Seguro que habréis visto montones de veces esos dibujos imposibles llamados "ilusiones ópticas", en los que la imagen es muy confusa y según como lo mires se ve una cosa u otra dependiendo de la dimensión es la que nos fijemos. Pues algo parecido es lo que nos propone este Echochrome salido directamente desde el estudio de desarrollo de Sony en Japón.
Hasta ahora este tema de cambio de perspectiva ha sido poco abordado en videojuegos. Tan solo Crush, un peculiar juego de PSP del año pasado, nos permitía intercambiar en cualquier momento entre las 2 y las 3 dimensiones demostrándonos las ventajas e inconvenientes de cada una.
Echochrome va mucho más lejos, aunque su objetivo final sea tan sencillo como conseguir movernos por unas sencillas estructuras tridimensionales alargadas parecidas a unos tubos, y donde podemos encontrar agujeros y saltadores. El problema es que, a simple vista y para nuestro desconcierto, esas piezas estarán separadas y esparcidas en distintas alturas por el escenario.
Nuestro cometido es según el eslogan del juego “En este mundo, lo que ves se convierte en realidad”, es decir tendremos que mover ese escenario, de forma que dejen de estar aisladas y formen un camino para nuestro ingenuo paseante. Realmente, más que mover el escenario lo que haremos es cambiar nuestra forma de verlo, es decir, los ejes de coordenadas desde los que lo vemos, percibiendo más que viendo, cosas que antes no veíamos, y dejando de ver otras que antes si lo hacíamos. Sé que es complicado de explicar, y más aun, complicado de jugar, sobre todo los primeros minutos.
Controlando las dimensiones con un simple stick
Para aclarar un poco el tema o terminar de complicarlo, tenemos que pasar por un obligatorio tutorial en el que nos enseñarán cinco reglas o más bien consejos básicos, basándose en ejemplos. Veremos como dos barras que a primera vista no están unidas, sí pueden estarlo al cambiar el ángulo de visión; o que igualmente, un agujero en una de ellas “desaparece” si colocamos otra delante. También comprobaremos como el resultado de caer desde un agujero variará según la estructura que pongamos debajo de él, y lo mismo pasará al pisar un saltador, pudiendo variar el destino al que llegaremos con nuestro salto simplemente cambiando el punto de vista.
Por si fuera poco la complejidad de cada puzzle, también tenemos que tener en cuenta otro factor, la precisión debe ser milimétrica a la hora de alinear piezas o situar los saltos o caídas, lo cual usando el pequeño stick de la PSP le añade otra dosis más de paciencia. Aparte de ese movimiento únicamente tendremos que usar el botón triangulo si queremos parar al muñeco y pensar, lo cual haremos casi todo el tiempo. El botón X lo usaremos para acelerarlo y el botón cuadrado para cambiar el maniquí seleccionado, en el caso de que sea posible.
Puzzles y puzzles no aptos para todos los públicos
Todo suena muy complicado, y realmente lo es, pero tras unos cuantos largos minutos de práctica y acoplamiento al sistema, merece la pena sumergirse en este particular universo estrujándose un poquillo las neuronas moviendo y removiendo la cámara. Otro punto más a su favor es que cada mapa no tendrá nada que ver con el anterior, siendo un reto completamente distinto, pero lo mejor de todo es que existirán varias formas de resolver cada puzzle.
Por si fuera poco mantenerse en pie en tan peculiar escenario, encima tendremos otros objetivos que cumplir en tres tipos de juego. Solitario, consiste en ir a buscar a otros personajes de un color grisáceo y denominados “ecos” que habrá por la pantalla. Parejas, como indica su nombre, consiste en ir a buscar los “ecos” del mismo color del que estemos manejando, por lo que podremos cambiar de personaje al que movemos. Una vez formada una pareja cambiará de color, y entonces podrá ir a buscar a la que se generará cuando se junte la otra pareja. Por último, Otros añade al modo solitario una figura de un color más oscuro que tendremos que evitar.
Para jugar a estos modos, podemos escoger la forma libre donde irán apareciendo niveles aleatorios. El modo Taller, en cambio, está organizado en galerías, conteniendo 12 de ellas, cada una con 8 niveles o mapas. Además en cada mapa podremos escoger el tipo de juego que queramos; solitario, pareja u otros.
Un número ingente de mapas los que vienen por defecto con el juego, pero que puede ser infinito ya que también contamos con el modo Lienzo, un sencillo editor con el que crear y compartir mapas con el resto de los usuarios a través de la PSNetwork.
Un pequeño detalle negativo que hemos encontrado varias veces es que al seleccionar el menú pausa con el botón start, deja marcada por defecto la opción de salir de la pantalla, por lo que sí pulsamos X perderemos todo el progreso, teniendo que pulsar de nuevo el botón start para volver a la partida.
Sobrio pero con clase
Técnicamente, Echochrome es un ejemplo de cómo hacer las cosas sencillas pero bien, y así tenemos que describirlo. En todo el juego, mapas, menús, etc., sólo veremos dos colores, blanco y negro, que combinados de una forma elegante y clara dejan todo el protagonismo para el puzzle en sí. Así de simple y de correcto.
Acompañándonos en todo momento tendremos de fondo una suave música clásica, sobre todo de instrumentos como el violín, con unos cantos estilo gregorianos que contribuyen todavía más a realzar el momento místico y de extrema concentración que se requiere para salvar a nuestro maniquí.
Como era de esperar, todo el juego está doblado y traducido impecablemente al castellano.
Echochrome es innovación, es un reto continuo a nuestra inteligencia, y sobre todo a nuestra forma de ver las cosas en el espacio, todo ello en un ambiente elegante y distinguido. Pero pese a todo lo bueno dicho hasta ahora, no sería justo recomendar Echochrome a cualquier jugador. Su propio planteamiento y una dificultad que va creciendo sensiblemente lo hacen recomendable sólo a jugadores con amplia perspectiva espacio temporal que busquen realmente un importante reto mental. Hay quien lo ha definido como el cubo de Rubrick de esta generación, y puede tener mucho de razón, ya que como aquél, pocos podrán presumir de haberlo completado.
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