Análisis de Wario Master of Disguise

Análisis de Wario Master of Disguise
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Puerco, sucio, gamberro y sobre todo avaricioso es este Wario. Y es que su ansia por conseguir más y más tesoros (al igual que su higiene), es infinita. La segunda incursión de Wario en la portátil de Nintendo, llega disfrazada.

Desde la época de GBA, Wario ha sido sinónimo de innovación gracias a los sorprendentes minijuegos (con perdón de Bishi Bashi Special) de los aclamados Wario Ware, aquél enemigo final del Super Mario Land 2 para Gameboy, que posteriormente protagonizaría la tercera parte de esa saga, y a su vez daría comienzo a la serie Wario Land, que con cuatro títulos recorrieron la historia de GameBoy (Original, Color y Advance).

Pero no, el título que nos atañe no es un Wario Land 5. Con Wario: Master of Disguise se ha producido un cambio de enfoque, eliminando todo atisbo de plataformero clásico, pero manteniendo la absoluta bidimensionalidad para convertirlo en algo más innovador e impactante… aunque no mejor.

De profesión cazatesoros
Porque Wario quizá en otra vida anterior a ser la némesis maligna de Mario (Del kanji japonés Waru “malo“ y uniendo Waru+Mario=Wario) fue un vulgar cuervo, de aquellos que se ven atraídos por cualquier objeto brillante. Aunque no sólo le atrae el dinero y las joyas, sino también la fama; y tras fabricarse un artilugio, se teletransporta a través de la televisión al lugar donde estaba a punto de cometerse un robo por el ladrón más famoso, Ciclón Argenteo. Wario aparece justo encima de dicho ladrón y al caer le arrebata una poderosa varita mágica llamada Simón, que otorga a su portador diversos disfraces con sus respectivas habilidades, haciendo de Wario un ladrón totalmente renovado, El Vendaval Malva.

Y a partir de aquí comienza la aventura de la mano de este atípico hilo argumental, en la que nuestro entrañable antihéroe no piensa dejar ningún tesoro atrás y descubrir el secreto de un tesoro más valioso que todo lo que haya podido soñar antes, y todo esto a golpe de stylus y algunos botones. Aunque el planteamiento puede parecer ideal, veremos que la desarrolladora Suzak no ha sabido captar correctamente la esencia de Wario por varios aspectos.

Disfraces y minijuegos
Siguiendo la tónica habitual a la hora de trasladar una saga a Nintendo DS con resultados diversos, véase el pincel del poder de Kirby o el lápiz mágico de Pac-Pix, en este Wario contaremos con una varita mágica que controlaremos con el Stylus, sólo que en este caso el resultado deja mucho que desear.

El movimiento de Wario lo realizaremos con los botones frontales (dependiendo de nuestra “mano buena”), es decir, salto, agachar y desplazarnos. Y con el stylus realizaremos el resto de habilidades, es decir, todo el poder que no otorga la varita mágica.

Wario empieza como un ladrón, pero a lo largo de sus aventuras acabará desbloqueando otros siete disfraces, cada uno con sus habilidades especiales. Podemos cambiar entre ellos sobre la marcha, dibujando símbolos en la pantalla táctil.
Wario empieza como un ladrón, pero a lo largo de sus aventuras acabará desbloqueando otros siete disfraces, cada uno con sus habilidades especiales. Podemos cambiar entre ellos sobre la marcha, dibujando símbolos en la pantalla táctil.

A través de tutoriales interactivos aprenderemos a intercambiarnos el disfraz realizando diferentes dibujos sobre Wario. El primer disfraz (y principal) es el de ladrón, que nos otorgará la capacidad de embestir, correr y saltar muy alto. Más adelante conseguiremos el de astronauta, con el que además de disparar podremos flotar un poco en el aire, pero eso sí a velocidad extremadamente lenta. Y como bien estarás pensando, necesitaremos desbloquear progresivamente los disfraces para avanzar en el juego. Lamentablemente el continuo cambio de disfraces acaba convirtiéndose en un pequeño engorro, ya sea por lo parecido de los dibujos de disfraces, por su lentitud, o por la mala interpretación de ellos, que nos hará fracasar en más de una ocasión.

Aún así hay algunos disfraces que aportan cierta frescura y diversión, como el de pintor con el que podremos dibujar cajas a las que subirnos, o el de Capitán, un barco-submarino con el que navegar y lanzar torpedos.

También tendremos que resolver varios minijuegos al abrir los cofres que esconden las gemas que liberan los disfraces, tesoros y objetos necesarios. Estos minijuegos no tienen nada que ver con los vistos en Wario Ware, son bastante sencillos y se reducen a completar un dibujo, colorear, unir puntos o un puzzle de mover fichas.

Aparte de los numerosos enemigos con los que tendremos que lidiar, lo más interesante sin duda son los enemigos finales de cada fase que van desde momias, engendros gigantes o robots contra los que tendremos que utilizar sabiamente los diferentes disfraces para vencerlos.

Las “warrerías” de Wario
Si hay algo que impacte en el usuario además del intensivo control táctil (y a veces ilógico), es su apartado visual. Suzak se carga un par de décadas de Nintendo en cuanto a gráficos se refiere. No se puede decir que sean malos, simplemente que a todas luces son feos y cuanto menos atípicos. A pesar de estar ambientados en muy diversas localizaciones como desiertos, mansiones o alcantarillas, nos dejan bastante mal sabor de boca lo tremendamente sosos y vacíos, que parecen estos escenarios bidimensionales. La caracterización de los sprites de los personajes no es mucho mejor, aunque es incuestionable su buen nivel de detalle (a destacar la expresividad de Wario y su rival), pero en esencia parece tratarse de un juego ajeno a la gran N.

La disposición de las dos pantallas se ha realizado muy en plan Castlevania DS, es decir, en la parte de abajo se realizará toda la acción, mientras que en la de arriba vemos el mapa del escenario en el que estemos. Cada mapa nos llevará poco más de media hora, con un par de puntos de guardado en cada una (al principio nos resultarán escasos), obteniendo en total algo menos de diez horas, y una rejugabilidad centrada en completar todos los tesoros de una lista.

Junto al humor y mala uva de Wario, en Master of Disguise no podían faltar los minijuegos. Son bastante básicos y suelen aparecer sólo al intentar abrir los tesoros, pero aún así guardan la esencia “WarioWare”, que tantos jugadores añoran.
Junto al humor y mala uva de Wario, en Master of Disguise no podían faltar los minijuegos. Son bastante básicos y suelen aparecer sólo al intentar abrir los tesoros, pero aún así guardan la esencia “WarioWare”, que tantos jugadores añoran.

El apartado sonoro también nos deja a medias, con melodías muy simplonas y suaves, aunque se compensa un poco con los grandes efectos de sonido destacando las omnipresentes risas y pedorretas de Wario. Por lo demás se ha realizado una buena traducción al castellano y cuenta con el detalle de que en las sacas de dinero, en lugar del Yen o Dólar, aparece el símbolo del Euro.

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Wario: Master of Disguise

Por: El equipo de 3DJuegos
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Wario: Master of Disguise es un título atípico dentro de la factoría Nintendo, que presenta un Wario correcto, pero decepcionante gráfica y jugablemente por lo mucho que se esperaba de él. Aún así, si profundizas en él quizá te acabe llenando, y más si prestas atención al hilarante argumento junto con el surrealismo que desprende cada disfraz.

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