El alga Rugulopteryx okamurae era un problema para Cádiz
La Universidad de Sevilla ha encontrado cómo deshacerse de él
En 2016 se detectó en el Estrecho de Gibraltar la presencia de un alga que poco tenía que ver con las que estaban acostumbrados a ver en Cádiz. Originaria del Pacífico, la Rugulopteryx okamurae no tardó en demostrar que era una especie invasora capaz de convertirse en la peor pesadilla de aquellas costas, atacando no sólo a especies autóctonas sino transformándose en un quebradero de cabeza para los sectores de la pesca y el turismo.
Para 2022, la Unión Europea levantaba la alarma al hablar de ella como una alga capaz de preocupar a todo el continente y, cuando en Tarifa recogieron más de 11.000 toneladas de la especie invasora, quedó más que claro que había que actuar. Ahora, investigadores del Laboratorio de Biología Marina de la Universidad de Sevilla, en colaboración con Red Eléctrica, han encontrado la solución.
El problema está en que lidiar con ella era carísimo hasta el momento. No sólo estaba enredándose en las redes de pescadores limitando su trabajo, sino que al llegar a las playas se amontonaba en montañas de biomasa en proceso de putrefacción que, como podréis imaginar, hacía que promover el turismo fuese un problema.
Es justo ahí donde la investigación entra en juego para ver si, de alguna forma, ese inasumible coste de retirada de las algas podía llegar a entrañar algún beneficio. Y vaya si lo tiene. La principal idea es aprovechar un proceso en el que microorganismos devoran las algas para descomponerla en materia orgánica y, por el camino, aprovechar el metano resultante para sumarlo a la red de gas, o usarlo como fuente de energía renovable para generar electricidad.
Pudiendo reutilizar el compostaje del alga también como fertilizante barato para la industria agrícola, el potencial de su uso no se queda sólo en esas tres vertientes. Además, el estudio también ha detectado que algunos de sus compuestos pueden utilizarse para la industria médica, la alimentación o la cosmética, convirtiendo así un intenso dolor de muelas para las costas de Cádiz en un elemento con el potencial para transformar su economía.
Imagen | Juan Vladimir Paraschuk
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