Supermassive Games toma el relevo de Tarsier con una secuela que introduce el cooperativo como principal novedad
Hay un término algo complicado de entender en nuestra industria. En inglés se dice "gamey", que significa algo como "muy de videojuego". Es difícil de entender porque estás achacando a algo ser exactamente lo que es, un videojuego, pero de forma peyorativa. Pero este término, como todo, tiene una explicación; significa que cuando el juego está intentando que entres en su mundo, en su atmósfera y en su tono, aparece una mecánica de videojuego demasiado reconocible y que produce fricción. Y Little Nightmares III tiene algunas cosas... muy de videojuego.
Lo notaba porque cuando en las dos aventuras anteriores de Tarsier estaba completamente sumergido en sus extraños y pesadillescos mundos, no existía nada más. No pensaba realmente en saltos, plataformas, puzles o mecánicas. Al menos, no conscientemente, identificando los factores que componen un videojuego. El estudio era capaz de crear una ilusión que hacía que lo único que importaba eran las sensaciones de extrañeza, tensión y repulsión por los monstruos que habitaban la pantalla. Y no es que Little Nightmares III no tenga entornos conseguidos, porque los tiene; es otro imaginario de lugares grotescos asociados a la psique infantil que, en esta ocasión, se recorre junto a un amigo (o en solitario junto a la IA). Pero en los momentos en los que más debía brillar un Little Nightmares, creo que este cambio de testigo a Supermassive ha perdido esa capacidad ilusoria y, en definitiva, lo he notado como un juego más consciente de sí mismo.
Una pesadilla que se juega acompañado
Veía claramente cuándo esta entrega quería que hiciera un puzle o una fase de saltos, mediante una serie de acciones coordinadas con tu compañero que tenía sensación de haber hecho antes en algún que otro videojuego. La idea del cooperativo en Little Nightmares III es buena; es, en el fondo, lo que justifica tener una tercera parte. Pero, a su vez, es complicada de ejecutar bien y no porque a Supermassive le falte talento. Sencillamente, las dinámicas del juego cooperativo son distintas a las del juego en solitario. Exige un ritmo más lento, de esperar al otro, de dejar que explore y se equivoque, mientras que el alma de un Little Nightmares es más ágil; sus dos anteriores entregas permiten arriesgar más en ideas basadas en el ensayo y el error. De alguna manera, de hecho, siempre he pensado en esta saga como el hijo inteligente de un Another World.
Supermassive busca otro tono, claramente. Aquí Low y Alone, sus protagonistas, van equipados con una llave inglesa y un arco, lo que nos sirve para resolver algunas situaciones y rompecabezas, pero en el que hay alguna que otra caída en la tentación de llevarlo un poco al terreno de la acción. En general, uno puede sentirse también algo poderoso en esa entrega más que indefenso (como comentaba en el análisis de Silent Hill f). El propio hecho de ir acompañado ya hace que la tensión disminuya, por no sentirse tan desamparado. Pero, por fortuna, también encuentra momentos inspirados en cada uno de los grandes arcos. Hay enemigos inquietantes, de esos que se van presentando poco a poco siguiendo la regla de no enseñar por completo al monstruo.
Y lo mejor es que sigue incidiendo en esa corrupción de la cotidianeidad. Los lugares que visitamos saben reflejar bien lo extraño y repulsivo que puede parecer el mundo adulto a los ojos de un niño, con todas esas masas de carne realizando actividades repetitivas y sin sentido; arrastrándose por la vida en una agonía mecánica. Y, por esos momentos, creo que merece la pena jugar a Little Nightmares 3, aunque para mí haya terminado en un escalón por debajo de la obra de Tarsier.
Si no tienes un amigo disponible, tampoco te preocupes mucho. La IA del personaje secundario funciona relativamente bien. No se encalla ni te deja tirado en los peores momentos. Pero sí es posible que ayude a veces demasiado, y otras menos de lo que lo haría un jugador humano experimentando con el entorno. Además, Supermassive ha querido aprovechar aquí la ocasión para que la experiencia sea algo más que cooperar, e intentar formar un vínculo, y puede ser bonito jugarlo con la persona adecuada.
Con todo, creo que estamos en uno de esos momentos en los que una buena idea sigue funcionando, pero ya no brilla con la misma intensidad. Si aún tienes hambre de más pequeñas pesadillas, adelante; seguirás encontrando valor en la obra con algunos momentos tensos, otros logrados y un soplo de aire fresco en la modalidad cooperativa. Pero, probablemente al igual que Tarsier, a partir de esta entrega veo ya una cierta repetición en la fórmula. Quizá es el turno de dar vida a nuevas pesadillas.
Buen juego, pero menos especial
Little Nightmares III es un buen juego, pero uno que ha perdido por el camino parte de esa magia que hacía únicos a los dos anteriores. Supermassive ha hecho un trabajo notable, pero no he podido evitar sentirlo todo más mundano. He sido más consciente de los puzles, de las plataformas, de las mecánicas cooperativas, y esa ilusión de estar completamente sumergido en su mundo y su atmósfera a veces se rompía. La idea del cooperativo es la excusa perfecta para una tercera parte, no hay duda, y jugarlo con alguien puede ser una experiencia bonita, pero le roba parte de esa soledad y esa tensión que eran el alma de la saga. Aun así, sigue teniendo momentos geniales, con ese imaginario grotesco que corrompe lo cotidiano y unos monstruos que se te quedan grabados en la retina. Es una obra que funciona y que gustará a los que busquen más de este universo, pero que ya no brilla con la misma intensidad ni tiene la misma capacidad para sorprender.
Comprar Little Nightmares III- Su principal novedad es el modo cooperativo, que justifica esta tercera entrega. En solitario funciona bien también.
- Incomprensiblemente, no admite el cooperativo local.
- Mantiene un imaginario grotesco y enemigos inquietantes muy conseguidos.
- Las nuevas herramientas como el arco y la llave inglesa y el hecho de ir acompañado dan más sensación de poder que de indefensión.
- Es una buena secuela, pero quizá un escalón por debajo de la obra de Tarsier.
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