Deathwatch es un regreso correcto de Splinter Cell, pero ya va siendo hora de que tengamos nuevo videojuego
Ver Splinter Cell: Deathwatch ha sido una mala idea. Y es que le tenía ganas a esta nueva serie de animación porque la saga de juegos me gusta mucho. Ante el aparente abandono que sufre la serie en su medio original, pensaba que esta propuesta de Netflix podría ser un consuelo para matar el gusanillo. Pero, error. La serie no solo no ha logrado saciar mis ansias de Splinter Cell, sino que ha servido para recordarme todavía más cuánto echo de menos los videojuegos. Y eso que la serie no es gran cosa. Aun así, hay que reconocer que el esfuerzo de traer de vuelta a Sam Fisher y su mundo de espionaje merece un mínimo de reconocimiento.
Creada y escrita por Derek Kolstad, el cerebro detrás de John Wick, Deathwatch nos sitúa décadas después de Blacklist, el último juego editado de la saga, mostrando a un Sam Fisher retirado en una granja polaca. Tras un operativo fallido de la joven agente Zinnia McKenna, Fisher se ve obligado a regresar a la acción, enfrentándose a viejos enemigos como Douglas Shetland y los hijos de este, Diana y Charlie, sosos a más no poder. La serie ofrece acción, espionaje y la siempre intrigante tensión de la infiltración y el sigilo, aunque en la práctica queda un poco descafeinada frente a lo que los videojuegos lograban transmitir.
Una serie poco memorable, una franquicia inolvidable
Para ser un serie con toda la maquinaria de Netflix detrás, resulta llamativo la descuidada animación. A más de uno le recordará, en lo malo, a esos episodios tan polémicos de Invencible, que prácticamente eran un pase de diapositivas. Exagero, claro, pero solo un poco. A cargo de FOST Studio, la serie adopta un estilo occidental bastante estándar que no termina de brillar. Parece increíble que estos mismos profesionales nos dejaran la preciosa Wolfwalkers y ahora anden con estos trabajos tan ramplones: funcional, pero sin alma. La serie no experimenta visualmente, y eso se nota en escenas que, en los juegos, eran icónicas por la forma en que manejaban la luz y la oscuridad para crear tensión y que aquí no tienen nada de especial.
Eso sí, hay puntos positivos que merecen ser destacados. Liev Schreiber, como la voz de un Sam Fisher más viejo, logra imprimir cierta gravitas y humanidad a un personaje que podría haber quedado reducido a un arquetipo de espía gruñón. Su química con McKenna funciona, mientras que la serie en general mantiene un ritmo ágil que hace que los episodios, cortos y concisos, se vean de un tirón. La verdad es que la serie va al grano, pero no asume ningún tipo de riesgo narrativo. Los fans de siempre reconocerán detalles de Chaos Theory, y algunos momentos de la serie funcionan como guiños perfectos para los nostálgicos, pero más allá del fan service, no sé cuál es el reclamo de esta serie para quienes no sean jugadores.
¿Para quién es realmente Deathwatch?
Aquí surge la gran pregunta: ¿la serie tiene atractivo para quienes nunca han jugado a Splinter Cell? La respuesta no es sencilla. La trama puede resultar un poco confusa, con subtramas de espionaje corporativo y conspiraciones globales que parece una propuesta de guion para una película de acción más que un relato sólido. Tal vez para aquel proyecto cancelado en 2014…. La animación, como os decía, tal vez no ayude a enganchar a un público generalista. Más allá del reclamo de volver a ver a Sam Fisher, me resulta difícil imaginar que un espectador que desconozca la saga se enganche de verdad. La serie se sostiene sobre la nostalgia del jugador que conoce la franquicia, y eso siempre limita su alcance.
Aun así, Netflix parece confiar en el proyecto, ya que ha anunciado la renovación para una segunda temporada. Kolstad ha comentado que esta nueva etapa explorará historias a mayor escala sin perder la intimidad en las relaciones y la acción. Habrá que ver si en paralelo a este refuerzo narrativo se logra un resultado más cuidado y atractivo en lo técnico, capaz de seducir tanto a veteranos como a nuevos espectadores.
Un recordatorio de que Ubisoft tiene fans que quieren más
Más allá de la serie, el estreno de Deathwatch sirve como recordatorio de que la comunidad de Splinter Cell sigue viva y hambrienta de contenido original. Yo tenía muchas ganas de ver esta nueva serie, y a pesar de que el resultado me ha decepcionado, no ha hecho más que avivar mis esperanzas de disfrutar de un nuevo juego. Desde Blacklist en 2013, la saga principal lleva un largo periodo en barbecho, a la espera del estreno del ansiado remake del primer Splinter Cell. Pero los años han pasado sin un nuevo lanzamiento concreto. Mientras tanto, Deathwatch hace lo que puede: entretener, recordar viejas glorias y mantener el nombre de Splinter Cell vivo, aunque de forma imperfecta.
Aunque la serie no sea el mejor homenaje, ni una adaptación perfecta, demuestra que la marca sigue teniendo tirón como propiedad intelectual. Ubisoft debería tomar nota: hay ganas de más por parte de los jugadores, de continuidad y de respeto hacia lo que hizo grande a Sam Fisher y sus juegos. La nostalgia funciona, sí, pero no puede ser el único motor. La serie no sustituye un juego y, en muchos sentidos, resalta la ausencia de un nuevo título de verdad, que es lo que realmente deseamos los jugadores.
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