Primero reserva. Después pregunta

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Las reservas de SNES Mini se han puesto en marcha. Y aunque Nintendo ha prometido que el stock será significativamente más grande que con NES Mini, las reservas ya han empezado a acumularse, hasta el punto de tumbar webs de tiendas de videojuegos. Lo que no parece agotarse es el ansia por tener algo limitado y exclusivo: una nueva forma de comprar un videojuego.

Tengo una Super Nintendo Mini. Sí, la he conseguido reservar. Al igual que conseguí una NES Mini en su momento. No lo digo por alardear, aunque lo parezca. De hecho, reservé mi NES Mini por casualidad al hacer una compra en una tienda, antes de que se formara la vorágine y convertirse en un producto escaso y casi de lujo. Recuerdo sentirme estúpidamente privilegiado. Porque, de repente, la caza por un producto había pasado de ser algo ilusionante a una odisea reservada para el más rápido. Ahora, con SNES Mini, incluso pese a las palabras de Nintendo, asegurando que habría significativamente más volumen previsto para este año que con su anterior consola, la histeria colectiva se ha desatado (sí, la mía también). Ayer, Amazon Alemania y Amazon UK lanzaban sus respectivas reservas y se agotaron en cuestión de minutos. Hoy, la web de la tienda de cadenas GAME colapsaba ante la imposibilidad de gestionar una demanda tan grande de accesos a la reserva. Una reserva además de 10 euros y limitada a una por cliente que ha logrado que duren algo más en stock y frenar la rápida especulación.

Esto, lejos de ser otro nuevo fenómeno más en el a veces alocado mundo de los videojuegos, está creando diversos problemas a pasos agigantados. En primer lugar, el menos comentado: NES Mini no se agotó por demanda, sino por moda (y por una tirada limitada que no previó esta moda). No es que de repente una gran cantidad de jugadores hubiera oído la llamada por el retro de los 8 bits. Quien realmente la quiso en su momento, la tuvo. Y un montón de jugadores que no se habían planteado su compra se apresuraron a adquirirla posteriormente al grito de "¡que se acaban!". De repente, era más importante tener algo agotado, exclusivo, limitado, que plantearte si realmente lo ibas a utilizar.

Primero reserva. Después pregunta


Son todo síntomas de un tipo de marketing del que todos participamos y que lleva en auge desde hace años

Segundo. La alta demanda trajo un problema cada vez mayor: la especulación. Personas no interesadas en el producto, pero sí en la reventa, reservan un producto de 15 en 15 con múltiples cuentas para posteriormente venderlo al doble o triple de su precio. Los especuladores son un mal endémico de toda industria consumidora, pero también son una consecuencia del "a cualquier precio". Ayer mismo vi un vídeo del youtuber Puerta al Sótano donde denunciaba cómo la Edición Legacy de Metroid, que se puso en venta en Amazon, había volado en cuestión de minutos, para posteriormente encontrar todo tipo de precios desorbitados en eBay. Lo peor de todo es que esto se haga con una saga como Metroid, decía, que nunca ha sido un gran éxito de ventas, donde además se lleva tanto tiempo esperando un nuevo juego (sobre todo del tipo 2D) y esta Edición Legacy era más un reconocimiento a los fans que otra cosa. Y estoy completamente de acuerdo: no sé si llegaré a tener la fabulosa Legacy Edition de Metroid: Samus Returns, pero lo que sé seguro es que, por mucho que la quiera, no la conseguiré a través de un especulador.

Primero reserva. Después pregunta


Y tercero: el precedente. La locura por las reservas, el querer algo solo porque es limitado, conseguirlo "a cualquier precio", la especulación… Son todo síntomas de un tipo de marketing del que todos participamos y que lleva en auge desde hace años. Las tiendas, haciendo su trabajo, recogen nuestra ilusión y la convierten en algo limitado. Y aquí es donde nos tendríamos que preguntarnos hasta qué punto se fuerza esa limitación. Tiendas como Limited Run Games, cuya grata existencia ha dado lugar a poder disfrutar de muchos juegos digitales en formato físico, nos han acostumbrado también a estar pendiente de una fecha y una hora concreta delante del ordenador, pulsando F5. Y en todo este proceso, algo que deberíamos de hacer con ilusión, comprar una consola o un videojuego, se ha convertido en un montón de estrés innecesario, para todos aquellos jugadores que están delante de la pantalla esperando que se abra la reserva. Más estrés aún para los que (lógicamente) por estar trabajando, comiendo, dando un paseo o en la ducha, se han quedado sin ella.

Hay preguntas que hacer. Preguntas sobre si las compañías mercadean con nuestra ilusión. Se habla siempre de la rotura de stock voluntaria (aunque haya podido ocurrir, en mi opinión no es la razón detrás de la escasez de Switch, por ejemplo); sobre si las tiendas o los especuladores han llegado demasiado lejos, pero también si nosotros hemos cruzado la frontera que separa la ilusión de la histeria. Durante el día de hoy, he tenido el navegador lleno de pestañas abiertas, de diferentes tiendas. Avisos de amigos por WhatsApp y foros para ver si alguien se enteraba de algo. Mi muñeca ha estado ágil y mis dedos hacían clic en todos los botones de “aceptar”, incluyendo los que tenían que ver con mi tarjeta de crédito. Si por un error o por cualquier otra cosa hubiera costado 20 euros más, probablemente habría seguido adelante con la transacción. Con este tipo de actitud definitivamente no me he sentido parte de la solución, sino del problema.

Y sí. Al final he conseguido mi SNES Mini. Pero más allá de los 80 euros de rigor, ¿a qué precio realmente la he conseguido?

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