AlexBrb / 28 de diciembre de 2019 Jugabilidad: Gráficos: Sonido: Innovación:

4 Pésimo

No todos los indies son oro
No me voy a andar por las ramas: The Red Strings Club ha sido una de las decepciones del año para mí. Me esperaba un juego inmersivo con esa atmósfera tan adictiva que tienen las distopías tipo Blade Runner o Detroit; en su lugar, me he encontrado con un juego aburrido, carente de ritmo y con una historia que nos han contado hasta la saciedad.

El juego se basa en contar la historia desde 3 perspectivas: la androide, el detective y el camarero. La parte del androide se basará en moldear piezas para modificar los sentimientos de los clientes de la empresa, un minijuego aburrido que, a pesar de ir sobre la creatividad, te exige recrear un molde y la única libertad que te proporciona es a la hora de elegir el módulo que quieres instalar a cada personaje. Esto tendrá sus consecuencias en el futuro, pero, elijamos lo que elijamos, el final será el mismo y solo cambiará la manera de llegar a él.
La parte del camarero se basa en elaborar cócteles que modifican el estado anímico de los clientes para sacarles información. Lejos de ser una amalgama de opciones infinitas, nos encontramos con que, si no haces lo que el juego espera, simplemente te quedas sin la información. Es decir, no hay libertad en el juego, puedes hacer las cosas bien o mal, punto. Además, la elaboración de los cócteles puede resultar de lo más frustrante aunque sea un minijuego sencillo.
La parte del detective es diálogo puro y un point-and-click que se carga toda la atmósfera construida de cara a la fase final del juego.

Por si fuera poco, el juego tiene un sistema de autoguardado totalmente punitivo. Llama la atención que un juego basado en diálogos y opciones te obligue a jugar la historia una y otra vez si quieres descubrir qué pasaría si eligieras otro diálogo en lugar de dejarte experimentar. Le quita la poca diversión que podría llegar a tener.

La historia es el rollo de siempre pero con muchas palabrotas y referencias sexuales de por medio, eso de tener personajes que se pasen toda la partida diciendo "ostia puta", "coño", "joder" y demás está guay si tienes 15 años y empiezas a escribir guiones amateur. Los diálogos no están mucho mejor construidos que lo que puedas encontrarte un sábado en Twitter. Y me parece genial que quieras darle visibilidad a según qué colectivos, pero no si lo haces de manera tan aburrida y anticlimática para utilizarlo a modo de sorpresa en lugar de normalizarlo. 

La banda sonora es discreta, no destaca en ningún momento y será difícil que recuerdes si a caso un tema a la hora de terminar el juego. Gráficamente no ofrece nada que no tengan los demás indie pixel art.

En definitiva, nos encontramos un juego con una historia manida, regularmente contada, sin buenos personajes y con minijuegos que alargan la partida de la peor manera posible: aburriendo al jugador. Además, a pesar de tener un gameplay basado en las opciones de diálogo, las posibilidades son demasiadas para que al final haya solo unas cuantas que aportan algo a la trama, siendo las demás opciones de castigo que te dejan sin objetos/información/personajes secundarios. Es un juego caro para lo poco que obtienes de él, y para sacar el final alternativo vas a necesitar tirar de guías sí o sí.


Personalmente, The Red Strings Club, como videojuego, no me ha aportado nada que no hubiera encontrado en un libro, un cómic, una serie o una película. Y eso es lo peor que se puede decir de un videojuego a día de hoy.