso para destruir. Pero no todo será destruir el escenario y capturar duendes, sino que tendremos que buscar nuestro portal de salida y huir a otra zona. Esto ayuda a que el desarrollo de las fases nunca se haga aburrido y otorga a la experiencia de juego un toque frenético impagable.
Cada uno de los mundos se divide en 3 niveles, y al acabarlos pasaremos a un pequeño minijuego donde debemos crear un tornado gigante pasando por una especie de portales a toda velocidad mientras esquivamos elementos negativos.
Después de esta curiosa carrera estaremos preparados para el enfrentamiento con el jefe final de turno. Aquí las cosas cambian en concepto y debemos guiar a nuestro tornado hacia una serie de Tótems que aguardan como jefes. Para llegar hacia ellos debemos sortear sus proyectiles y también la luz solar. Una vez a la altura de estos curiosos tótems sólo debemos hacer una cosa: aporrear el botón A.
El arte de la destrucción total
Tornado Outbreak es un continuo guiño a los juegos de pasadas generaciones, con esas partidas donde prima más la diversión que la exposición técnica y donde no se necesita conocer demasiado para empezar a hacer de todo en el juego. Como no podía ser de otra manera, este legado también recae en al aspecto gráfico, sin ningún tipo de alarde especial pero que no desentona con la propuesta inicial. Los escenarios son enormes, con multitud de detalles y elementos, siendo prácticamente el 100% de la fase destructible. Las físicas del juego sí que están al nivel de esta generación, mientras que el texturizado quizás sea demasiado sencillo pero acorde con el estilo cartoon y desenfadado del juego.
La banda sonora acaba siendo una grata sorpresa, no sólo por ser pegadiza y bien adaptada a cada entorno, sino también por su buena composición, aunque en su contra puede hacerse repetitiva.
La rejugabilidad del título soluciona en parte la poca duración del modo principal, apenas 5 horas, aunque vamos a tener que repetir cada una de las fases en varias ocasiones para superarlas y conseguir añadidos especiales.
El juego incluye una sencilla modalidad para dos jugadores, pudiendo jugar el modo principal por pantalla partida o bien en una misma pantalla pero con zoom sobre ella.
Tornado Outbreak es una apuesta innovadora de Konami pero con una inspiración muy clara de juegos de pasadas generaciones. Sus creadores han aprendido muy bien la lección impuesta por Katamari y han sabido adaptarla labrándose un camino nuevo que en la práctica funciona muy bien. Una brisa de aire fresco para esta generación de consolas cuyo principal peligro es que al ser un título "de los de antes", pueda ser incomprendido a pesar de los grandes valores que ofrece.
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