La leyenda de Cudillero explica porque su pueblo es tan alto y con ojos claros como los nórdicos
Los vikingos sí estuvieron en Asturias, pero su historia en la región es otra
Sin duda alguna, Cudillero es uno de los pueblos más bonitos ya no sólo de Asturias, sino de toda España. Con sus casas coloridas formando un anfiteatro incrustado en la roca, su precioso puerto pesquero es una de esas imágenes inolvidables del turismo de nuestro país. Pero no contentos con eso, los asturianos quieren llevarlo un paso más allá, quieren ser el primer pueblo vikingo de la península ibérica.
Lo más curioso de todo es que razones no les faltan para apoyar esa afirmación. Sabemos que los vikingos atacaron Asturias allá por el siglo IX, así que la figura atípica de los habitantes de Cudillero, caracterizados por su alta estatura y sus ojos claros, inevitablemente invitan a sumar dos más dos. Que tengan un dialecto diferente al resto de asturianos termina de redondear la idea, pero tanto en unos casos como en otros, la historia y arqueología parece tener otra opinión.
La leyenda vikinga de Cudillero
Las leyendas e historias adornadas sobre vikingos que llegan a España están lejos de ser algo único en nuestro país. Tenemos la leyenda vasca sobre cómo una princesa nórdica llegó en barco a sus costas y terminó dando a luz a los señores de Bizkaia. Está la de Kristina de Noruega y su llegada para unir los linajes vikingos del norte de Europa con Felipe de Castilla. Y por supuesto, está la historia que en Cudillero se transmite de padres a hijos.
En ella se explica que una de esas muchas flotas vikingas que se asomaban al norte de la península tuvo un viaje accidentado. Dependiendo de la versión, la culpa fue de una tormenta o de una incursión fallida que les obligó a huir con el rabo entre las piernas. En cualquier caso, todas coinciden en que escapando de un peligro llegaron al puerto de Cudillero con la intención de ponerse a salvo.
El emplazamiento era perfecto, no sólo por la belleza de sus casas y sus acantilados verticales, sino también por ser una zona con acceso directo al mar y de difícil acceso para el resto de pueblos de la zona. Puestos a buscar un escondite, no se les ocurría un lugar mejor. Habían dado con el lugar ideal para recuperar fuerzas.
El tema es que, una vez allí, a aquellos guerreros vikingos empezó a asediarles otra idea. Cansados de la guerra, los saqueos y las inclemencias del mar, la posibilidad de convertirse en desertores y mezclarse con la población local cada vez les parecía más atractiva. Escondidos en ese precioso paraje, decidieron fundar el pueblo y mantenerse escondidos. ¿Una historia factible y con final feliz? Totalmente. ¿Cierta y apoyada en registros históricos y arqueológicos? Bueno, ahí hay más tela que cortar.
Lo que dice la arqueología sobre el pueblo de Asturias
Para que la historia se sostenga en pruebas hay que dar un salto de fe considerable. Los primeros registros de Cudillero se remontan a 1285, mientras que las incursiones vikingas en Asturias van mucho más atrás, entre el año 844 y el 858. Está la posibilidad de que aquellos vikingos se escondiesen muy bien, sí, pero que durante 400 años no dejasen ningún rastro arqueológico resulta insostenible a ojos de los expertos.
Y hablando de ojos, la idea de sus iris claros, la alta estatura y la tendencia hacia el pelo rubio, también tiene una explicación mucho más plausible. Que Cudillero fuese una población aislada implica cierta tendencia a la endogamia, lo que habría llevado a varias generaciones a mezclarse entre sí, reforzando con ello rasgos recesivos por una mera cuestión de estadística.
Incluso el tema del dialecto, conocido como pixueto, se apoya en ese mismo aislamiento para dar sentido a la rareza. Lo que dicen los expertos en filología es que, pese a que muchos de sus cambios respecto al asturiano tradicional pueden sonar a germánico, en realidad es una simple variante del bable que se fue transformando sólo en esa zona por lo cerrado de la región.
La excepción que termina de confirmar la regla no se encuentra en Asturias, sino en Lugo, donde los yacimientos arqueológicos de O Vicedo confirman que los vikingos estuvieron allí en un campamento temporal que dejó muestras de sílex y anclas de piedra que, inequívocamente, pertenecieron a incursiones nórdicas. Igual que en otras zonas del norte, cuando pasó el invierno los vikingos reanudaron la marcha.
Imagen | Emilio Sánchez
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