Dragon Quest VIII es un videojuego atemporal. Así de claro. O al menos, hasta el día de hoy en que lo hemos recuperado en Nintendo 3DS. A pesar de que haya pasado más de una década, esta entrega tiene algo de inmortal. Lo descubrimos tras pasar unas horas con él.
Seguramente te haya pasado. Perderte alguna entrega de Metal Gear, Final Fantasy u otra gran franquicia. A veces es difícil volver atrás. Como las personas, hay videojuegos que envejecen mejor y peor. Sin embargo, las compañías llevan ya unos cuantos años intentando ponérnoslo fácil. Una de ellas es sin duda Square Enix… Más en concreto, con su serie Dragon Quest.
Yo fui uno de los insensatos que no jugó en su día a Dragon Quest VIII: El periplo del rey maldito, una entrega que está en el corazón de muchos jugadores por haber significado uno de los mejores exponentes de esta franquicia, además del primero en llegar a Occidente. Ya me valía y ya les valía... Apareció en PlayStation 2 hace 12 años, y con traducción al castellano. Su desarrolladora, Level-5, fue como la estrella fugaz que aparece, cumple el sueño, y desaparece sin más. Tras un destacado Dragon Quest IX, nunca se volvió a saber de ellos en esta saga. Pero el juego está ahí, como testigo de una maravillosa época para los J-RPG.
He de reconocer que iba con miedo, pero se me quitó tras las primeras horas de juego en Nintendo 3DS. Esos diseños, esa música, ese mundo, esa jugabilidad… Empiezo a pensar que el código fuente de Dragon Quest viajó alguna vez a las tierras imperecederas, porque se ha hecho inmortal… o al menos, no envejece. Qué maravilla… A la redacción han llegado RPG japoneses desde entonces, pero ya hablemos de juegos nuevos o remasterizaciones, recuerdo pocos tan mágicos como este.
La entrega imperecedera
La respuesta a mi pregunta es clara: por DQ VIII no ha pasado el tiempo. Por supuesto, Nintendo 3DS contribuye a esta sensación. Me parece la consola ideal para recibir esta versión, incluso a pesar de que luche tanto por mover cada frame, cada polígono, cada vídeo de introducción… Son unos tres gigas de instalación, tres veces más que Dragon Quest VII. Un juego voluminoso, pero que lo vale, incluso a pesar de no haber contado con la genial música orquestada del original.
No es ninguna blasfemia empezar a hablar de la banda sonora, porque es probablemente el mejor trabajo que se ha hecho en toda la saga. Hay más variedad de temas. Hay un mayor sentimiento. Hay algo místico en cada partitura. A pesar de estar en MIDI y perder parte de la gracia, la música es la puerta de entrada a un mundo fantástico, tan grande que no veo nada descabellado superar las 50, 75 ó 100 horas que duró el juego en su día.
Dudo que esto varíe, salvo por el hecho de que se añade un nuevo desenlace, y que tenemos una mazmorra adicional tras completar la aventura. Habrá que verlo… pero de lo que estoy seguro es que el juego tiene pueblos y mazmorras a tutiplén. Ya he visto unos cuantos, y eso que sólo he rozado la superficie. Como juego de rol es sublime. Como J-RPG es espectacular. Y todo lo consigue sin alejarse de las bases de la franquicia, lo cual lo hace aún más sorprendente.
3DS parece la consola ideal para recibir esta versión
Me ha fascinado lo mucho que cuesta subir de nivel, o más bien el excelente equilibrio que he sentido, al menos en estos primeros compases. Una progresión medida el milímetro, que te obliga a levear, pero en la justa medida. No cansa ni se queda corto. Es importante, porque en este punto la fastidian muchos juegos del género. Level-5 aprovechó su paso por esta franquicia para dar un puñetazo sobre la mesa.
Por eso, al subir de nivel, añadió los puntos de destreza, que sirven para potenciar determinados atributos de nuestros personajes. Por eso existe un ajuste tan magnífico entre el dinero que recibimos y el equipamiento que podemos adquirir. Por eso se hace tan importante volver a la iglesia de vez en cuando, grabar partida, y seguir con nuestro camino. Es Dragon Quest elevado a su máxima expresión, y eso que todavía nos queda hablar de uno de sus nombres más icónicos…
Akira Toriyama volvió a repetir como diseñador, con personajes icónicos que se han quedado para el recuerdo. Los personajes son encantadores y los entornos preciosos. Hasta me da la impresión de que esta vez el nipón hacía autocrítica y trataba de reinventarse, huyendo del "clonismo" del que tanto se le ha acusado. Especial mención a los enemigos, que son un cachondeo. Una minibrocheta de pimientos (pimincho) se encuentra con los clásicos rivales con que nos habíamos enfrentado en el pasado. Lo curioso es que nada choca, y aún no me explico por qué… Si me pusiesen una tostadora que ataca con rebanadas de pan no me extrañaría, y hasta me resultaría gracioso.
Este juego tiene magia, es especial, y se ve genial en Nintendo 3DS. No pierde atributos con respecto a la versión de PS2. Es más, gana en definición, lo cual lo convierte en una auténtica gozada. Eso sí, no esperéis efecto 3D porque ya bastante tenía la consola para mover un mundo que, por otra parte, maneja estupendamente los tiempos de carga. Otra vez, sorprende.
Por el momento, no tengo más que buenas palabras para este reencuentro, que en realidad para mí es un descubrimiento. Tras tantos años, no me esperaba que Dragon Quest VIII hubiese envejecido tan bien, y mucho menos que ahora mismo esté deseando volver a la consola para seguir librando combates, subir de nivel y progresar en una historia interesante. Veremos hasta donde llega, pero muy mal se tienen que poner las cosas para que mi viaje no sea épico.