Ya te contamos la épica manera en que comenzaba The Legend of Zelda: Skyward Sword. Ahora ha llegado el momento de explicarte cómo de épicas son sus mazmorras. Abrimos las puertas del primer templo de la nueva aventura de Link para asegurarnos de que todos los elementos zeldianos tradicionales (exploración, enigmas y enemigos) mantienen la esencia en uno de los títulos más difíciles de la serie.
Cada vez más cerca de convertirse en una de las mejores leyendas que haya dado hasta la fecha la franquicia Zelda. Estas son las impresiones que hemos obtenido después de un nuevo acercamiento con The Legend of Zelda: Skyward Sword, del cual ya os contamos sus primeras horas, con Link habituándose a los entornos de Altaréa, a los vuelos con su pelícaro y a un épico argumento que tendrá como motivación principal -cómo no- el rescate de la bella Zelda.
Así os dejamos en nuestras anteriores impresiones jugables, con nuestro héroe disponiéndose a saltar hacia los peligros de las “tierras inferiores”. Pero antes de ello, en esta nueva toma de contacto decidimos pasar algo más de tiempo en la ciudad sobre los cielos, sobre todo para darnos cuenta -con la tranquilidad del lugar- de dos detalles de vital importancia.
Uno consiste en que existe una opción (conocida como “guía de control”), que nos permite -bajo tres esquemas: normal, reducido o ninguno- hacer desaparecer los elementos visuales de pantalla: para dejarlo todo o quedarnos con el indicador de vida y poco más. El otro lo tenemos en la presencia de un bazar, realmente el más grande que hayamos visto en un juego dentro de la serie. Un lugar de visita obligada, ya que aparte de la clásica tienda de objetos y un práctico almacén (donde guardar todo lo que no necesitemos en ese momento), tendremos una dicharachera vendedora de pociones.
A este respecto, es relevante mencionar que no sólo disponemos de las tradicionales pociones de salud, sino también de resistencia y otras dos que hasta ahora no conocíamos (Invincibline 500, que reduce el daño recibido; y Reparol 100, el cual repara el escudo a la par que nos otorga vida). Por tanto, curiosas novedades a las que parecen añadirse otras nuevas mientras avancemos en la aventura. Y es que toda ayuda será poca para enfrentarnos a todos los peligros que implica nuestro descenso a Hyrule...
La pureza y luminosidad de Altaréa contrasta con el clima ensombrecido y misterioso del primer enclave que nos toca visitar: la Tierra del Presidio. Allí, pronto conocemos que el bosque que guarda a la princesa se encuentra corrompido por el mal, con todo tipo de enemigos deambulando a sus anchas. Babas Deku, Bokoblin, Skulltulas y hasta avispas nos dan su particular bienvenida a un lugar donde ya vislumbramos otra de las facetas más admiradas en la saga: su ajustada libertad de exploración.
Sin ser infinita, pero tampoco escasa, esta libertad ha vuelto a proporcionarnos esa sensación de descubrimiento que rodea a los mejores exponentes de la franquicia. Sólo hace falta fijarse en un par de características para darnos cuenta de sus posibilidades. Y es que, si por una parte podemos colocar balizas en el mapa (con la finalidad de no perdernos), por otro lado se nos ofrece la oportunidad de utilizar la conocida como “función de rastreo”. Desconocemos el porqué, pero nuestra espada divina es capaz de encontrar a personajes claves de la aventura. Sólo es necesario asignar su aura en el menú y apuntar desde una vista en primera persona, girando sobre el escenario hasta que el filo comience a brillar (al más puro estilo Shadow of the Colossus).
Mediante esta técnica nos dispusimos a buscar a la princesa Zelda tras el consejo de una anciana (recordaba a Impa), que nos dirigió hasta el fantástico bosque de Farone, el cual ha sido mostrado ya en sucesivas ocasiones por parte de Nintendo. Allí nos daríamos cuenta enseguida de que recorrerlo no iba a ser un mero trámite. De hecho, su presencia ya suponía un puzle en sí mismo, puesto que esconde el secreto para acceder a la mazmorra asociada.
En otras palabras, regresa el esquema que todos conocemos: buscar información del próximo punto al que ir, explorar el lugar, encontrar la forma de entrar en la mazmorra y superarla. Pasos que así explicados parecen sencillos, pero que en la práctica son un auténtico reto, también ahora en TLOZ: Skyward Sword. Y para que os hagáis una idea, fue necesario encontrar a tres simpáticas criaturas (gracias al “rastreo”), conseguir el tirachinas y resolver un enigma antes de acceder a la primera mazmorra de la aventura: el Templo de la Contemplación.
Para los usuarios habituados a la serie Zelda, no resultará un gran quebradero de cabeza atravesar los desafíos que propone, pero los nuevos ya pueden irse preparando. Y no nos da vergüenza decir que nosotros nos atascamos a la hora de encontrar algún que otro interruptor escondido, de lo cual, por otra parte, nos alegramos mucho. Otra vez, regresó en nosotros esa sensación “zeldiana” de encontrarnos atrapados, de no ver la salida a una situación, de buscar donde no había nada y de hasta pensar que debía ser un “bug” del juego.
Pero no. Había solución. Tendremos aún que investigar más a fondo esta nueva obra para comprobar hasta dónde llega su dificultad, pero sin duda nos encontramos ante uno de los exponentes más difíciles de la serie, sobre todo en lo que se refiere a sus puzles. Regresan los interruptores, pero también esos cambios de nivel de agua que tanto nos hicieron pensar en Ocarina of Time (recordad el Templo del Agua), al mismo tiempo que se integra la funcionalidad del Wii Motion Plus, permitiéndonos marear a ojos que protegen puertas cerradas a cal y canto.
