Fue la gripe aviar de la que nacieron las gripes a las que nos enfrentamos hoy en día
Los diarios de Madrid fueron los primeros en hablar de ella, pero no nació en España
Pese a que a nivel histórico sería descabellado decir que la gripe española fue la primera gripe A a la que se enfrentó la humanidad, sí fue lo suficientemente importante para que todos los virus de la gripe actuales se remonten a ella. Pero de entre todas las curiosidades que rodean a aquella epidemia de 1918, puede que la más llamativa sea que, en realidad, su nombre haya demostrado ser una injusticia.
Las crónicas de la época cuentan que la gripe española, una gripe tipo A de origen aviar que acabó con entre 50 y 100 millones de personas, nació en las fiestas de San Isidro de Madrid de 1918. Fue entonces cuando los medios españoles empezaron a hablar de una epidemia muy contagiosa que estaba afectando al 40% de la población. Sin embargo, eso está muy lejos de ser lo que realmente ocurrió.
La gripe A se convierte en epidemia en España
A finales de mayo de 1918, cuando aún quedaban varios meses para que la Primera Guerra Mundial llegase a su fin, los principales diarios de Madrid empezaron a informar de una enfermedad que crecía como la espuma. Aunque aquí se la conocía como El Soldado de Nápoles, en honor a una pegadiza canción que triunfaba en una obra del Teatro de la Zarzuela, al difundirse internacionalmente, el resto de medios se agarraron a la idea de la gripe española para hablar de ella.
El problema no era que sólo estuviese ocurriendo en España, ya había otros países como Francia con casos igual de alarmantes, pero como esos países estaban metidos en la guerra se censuró la información para que la moral de las tropas no cayera. Al ser España un país neutral durante el conflicto, la censura que sí se vivía en la prensa de Alemania, Francia o Reino Unido, no se extendió a la península.
Sí lo hizo el virus, claro, que probablemente podría haberse atajado mucho mejor de haberse avisado con tiempo cuando los primeros casos empezaron a florecer en Francia. El resultado fue una pandemia de dos años en la que más de 500 millones de personas contrajeron la infección y que terminó con la vida de cerca del 6% de la población mundial.
Con el movimiento de tropas expandiendo la gripe española de un país a otro sin ningún control, la mortalidad de la gripe A de la que derivan todas las gripes actuales, incluidas las estacionales que sufrimos a día de hoy en invierno, acabó con más gente que la Primera Guerra Mundial. Si en sus trincheras cayeron alrededor de 10 millones de personas, la gripe española multiplicó esa cifra por 10. Tuvimos que esperar hasta 1933 para descubrir qué era aquél virus y, sobre todo, de dónde había salido.
El padre de todas las gripes
El principal problema es que los médicos y científicos de la época no estaban tan avanzados como para saber a qué se enfrentaban. Los microscopios del momento no eran tan avanzados como para encontrar el virus y, durante mucho tiempo, se creyó que simplemente era una bacteria más. Estudios posteriores fueron los que demostraron que, efectivamente, estaban ante un caso de gripe A aviar que, además, ni siquiera había nacido en Europa.
Para encontrar al paciente 0 del virus hay que remontarse al 4 de marzo de 1918, cuando el cocinero de un campamento militar de Kansas, al otro lado del Atlántico, registra oficialmente un fuerte catarro. Unas horas después, al mediodía, el número de soldados ya ascendía a cerca de 100. En apenas unas semanas ya eran más de 1.000. Y lejos de quedarse allí, el destino de todos aquellos soldados pasaba por hacinarse en un barco para cruzar el océano y luchar en Europa.
Tan pronto desembarcaron en Francia, la enfermedad empezó a extenderse atacando a ambos bandos y haciendo que los principales afectados fuesen adultos de entre 20 y 40 años. Al gozar de un sistema inmunológico más fuerte que el de niños o ancianos, sus cuerpos atacaban al virus con tanta fuerza que provocaban que los pulmones se llenasen de fluidos, provocando con ello una neumonía fulminante.
Al desconocerse el virus y cómo tratarlo, sólo las cuarentenas y el uso de mascarillas consiguieron frenar la curva. Al no gozar de vacunas, fue la mutación del propio virus la que frenó la pandemia. Necesitaba un huésped que durase más tiempo para seguir transmitiendo el virus, así que su peligrosidad se fue reduciendo poco a poco. Precisamente de aquella evolución a variantes más leves nació la gripe estacional a la que nos enfrentamos cada año.
Imagen | Anna Shvets
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