El día que estuve jugando a Elden Ring con casi 39 grados de fiebre: no se lo recomiendo a nadie

El día que estuve jugando a Elden Ring con casi 39 grados de fiebre: no se lo recomiendo a nadie
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Elden Ring estando perfectamente sano es todo un desafío, pero si además lo juegas con fiebre la experiencia se convierte en una verdadera locura. El videojuego de FromSoftware ya tiene pasajes de auténtica pesadilla, pero en un estado febril todo se distorsiona de forma grotesca. Esta es mi historia, y no se la recomiendo a nadie.

El termómetro no miente. Casi 39 grados y el peor día del autoimpuesto confinamiento, pero llevo más horas durmiendo que despierto. Son las 20:00, todavía debo esperar unas horas para tomar el siguiente Paracetamol y estoy demasiado cansado para hacer nada que no sea dejarme caer sobre el sofá. Empiezo a ver The Batman, pero con la fiebre me está costando un poco enterarme de lo que está sucediendo. ¿Qué me queda? Elden Ring. Ni siquiera estoy muy seguro de dónde estoy cuando tomo forma en la Gracia de Velo Tormentoso, es un recinto pequeño como otros ochocientos que he visitado en el castillo. Pero cuando salgo y miro a la derecha, el escalofrío: la puerta de niebla que me separa de Godrick me recuerda el que, hasta ahora, está siendo mi momento más frustrante con el juego. Godrick el Injertado es, para mí, más bien Godrick el irreductible. Gordick el destructor de jugadores. Gordick el bastardo, en definitiva.

Un primer intento en el que soy convenientemente pulverizado sirve para recordar que necesito más nivel, así que, como explorando el castillo conocí a Nepheli, al revivir me dispongo a hacer acopio de runas junto a ella asesinando todo lo que hay por ahí. Las vasijas giratorias me dan algo de nivel y todavía no tengo muy claro si era la fiebre o que al sistema de colisiones del juego le dan igual las paredes, pero tengo el vívido recuerdo de atacar al gigantón de la plaza con mis hechizos desde la falsa seguridad de estar bajo el pasillo al que en teoría no debería tener acceso por tamaño y que éste, con sus manazas, desafía cualquier ley de la física atravesando el edificio entero a golpes. ¿Delirios? No lo tengo claro, pero teniendo en cuenta lo caprichosillo que es FromSoftware con estas cosas no me extrañaría lo más mínimo que mi mente no necesite jugarme malas pasadas para ello. El caso es que, a pesar del susto, caen él y sus compinches… varias veces, de hecho, para coger nivel porque es el que más almas, digo runas, suelta de la zona. Pero también me aburro. Necesito algo que me mantenga en el filo o me quedo frito en el sofá, y la idea de repetir los mismos enfrentamientos 6 o 7 veces para maximizar las runas no es que me apetezca mucho. Vamos a la aventura.

Pidiendo ayuda en Elden Ring


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Así que hago lo que guardo siempre como última opción, invocar una ayudita a través del multijugador para acabar con Godrick. Ahora soy nivel 23, con la esponja de golpes de Nepheli y un aliado medianamente competente debería caer. Invoco ya con el saludo y la reverencia preparados para recibir a mi héroe. La persona que me va a sacar del aprieto y me va a permitir seguir avanzando por Velo Tormentoso, seguramente una reluciente armadura con un arma de enormes dimensiones. Quien aparece es un tal Lynnick, un tío en calzoncillos con espada. El primer vistazo no es demasiado imponente, la verdad, pero luego pienso… ¡Es mi día de suerte! Debe tratarse del típico tío que está haciéndose una no-hit y que va tan sobrado que esta vuelta se la está haciendo casi en pelotas… ¡Por eso no lleva ni siquiera escudo! Claro, no lo necesita. ¡Para qué! No le van a dar. Todo cobra sentido en mi cabeza como si de un puzle se tratara.

El combate se resume en 10 segundos de ilusión y 5 segundos de bofetón con la triste realidad