Puzles con Wii Motion Plus
No será el único momento en que tenga peso el periférico de Nintendo (recordemos, imprescindible para jugar). Igualmente, gozará de importancia a la hora de interactuar con determinados objetos, como el telescarabajo, el cual guiamos -girando el wiimote en el aire- para activar algún que otro interruptor oculto. Y algo semejante ocurría con el tirachinas, otro elemento imprescindible en el inventario que manejamos apuntando con nuestro mando directamente hacia la pantalla, percatándonos de que sus lanzamientos se curvaban por efecto de la gravedad.
Gracias a estos artilugios -alma máter de la franquicia- fuimos capaces de llegar hasta otro de los puntos más problemáticos que encierra cualquier Zelda que se precie: la consecución de la llave maestra (protege al jefe final de nuestra espada). Interesante será conocer que hasta meter esta particular llave (en realidad “glifo”) en su cerradura constituye un puzle en sí mismo, ya que sólo rotando el wiimote en la dirección correcta conseguiremos acceder al final del nivel.
De esta manera, es un alivio conocer que la dificultad no tiene que ver con lo mal planteados o explicados que están (algo que ha ocurrido en muchos juegos). Por el contrario, muchas veces tendremos litografías con pistas, amén de que nuestra acompañante, Fay, siempre estará con nosotros para pedirle consejo, así como hacerle soltar algún que otro rumor. No hay que preocuparse, nunca será demasiado evidente (se mostrará igual de perdida que nosotros), pero al menos nos aportará información que pueda abrirnos, de alguna manera, la mente.
Básicamente, la solución a la mayor parte de los puzles de un Zelda están vinculados a una concienzuda observación del entorno, y el papel de Fay será precisamente recordárnoslo en más de una ocasión. Pero no es la única utilidad de nuestra particular guía. Además, nos hemos percatado de que esta enigmática “hada” es toda una base de datos con dotes matemáticas. La razón la encontramos en que no sólo nos aporta datos sobre el objetivo actual o el tiempo que hayamos jugado, sino que también nos avisa de la presencia de enemigos en una zona y de la efectividad del equipo (ofensivo o curativo) que llevemos encima.
Incluso nos hace un breve resumen del argumento por si no hemos encendido la consola en unos días, pero lo que más nos ha impactado es que, al enfocar a un rival, nos aporta una descripción del mismo (incluidos puntos débiles), así como el número que hemos derrotado hasta ese momento. Adicionalmente, realizará un comentario sobre el rendimiento de Link a la hora de afrontar a ese tipo de rivales, suponiendo todo un detalle que más de un fan sabrá apreciar. Lo sentimos por Navi, porque por fin alguien la ha superado...
Pero no todo son pistas y enigmas que resolver. Zelda es un juego de acción, y por ello las batallas van a suponer un desafío complejo (puede que incluso más que en el pasado). Tanto dentro como fuera de las mazmorras, deberemos enfrentarnos a todo tipo de enemigos, y cada uno desde un enfoque diferente. Será en estos momentos cuando el Wii Motion Plus juegue su papel más importante, ya que gracias a él no será lo mismo enfrentarse a una Baba Deku (a la que hay que atacar dependiendo de la orientación de su boca) que a un Bokoklin (al cual hay que sorprender por los lados que desproteja). Por supuesto, tampoco faltarán viejos conocidos como las arañas Skulltulas, a las cuales habrá que dar media vuelta antes de derrotarlas.
Hasta tendremos enemistades que nos seguirán más allá de un precipicio, haciendo equilibrios sobre una cuerda si lo requieren para llegar hasta nosotros. No obstante, con un mero lanzamiento de tirachinas podremos acertarles a placer, siendo ese simple gesto necesario para que pierdan el equilibrio y caigan desde las alturas. Así que habrá muchas más maneras, y ante todo más originales, de acabar con todo lo que cierre nuestro paso, incluidos los jefes finales.
A este respecto, cabe resaltar que se mantiene el tradicional esquema de un jefe a mitad a nivel y otro al final. Fue así como conocimos a Grahim (el Señor de los Demonios), que se plantea como uno de los peores “amigos” que tendrá Link en esta aventura. Y no queremos destrozaros la experiencia de saber cómo derrotarle, pero os aseguramos que no será suficiente con usar la fuerza bruta. Pensar aquí también es importante.
Con este desenlace, la luz brillando y las puertas del templo abriéndose ante nosotros para dejarnos volver a salir al bosque, fue como daba a su fin una sesión que acabó, desgraciadamente, como la anterior: apagando la consola. Pero todavía nos queda un largo camino por delante (sólo llevamos cinco horas de juego, que equivalen a un 5-10% del total), lo cual nos agrada, puesto que aparte de suponer uno de los títulos de Zelda más desafiantes, puede que igualmente nos hallemos ante uno de los más longevos.
Por ello, no os perdáis nuestro próximo viaje, el cual realizaremos durante las próximas semanas. Será un último acercamiento sobre un videojuego que se promete épico, antes de que salga al mercado (el 18 de noviembre), en el cual finalmente podamos daros a conocer una de las grandes incógnitas que encierra esta nueva leyenda: cómo es realmente el mundo de Hyrule.