Bethesda presenta una nueva fórmula a medio camino entre el multijugador clásico y el MOBA, intentando desmarcarse de la feroz competencia. Luchas cuerpo a cuerpo y en tercera persona con un estilo visual muy personal y un modelo free to play, que intentará huir de los pecados del formato.
No sabemos qué vino primero, si BattleCry como nombre para el juego o como nombre para el estudio a cargo de él, pero Bethesda presentó en el pasado E3 su apuesta por entrar en el campo del free to play con un título original plagado de expertos de la talla de Viktor Antonov, conocido por sus trabajos artísticos previos en Half-Life 2 y Dishonored; y otros como Lucas Davis y Rich Vogel que aportan su experiencia de sagas como Halo, Call of Duty, Ultima y Star Wars: The Old Republic.
Todo para crear BattleCry, una obra cuyo primer objetivo es hacerse con un hueco en el nuevo y disputado ámbito del multijugador gratuito, un auténtico campo de minas donde no hay término medio: o logras el éxito o mueres en el intento. Para prevalecer, BattleCry se escuda en su apuesta por el combate cuerpo a cuerpo en tercera persona, con un diseño visual único, intentando alejarse del FPS tradicional y sin querer copiar las mismas mecánicas del MOBA de turno.
Batallas y gloria
Lo que pudimos probar fue sólo una pequeña prueba. Un combate a muerte por equipos donde familiarizarnos con los personajes, sus clases, las forma de recorrer el escenario y el ritmo en la batalla, pero el estudio apunta a no quedarse con los modos tradicionales de juego. Sin embargo, era un buen ejercicio para entender cómo el equipo ha logrado sortear un multijugador basado en la puntería (lo más parecido a ello es la clase de arquero) y lograr su propio estilo. Lo mejor: la estrategia, unido al juego en cooperativo (las dos características fundamentales de un MOBA) son igual de importantes a la habilidad con tu personaje para triunfar en la partida.
Las clases de personajes presentadas sí resultaron ser más tradicionales. Teníamos al Enforcer, el estilo más duro con un espadón como arma y la habilidad de convertirla en escudo de modo espectacular. Fue la escogida por nosotros para lograr la victoria y terminar número uno en la partida (más adelante explicamos por qué vacilamos de ello), por lo que no podemos decir nada malo, salvo quizá que es la más lenta de todas y puede requerir de apoyo en algunas circunstancias. El Duelista era mucho más rápido, con sus dos sables capaces de hacer picadillo a cualquiera si se lo permitían, aunque algo débil ante la fuerza bruta. Por último, tenemos al Tech Archer, el arquero tradicional capaz de manejar arcos y ballestas. Fundamental como apoyo cuando se produce el encontronazo de jugadores, pero difícil elección en un título que se caracteriza por la rapidez de movimientos; aquí no hay disparos, nadie se queda a disparar en una posición, sino que se encuentran en constante movimiento.
A falta de dos clases anunciadas que no estaban disponibles, el Brawler y el Gadgeteer que intentarán equilibrar la balanza, cada una de ellas dispondrá de una barra de habilidad que se incrementará a medida que masacremos a nuestros oponentes. En el caso del Enforcer, teníamos la habilidad berserker que mejoraba nuestra resistencia y prácticamente acababa con los enemigos de un golpe de espada. Será fundamental conservarla para los momentos donde la batalla se concentra o perderemos la mitad de tiempo en buscar al rival.
Quizá el punto más flojo de BattleCry sea éste. Los mapas no son muy extensos, pero puede llegar a darse ocasiones en los que estaremos alejados de la acción, pues esta se da en lugares muy marcados. Lo bueno es que podremos usar el escenario a nuestro favor, con una especie de ganchos que nos permitirán alcanzar ciertas alturas y movernos más rápidamente entre las zonas, convirtiéndolo en un título que sin ser Titanfall ni pretenderlo, es más ágil que la mayoría de títulos multijugador.
Al final de la partida se ha puesto también mucho cuidado en elogiar no sólo al equipo vencedor, sino al mejor combatiente, a través de una serie de portadas en periódicos y obligando al resto de jugadores a hacer corro alrededor de él para ser el centro de atención. Un reconocimiento apoyado además por la posibilidad de homenajear a ciertos jugadores con medallas que esperamos cree una buena comunidad alrededor del juego.
Gráficamente, y como todo lo que hace Antonov, tiene un estilo único. Si bien no estamos hablando de ningún baluarte gráfico, se apoya mucho en un diseño colorista con reminiscencias cartoon para crear un mundo industrial donde la invención del arma de fuego no llegó nunca a fraguar. Los equipos, con trajes militares inspirados en los ejércitos representativos de diferentes guerras, aportan un halo de excentricidad acompañado por una sangre que lo salpica todo.
Aún queda mucho por saber de BattleCry, ya que su prueba fue tan sólo un anticipo de lo que está por llegar el año próximo. Es innegable que nos divertimos con él, y sus promesas de ser un free to play que evite todos los males de esta fórmula comercial parecen ser honestas. Quedará por ver, entonces, dos factores: el primero, si su intento por buscar un hueco en el mercado y diferenciarse del resto de títulos no se antepone demasiado al hecho de hacer simplemente lo que al estudio le gusta; el segundo, si es capaz de llevar su multijugador a algo más profundo que el sempiterno combate a muerte por equipos. De ser así, BattleCry podría ser una buena hibridación entre el hack 'n' slash y el multijugador, dos géneros que nunca se han terminado de llevar bien. Por el momento, convence.