Así que cruzamos el umbral más tiesos que un palo, no he estado más orgulloso en un juego de la saga Souls en mi vida. Vamos a arrasar a Godrick de tal forma que casi se me ha olvidado el confinamiento y la fiebre. Estoy eufórico Lynnick va a saco, ha entendido la dinámica. Él ataca con su fuerza bruta y yo disparo desde la distancia, ¡esto no puede fallar! Godrick está a punto de ser historia y todavía no lo sabe. El gigantesco villano concentra su interés en mí nada más comenzar, así que mi compañero no tiene problema en correr por un costado hasta ponerse a su altura y comienza a atacarle. Espadazos y mandobles encadenados con una elegancia sin par, sólo 10 segundos de combate y ya estoy admirado y agradecido al matchmaking por ponerme al lado de esa bestia del combate. Esquivo bien los primeros ataques de Godrick, así que éste se gira sobre sí mismo e inicia la maniobra que le he visto hacer 400 veces y que cualquier persona que haya jugado contra él ha identificado más rápido por ser la más lenta pero la más dañina. Primero crea ese anillo de viento a su alrededor, después voltereta y ataque en vertical desde lo alto. Mi aliado se traga los dos golpes como un pato engullendo migas de pan: sin cerrar la boca, ni masticar, sin dejar nada para los demás, vamos. El bueno de Lynnick muere ahí mismo, por supuesto. Vamos, que el tío no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. El combate se resume en 10 segundos de ilusión y 5 segundos de bofetón con la triste realidad: vuelvo a estar solo.

El día que estuve jugando a Elden Ring con casi 39 grados de fiebre: no se lo recomiendo a nadie

A pesar del golpe a la moral, no me rindo. Muero, claro, pero vuelvo a invocar. El irreductible soy yo. Joseph aparece. Nombre nada prometedor para un aspecto sí más rotundo, esto sí es un caballero hecho y derecho. Comienza el combate y todo funciona como la seda. Si no has terminado a Godrick, deja de leer aquí para evitar spoilers. Este tío es tan bueno que quiero aparentar que yo también sé lo que estoy haciendo, así que cuando el gigantón comienza la transformación de la mitad del combate me acuerdo de lo que va a hacer y corro a esconderme detrás de unas lápidas para que no me alcance la primera llamarada que sé que arroja. Craso error, tropiezo con la orografía y me engancho con unas tumbas justo antes de llegar al refugio. Por supuesto, el fuego me alcanza de plano. Sólo tenías que hacer una cosa, Álvaro. Sólo una cosa.

Corro por el inventario lo más rápido que me permite la fiebre para recomponer la salud, con los nervios paso por encima del vial adecuado DOS VECES. Cuando por fin vuelvo a tener la vida a un nivel razonable, levanto la vista y ahí está Joseph. Mi héroe. Él solito sigue esquivando y atacando a Godrick y entre los dos conseguimos que caiga (sobre todo él, no os voy a mentir, pero me gusta pensar que está ahí mi granito de arena también). Al acabar con el jefe, me despido de mi salvador con una merecida reverencia. ¿Qué hacer ahora? En prácticamente el único momento de claridad de todo el día viene a mi memoria la torre que hay al final del muro noreste de Velo Tormentoso. No sin sudar, en su momento conseguí alcanzarlo pero arriba del todo había un mecanismo que no sabía para qué servía. ¿Quizá lo que ha dejado el jefe me sirva? Efectivamente, me teletransporto a la gracia que hay cerca de la cima y descubro que la runa de Gordick se puede canjear en lo alto de la construcción por un nuevo objeto que, seguramente, pronto sabré cómo usar o con qué combinar.

El día que estuve jugando a Elden Ring con casi 39 grados de fiebre: no se lo recomiendo a nadie

Solo quiera irme a la cama, demasiadas emociones para una sesión de juego

Me siento tan fuerte después de haber vencido a Godrick el Injertado que ahora mismo nadie puede conmigo, mi cerebro no es capaz de discernir que hacerlo al lado de un jugador experto y con la clase Astrólogo no es precisamente una proeza. Pero estoy muy arriba ahora mismo. Tanto que me acuerdo del primer bofetón de realidad que me propinó Elden Ring en las primeras horas de juego, sí aquella vez en la que me las prometía felices para abrir un cofre y obtener un botín y, en cambio, fui trasladado al infierno en la tierra. Las terribles minas de cristal donde todo el mundo parecía tener un nivel desproporcionado y del que sólo conseguí salir corriendo como un perro.

Probablemente sea demasiado pronto para las minas como me demuestran los primeros combates con los vigilantes y los trabajadores de la zona, pero después de tanto tiempo la visión exterior de Caelid vuelve a ser cautivadora… Sigue pareciendo otro mundo, otro planeta, otro sistema. Lo que mezclado con mi estado hace que a estas alturas solo quiera irme a la cama, demasiadas emociones para una sesión de juego de un par de horas. Después de todo no ha estado tan mal la incursión en Elden Ring con fiebre. Ha habido más torpezas que aciertos, pero es una de las pocas veces en las que un juego de FromSoftware ha deparado buena fortuna a un jugador débil, apocado y febril como yo. Probablemente no vuelva a repetirse.

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