La belleza a veces consiste en cosas tan simples como saber apreciar cómo cambia el mundo con el impacto de las cuatro estaciones. Por eso, la idea de ver cómo cambia un juego dependiendo de si estamos en primavera, verano, otoño o invierno es más que interesante. Seasons After Fall nos lo propone, un "indie" artísticamente especial.
Notamos una sensación de alivio en los desarrolladores de Seasons After Fall. El proyecto había atravesado varios baches, con múltiples problemas para sacarlo adelante. Uno de sus fundadores, Guillaume Martin, empezó la charla no hablando sobre su juego, sino sobre los distintos episodios que había sufrido durante su creación. Esos elementos que son invisibles cuando te pones a jugar, pero que nunca está de más conocer.
Puntos muertos en que no sabían cómo continuar, con escasez de recursos y falta de personal (empezaron siendo sólo dos personas). Sin embargo, había algo que nos estaba hipnotizando en segundo plano: la pantalla del televisor que corría el videojuego. Ya antes de sentarnos con los desarrolladores, sabíamos que el título era especial. Lo teníamos como una de las citas más potencialmente interesantes del evento celebrado aquel día en París.
Ese aspecto visual tan vivo y colorido de animaciones resultonas nos hacía recordar los últimos juegos de Rayman. No tardaron mucho en explicarnos que el programador principal de Rayman Legends se encontraba trabajando en el proyecto. De ahí el parecido. Todo apunta a que han intentado emular (con éxito) el fantástico UbiArt Framework, ese motor que permite trasladar los diseños del papel a la pantalla, sin mediadores.
Arte en movimiento
Es este el principal encanto de un juego que entra por los ojos, convirtiéndose en su principal reclamo. Se trata de una aventura puramente sensorial, en forma de plataformas 2D que más que reto, propone un momento de recreación visual y relajación a los mandos. Nada de enemigos, acción de saltos o peligros que acaben con nuestra vida. No hay muertes. No hay una gran dificultad. Seasons After Fall prefiere la exploración y los puzles, una experiencia fuera de las convenciones. Busca un espacio diferente, uno que no esté superpoblado.
No veréis tampoco ningún elemento de interfaz que manche el brillante apartado artístico. El juego habla a través de la naturaleza que representa, siendo las cuatro estaciones las verdaderas protagonistas. La principal habilidad del zorro que manejamos es movernos entre ellas, yendo a la primavera, verano, otoño e invierno en cualquier momento. Bueno, más bien en el momento en que hayamos superado la región asociada. En total, el juego posee cuatro regiones, cada una correspondiente a cada una de las estaciones del año.
No es un juego lineal, sino que posee una zona central con acceso a cada una de las zonas. Esto puede ser muy interesante y nos ha recordado a la estructura de los Metroid. La gran diferencia aquí es que los que se modifican son los escenarios. El impacto de las estaciones no es sólo audiovisual (toda una delicia), sino también jugable. Una de las dinámicas principales consiste en conducir medusas hasta puntos claves del escenario desde los que activar determinados mecanismos. De alguna manera, sentimos que nuestro zorro es el encargado de dar vida a un bosque que lo que está claro es que algo le ha ocurrido.
Habrá mucha fantasía, con la finalidad de liberar a los guardianes de las estaciones y descubrir un asunto oscuro relacionado con la misteriosa quinta estación. No hay más detalles, y nos gusta, porque buena parte del interés del juego consiste en que nos dejemos llevar. No es el típico plataformas ni una aventura llena de emociones sin parangón, pero puede resultar interesante. Lo comprobaremos a lo largo de este mismo 2016.