Charlie y la Fábrica de Chocolate tuvo una demencial secuela en la que Willy Wonka luchaba contra alienígenas, pero Hollywood no se atreve a hacerla

Charlie y la Fábrica de Chocolate tuvo una demencial secuela en la que Willy Wonka luchaba contra alienígenas, pero Hollywood no se atreve a hacerla

  • Nunca veremos a Timothée Chalamet en estos viajes al espacio y al mundo cuántico

  • Netflix estuvo a punto de adaptar el libro, pero no se ha vuelto a saber nada del proyecto

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Chalamet

La historia de Charlie y la Fábrica de Chocolate no terminaba donde lo marcan las películas protagonizadas por Gene Wilder en 1971 y Johnny Depp en 2005. El éxito de la primera película empujó a Roald Dahl a intentar capitalizar aún más aquella fiebre de la mano de una segunda y tercera parte que explicasen qué ocurría tras el final del primer libro. Sin embargo, el batacazo de una historia aún más surrealista que la primera provocó que quedase inconclusa.

En 1972 Roald Dahl publicaba una secuela llamada Charlie y el gran ascensor de cristal. Y aunque la primera parte ha cosechado varias adaptaciones, incluyendo las películas, videojuegos y series de animación, Hollywood nunca se ha atrevido a plasmar su secuela. Pese a que en 2019 se barajó cierto interés por parte de Netflix, pero no se ha vuelto a saber nada del proyecto. Pero incluso cuando quisieron ir más allá manteniendo viva la saga con algo más que otra adaptación, optaron por una historia original como la de Wonka con Timothée Chalamet en vez de intentar hacer justicia a la obra de Dahl. Conociéndola, es fácil entender por qué.

Charlie y Wonka se van al espacio

La trama de Charlie y el gran ascensor de cristal nos sitúa justo después de que el muchacho haya ganado la fábrica de chocolate. Subidos en el peculiar vehículo mágico de la fábrica, el ascensor se avería y sale disparado hacia el cielo a tanta velocidad que, accidentalmente, termina perdido en la órbita de la Tierra.

Afortunadamente se quedan cerca del hotel espacial USA, que se cree vacío, y aprovechan para aparcar el ascensor allí. Con los Estados Unidos viendo en esa acción una amenaza, Wonka empieza a cantar de forma ininteligible para hacerles creer que son alienígenas, pero terminan descubriendo que en realidad sí hay alienígenas entre ellos y que, de hecho, se han apoderado del hotel.

Tras conseguir escapar de ellos en el ascensor, deciden dar la vuelta a la Tierra para volver a ayudar a los astronautas y personal del hotel que habían viajado hasta allí y ahora están siendo devorados por los alienígenas. Aprovechando que el ascensor está hecho a prueba de ellos (cosas de Wonka), intentan remolcar la nave con los supervivientes  que quedan, pero los aliens hacen una cadena y se atan a los vehículos.

Afortunadamente, Wonka y Charlie consiguen activar los propulsores del ascensor que, junto a la gravedad de la atmósfera, terminan quemando a los alienígenas, acabando así con la amenaza y volviendo a la fábrica de chocolate sanos y salvos. Una historia demencial, ¿verdad? Pues lo cierto es que ni siquiera acaba ahí.

Charlie y el viaje al mundo cuántico

Al regresar a la fábrica, toca ponerse a trabajar, pero los abuelos de Charlie aseguran ser muy mayores para eso y prefieren quedarse en la cama. Para hacerles cambiar de opinión, Wonka les ofrece unas píldoras capaces de rejuvenecer llamadas Vita-Wonka. Con ellas, serán capaces de rejuvenecer 20 años.

Lamentablemente, los abuelos se emocionan en exceso con el particular caramelo de Wonka y sufren una sobredosis convirtiéndose en bebés. El peor resultado se lo lleva una de las abuelas, que termina comiendo más de las necesarias y acaba con -2 años, desapareciendo de esa realidad y saltando a un lugar llamado Menoslandia donde van a parar aquellos que tienen años en negativo.

Charlie

Preocupados por la agresividad de unos mosquitos gigantes que pueblan ese plano de la realidad, Charlie y Wonka deciden tomar el ascensor para viajar hasta allí y salvar a la abuela, a la que administrarán varias dosis de Wonka-Vita para hacer que sume años y vuelva a casa. Como era de esperar, la cosa también se tuerce y terminan devolviéndola al mundo de los vivos con 358 años.

Tras conseguir calcular la edad, Wonka y la familia devuelven a todos los abuelos a su edad normal y automáticamente vuelven a meterse en la cama. Lo único que consigue hacer que se levanten de ella es una carta del Presidente de los Estados Unidos que los invita a la Casa Blanca en agradecimiento por su labor como héroes espaciales. Para evitar otro desastre, deciden acudir allí en el helicóptero enviado por el gobierno.

Un fracaso que sabe a éxito

Tal y como ocurría con la historia original de Charlie y la fábrica de chocolate, inspirada en la infancia de Dahl en un colegio privado y cómo la empresa Cadbury enviaba muestras de dulces a la prestigiosa escuela para que los niños que allí vivían diesen la aprobación a sus inventos, Charlie y el gran ascensor de cristal también se valía de sucesos reales para contar su historia.

Charlie y el gran ascensor de cristal (Colección Alfaguara Clásicos)

De la misma forma que los niños de la fábrica representaban algunos pecados capitales y reflejaban la sociedad de la época, aunque luego vivió varios cambios en futuras ediciones para evitar críticas como el maltrato infantil o el racismo -en realidad los Oompa Loompa eran esclavos pigmeos-, aquella historia de ascensores espaciales y tramas políticas estaba basada en acontecimientos del momento.

Roald Dahl transformó la tensión de la carrera espacial y la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la URSS en un cuento infantil en el que los americanos luchaban contra los alienígenas que querían acabar con la civilización para arrastrarlos a su planeta, pero en un momento en el que los buenos ya no se consideraban tan buenos, ni los malos tan malos, aquél giro fue visto como inapropiado para una historia infantil.

Cosechando mucho menos éxito que Charlie y la fábrica de chocolate, el público se quedó esperando más historias sobre el misterioso lugar y sus peculiares dulces, evitando con ello que Dahl siguiese continuando la historia para alcanzar el final que tenía en mente. Sin embargo, lo que podría considerarse un fracaso terminó siendo un éxito, porque aquél batacazo le llevó a escribir algunos de sus mejores libros, incluyendo joyas como Las brujas y Matilda que terminaron siendo más famosas y reconocidas que aquella surrealista secuela.

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