Sobre una chocolatina y su experiencia en el ejército - Día 0

Se me ha ocurrido contar en este tugurio lo que recuerdo de mi primer día como recluta patoso (bueno, el anterior), a ver si os entretengo un poquito y aporto algo. [center]__________[/center] Al cumplir los super-dulces dieciocho, todo varón brasileño debe alistarse. En 2016 me tocó a mí. Tras filas, esperas, papeleo y tests, entré al ejército. No todos entran, por supuesto —de hecho, la inmensa mayoría de los que entraron en mi pelotón eran voluntarios—, pero el coñazo de pasar por todo el proceso de selección lo tienen que aguantar todos. Es lo que hay. El proceso de selección duró unas dos semanas. Dos semanas en las que deberíamos ir todos los días de la semana al cuartel al que se nos había designado. Dicho proceso consiste en aprender [i]ordem unida[/i] (usaré algunos términos en portugués por desconocerlos en español. Interpretadlo como una herramienta de "inmersión narrativa", para que quede más resultón. Irán en [i]cursiva[/i] siempre). Saberse los toques de trompeta, qué hacer y cuándo, aprender a marchar, etcéteras. [i]"A dança do militar"[/i], como dijo un amigo. También se aprende lo básico de lo básico sobre disciplina y jerarquía (los llamados pilares del ejército); cómo tratar a los demás militares etc. Durante este proceso nos instruyen soldados, llamados [i]soldados antigos[/i] (se les llama así porque ya dejaron de ser reclutas patosos), que a su vez van haciendo reconocimiento de los conscriptos, aka los candidatos a recluta: nuestro comportamiento, desempeño, etc. Durante este tiempo, obviamente, son bastante más indulgentes, pues los conscriptos desconocíamos la disciplina y las normas de aquel lugar, aquel ambiente. Siempre soltaban algún "[i]o tratamento vai mudar, hein![/i]", refiriéndose a cómo cambiaría el modo con el que nos trataban cuando entrásemos. Y cambiaría de veras. Llega el Dia 0 — el día previo a la incorporación. Tocó un lunes. Todo el personal de la [i]bateria[/i] (una bateria [sin tilde, porque en portugués brasileño no lleva] es una división del personal de un mismo cuartel. Existe por motivos de logística, organización, etc. Cada bateria tiene su comandante, oficiales, sargentos, etcétera) sabía qué conscriptos se quedaban a ser reclutas y quiénes no. Los que se quedaban entrenaban la última vez para la graduación del próximo día, y los que se marchaban pillaban sus documentos y adieu. Yo era de los primeros. El subteniente, que es el encargado del material de toda la bateria, listaba las provisiones que deberíamos llevar el día siguiente. (Ah, esto es importante: tras la graduación de incorporación, hecha en el "día 1", quedaríamos internados en el cuartel durante toda la semana. Este tiempo de [i]internato[/i] duraría dos semanas más — total de tres semanas en las que los reclutas sólo saldríamos de allí durante los fines de semana). Entre las provisiones, estaban candados para cerrar nuestros armarios, material para ducharnos, etcétera. También nos dijeron nuestros [i]nomes de guerra[/i], que es el nombre que iría escrito en nuestra vestimenta y por el que se nos llamaría. Normalmente los conscriptos nos quedábamos en el cuartel durante el periodo de selección de las seis de la mañana a las doce. Por una serie de contratiempos, aquel día, el día 0, nos quedamos hasta las cinco. Cinco. De. La. Tarde. Lo peor: llovía muchísimo. El cielo se nos desmoronaba encima. Yo y varios otros futuros-reclutas esperábamos en la parada del autobús para marcharnos, hasta que un transeúnte nos dijo que, debido a la lluvia, ya no pasaban autobuses por allí. Tocaba ir andando. Google maps me dice que caminé 9,9 Km hasta llegar a la terminal de autobuses para pillar el autobús que me llevaría a casa (pillo dos autobuses para ir y volver del cuartel). Diez kilómetros bajo la lluvia, sin paraguas, hecho mierda. Hacía un frío cojonudo. Llegué a la terminal literalmente temblando, empapado hasta los huesos. Aquel lugar estaba hecho un caos; las filas para entrar en los autobuses eran enormes, y estos salían llenos a más no poder. Intenté ver las horas, pero mi móvil estaba apagado y no se encendía — estaba empapado. Lo desmonté, quité la batería, la puse de nuevo. Seguía sin encenderse. Me rendí y fui a la fila —inmensa— a esperar el bus. Seguía temblando. Tuve la suerte de encontrar asientos libres al subirme al bus. Ignoré el aviso que rezaba [i]"não sente molhado"[/i] y me senté — mojado. El tráfico seguía horrible, no sé cuanto tiempo pasé en aquel autobús, sinceramente. Tenía un frío absurdo, no paraba de temblar. Por fin llegué. Llegué a las once y media de la noche. Bajé del autobús, caminé a casa, me quité la ropa de camino al baño y me di una buena ducha caliente. Tras cenar caí rendido en mi cama. No puse despertador. En parte porque no tenía móvil, en parte porque no conseguí pensar en nada que no fuese "dormir" al llegar a casa. Afortunadamente, me desperté a las 4 de un susto, me vestí y fui a pillar el bus que me llevaría a la terminal que llegué caminando pocas horas atrás. Así empezó el día 1 y la primera semana del internado. [center]__________[/center] Eso es todo por hoy. No recuerdo mucho de mi período internado. Es decir, lo recuerdo, pero no sé cómo hilarlo de modo interesante para contarlo de modo cohesivo. Quizás lo haga. Lo que me apetece contaros es el temido campamento. Fue una experiencia interesante y anecdótica, así que creo que es seguro decir que esperéis otro post de este estilo. Y quizás otro con lecciones y conclusiones que he sacado y estoy sacando de mi experiencia en el ejército en general, no sé. Saludos a todos y todas. Ya nos veremos en otro post o algo.

Ejercito, Anécdota, Mili y Y tal

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