Incluso si no te gustan los gatos, Stray es un juego que debes seguir de cerca

Incluso si no te gustan los gatos, Stray es un juego que debes seguir de cerca
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Acompañamos a este gato extraviado a través de una ciudad cibernética para encontrar su camino a casa en uno de los juegos más originales que hemos visto para este año.

No es solo por ser un gato, sino todo lo que significa encarnarlo. Una ciudad no se ve ni se recorre igual desde la perspectiva de un felino. Y, por tanto, a la hora de recrear un nivel uno se da cuenta que no puede diseñarlo igual que si el protagonista fuera humano. De nada sirve, por ejemplo, poner escaleras o ascensores, pues un gato tiene sus propias formas de subirse a los tejados. Hay que pensar como un gato. Moverse como un gato. Y eso es lo que han hecho en BlueTwelve Studio con Stray.

Las animaciones, por ejemplo. Las de nuestro gato callejero son exquisitas y muy realistas. Pocas veces notarás esas conjunciones entre set de animaciones que te sacan de la inmersión y revelan que, efectivamente, estás jugando a un videojuego. El estudio dice que comenzaron a trabajarlas a la antigua usanza con key frames; más adelante, descubrieron que había motion capture para gatos (sí), pero decidieron seguir con su trabajo artesanal porque solo así podían conseguir la conjugación perfecta entre los movimientos felinos y las acciones y reacciones del jugador.

El trabajo es soberbio. Vas a enamorarte de este gato. Vas incluso a interpretarlo, pues Stray está lleno de acciones que sistémicamente no sirven para nada, pero que lo son todo para transmitir el mundo interior del animal. Maullar, tirar cosas desde las alturas, arañar puertas y sofás, jugar con los mandos a distancia, dormir… pueden no parecer útiles, pero nos conectan con nuestro felino de la misma manera que le tienes que perdonar a tu gato cada vez que te tira el café al suelo o juega con tu mando.

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Por todo ello, cuando he visto Stray en movimiento me ha parecido que sus creadores no han prestado atención a los convencionalismos del videojuego, tanto como a la correcta traslación de las habilidades y extravagancias gatunas. Así que no esperes que el juego de pronto se convierta en un hack and slash donde nuestro gato se ponga a dar zarpazos contra toda la fauna de esta ciudad cyberpunk. Pero tampoco es un juego puramente contemplativo. Por lo que he podido ver, cada nivel tiene un poco su propia identidad. Uno busca la exploración de sus alturas y sus callejones, otro se enfoca más en el sigilo, otro en unos ingeniosos puzles u otros en fases con algo más de acción en las que somos perseguidos por extraños seres robóticos.

Los niveles más interesantes parecen los que contienen zonas que conforman pequeños mundos abiertos y muy verticales. No tienen la escala, por supuesto, de las grandes producciones actuales, pero a ojos de nuestro gato callejero sí nos parecerán grandes y con posibilidades. Entre ellas, incluso, completar misiones secundarias. Para ello habrá que hacer uso de nuestra acrobacia gatuna que ha sufrido cambios en los siete años de desarrollo que, el estudio comenta, ha sido este juego. En un principio se creó un sistema de plataformas que quizá daba un talante más lúdico a la obra, pero que no mostraba, por la alta probabilidad de fallar, la facilidad con la que un felino es capaz de subirse a prácticamente cualquier lugar con una agilidad perfecta. Ahora, con enfocar la cámara a la siguiente cornisa, aparecerá el botón correspondiente para dar un salto automático, pero perfecto, pues pocas veces los gatos yerran el salto.

Incluso si no te gustan los gatos, Stray es un juego que debes seguir de cerca

Así que la idea de una ciudad cyberpunk se amoldaba como telón de fondo perfecto para esta historia, con una fuerte inspiración en la famosa Ciudad amurallada de Kowloon en Hong Kong. En el juego, esta ciudad está habitada exclusivamente por robots de forma humanoide que sobreviven a duras penas en la decadente urbe, a menudo rapiñando repuestos de vertederos y expandiendo sus asentamientos a los lugares más inhóspitos. Gracias a un dispositivo y un pequeño robot que encontraremos, podremos interactuar con ellos y encargarnos tanto de encontrar a personas clave para el desarrollo de la aventura como ayudar a otros con sus necesidades.

No esperes que el juego de pronto se convierta en un hack and slash donde nuestro gato se ponga a dar zarpazos

Es en la conjunción de esta ciudad y la recreación de nuestro gato y sus movimientos donde Stray deposita su magia. Por lo que hemos podido ver, parece que merecerá la pena extraviarse aún más en cada nivel, perderse en sus calles, en sus locales y en sus detalles no solo para apreciar el trabajo artístico que hay en cada esquina, sino para descubrir un poco más de la historia y el trasfondo que contiene el juego. De hecho, cada vez que juguemos con esos mandos a distancia que encienden televisores, el felino nos ayudará a ver un pequeño vídeo para entender aún más el contexto en el que vive esta robótica población. Sus autores no esconden (y bien me parece) que Stray es una experiencia que no necesita de una larga duración: unas 6-7 horas para recorrerlo directamente de principio a fin, con una extensión de 8-9 si nos paramos a realizar tareas y explorar el territorio.

Incluso si no te gustan los gatos, Stray es un juego que debes seguir de cerca

No parece, por tanto, una experiencia que quiera abusar de sus sistemas de juego para repetirlos hasta la saciedad, dotarlo de muchas mecánicas de progresión, subida de niveles o habilidades y cosas así. Como decía antes, más que ese factor puramente lúdico, Stray busca que acompañemos a este gato en una aventura a través de sus ojos y de su mundo, apreciando los detalles únicos de navegar por un entorno como la bola de pelo que somos. No se olvidan de contar en el camino una historia que, durante la presentación, se han cuidado mucho de no desvelar ni un poco para que sorprenda al jugador a los mandos. Y, hablando de mandos, tampoco han descuidado las funciones del DualSense, que va a beneficiarse a través de su vibración háptica de transmitir los maullidos, ronroneos y pasitos del felino. Así da gusto perderse.

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