Tal vez sea una generalización peligrosa, pero creo que casi todos hemos tenido la sensación de que si una película tenía un cartel creado por Drew Struzan, entonces es que era una buena película. Era casi una garantía de magia. La noticia de su fallecimiento, el pasado 13 de octubre a los 78 años, ha cerrado un capítulo esencial de la historia del cine. Un capítulo hecho de aerógrafos, lápices de color y un talento capaz de transformar la emoción de una historia en una sola imagen.
El artista que convirtió el cine en un sueño ilustrado
Struzan había sido diagnosticado con Alzheimer hace años, una enfermedad que ya le había apartado de la pintura. Su esposa lo comunicó en marzo de 2025 en redes sociales, pidiendo que su legado no se olvidara. Su muerte, confirmada oficialmente a través de su cuenta de Instagram, ha desatado una ola de homenajes en todo el mundo. Steven Spielberg, George Lucas y Guillermo del Toro, sus más fieles admiradores, le despidieron con palabras cargadas de respeto y emoción. "Drew hizo arte de evento. Sus carteles convirtieron nuestras películas en destinos", escribió Spielberg. Y George Lucas añadió en su día: "Cuando ves un cartel de Drew Struzan, no estás viendo solo una ilustración, estás viendo la esencia de la película en una sola imagen."
El creador de los sueños de Hollywood
Nacido en Oregon City en 1947, Drew Struzan no tuvo una infancia fácil. Él mismo contaba que aprendió a dibujar en papel higiénico, con un simple lápiz, porque no podía permitirse materiales mejores. Aquella obstinación por crear con lo que tuviera a mano marcó toda su vida. Estudió en el ArtCenter College of Design de Pasadena, y comenzó su carrera profesional diseñando portadas de discos para artistas tan dispares como The Beach Boys, The Bee Gees, Earth, Wind & Fire o Alice Cooper. De hecho, su ilustración para Welcome to My Nightmare fue elegida por Rolling Stone como una de las cien mejores portadas de la historia.
El primer cartel de Star Wars en en el que trabajó Struzan. Foto: aRchicos de Lucasfilm
A mediados de los años 70, el joven artista comenzó a trabajar en carteles de cine de serie B, pero su gran oportunidad llegó cuando el ilustrador Charles White III le pidió ayuda para crear un nuevo cartel del reestreno de Star Wars en 1978. Struzan pintó las figuras humanas, Luke, Leia, Han, mientras White se encargaba de las naves y los fondos. El resultado fue tan impactante que cambió su vida. A partir de entonces, su nombre se convirtió en sinónimo de la imagen del blockbuster moderno.
Durante los 80 y 90, Struzan se convirtió en el artista de cabecera de directores como Spielberg, Lucas, Robert Zemeckis o John Carpenter. Firmó los carteles de Indiana Jones, Regreso al futuro, E.T. El extraterrestre, Los Goonies, Blade Runner, La Cosa, Golpe en la Pequeña China, Hellboy o incluso la primera película de Harry Potter. Su estilo, mezcla de realismo y lirismo, era reconocible al instante. Con aerógrafo, pincel y lápiz, lograba condensar la épica y el alma de una historia en una sola mirada, en un gesto plástico o en una composición que parecía respirar.
Un arte que se resiste a desaparecer
Drew Struzan definía su trabajo con humildad y claridad: "No quería contar la historia de una película en el cartel. Quería dar a la gente un sentimiento sobre algo que podían esperar". Esa filosofía explica por qué su obra trascendió la mera función publicitaria. Sus carteles no vendían películas: las prometían, las soñaban. Pero a medida que Hollywood se volvió más digital, la ilustración tradicional perdió terreno frente al fotomontaje. Struzan se retiró en 2008, decepcionado con una industria que ya no dejaba espacio para artistas como él. Aun así, volvió puntualmente del retiro para proyectos especiales como Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, Star Wars: El Despertar de la Fuerza o Cómo entrenar a tu Dragón. Siempre con la misma devoción.
Struzan trabajando en el cartel de La Amenza Fantasma
En una entrevista, Struzan lamentaba que "la sensibilidad del arte se ha perdido" en los carteles actuales. Tenía razón. Su técnica artesanal requería tiempo y empatía con el material y no resultaba tan versátil a la hora de generar cambios o revisiones como las composiciones digitales. Pero en el proceso de conversión a montajes fotográficos parece que se perdió algo de alma, cierta manera de entender el cine como una expresión artística total que cubría guión, interpretación fotografía música y, también, pintura. En una era en la que las imágenes se crean con un clic, su legado nos recuerda que un buen cartel es más que marketing: es arte.
Nadie dibujaba como Drew
El documental Drew: The Man Behind the Poster (2013), dirigido por Erik Sharkey, ayudó a visibilizar a un artista cuya firma raramente aparecía en los créditos, pero cuya huella era omnipresente. En él, figuras como Lucas, Spielberg o Guillermo del Toro coincidían en un punto: nadie dibujaba como Drew. "Era un diseñador de sueños", dijo Del Toro. "Su arte es un puente entre el cine y nuestra imaginación."
The Art of Drew Struzan
Esa conexión entre artista y espectador, entre la fantasía y la realidad, convirtió a Struzan en parte inseparable del imaginario del cine moderno. Sus obras no solo ilustraban películas: las inmortalizaban. Hoy, con su fallecimiento, se cierra una era. Pero su arte sigue vivo en cada póster que aún cuelga en los despachos de los estudios, en los cines de barrio o en los dormitorios de quienes crecimos soñando con galaxias lejanas y aventuras imposibles. Drew Struzan no solo diseñó carteles. Diseñó emociones. Diseñó sueños. Y con ellos, ayudó a definir lo que entendemos por magia del cine.
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