Ni los discos ni las motos, con lo que me quedo de la saga Tron tiene siglos de historia
Soy uno de esos amantes de la ciencia ficción a los que les gusta la saga Tron. No somos muchos, la verdad. Y para rizar el rizo digital, el motivo por el que más me fascina esta saga está en su mitología: una idea que no tiene que ver con las batallas de discos, las carreras de motos de luz o la alucinante banda sonora de Daft Punk para Tron: Legacy. En realidad, es un concepto que lleva siglos rondando la mente humana: la posibilidad de que, de algún modo, eres un dios.
Desde cierto punto de vista, y concretamente desde la perspectiva de los programas que habitan dentro del mundo digital creado por Kevin Flynn, los humanos, los "Usuarios", no somos menos que deidades. Tenemos poder para crear o destruir a nuestro antojo dentro de su universo. Es una sensación que los amantes de los videojuegos conocemos muy bien, y que se inscribe dentro de toda una corriente filosófica y esotérica que remonta siglos atrás: la idea de que la voluntad humana, bien dirigida, puede modificar la realidad.
Magia del caos: el origen del poder creativo
Me pongo las gafas de pasta y la chaqueta de pana con coderas: Para entender la conexión entre Tron y esta sensación de poder absoluto, conviene mirar de cerca la magia del caos, una corriente neopagana que surgió en Inglaterra en los años 70. Esta práctica se distingue por rechazar dogmas establecidos y permitir que el practicante adopte cualquier creencia o símbolo necesario para lograr un fin concreto. La magia del caos enseña que la realidad puede alterarse mediante la concentración de la voluntad y la fe en el propio poder de creación, y no es extraño que muchas veces se metan sus ideas en el mismo saco que el satanismos y escuelas de pensamiento new age, creando un auténtico gazpacho teológico.
Los practicantes de esta tradición construyen sus propios métodos y paradigmas, empleando la creencia como herramienta para influir sobre el mundo. No existen reglas fijas: cada ritual es único, cada sigilo (una representación gráfica de un objetivo) se activa en un estado alterado de conciencia llamado gnosis. En Tron, esta filosofía se refleja claramente en la manera en que los usuarios manipulan La Red (el Grid de Tron en su versión original): cada línea de código, cada comando, funciona como un hechizo digital que moldea la realidad dentro del universo virtual.
Antropocentrismo y humanismo en La Red
La saga Tron coloca al ser humano como eje central del universo digital. Sin El Creador, Kevin Flynn, el creador del videojuego Tron y su universo, interpretado por Jeff Bridges, no existiría este universo digital. Sin la intervención de los usuarios, los programas no podrían existir, no tendrían identidad ni finalidad, ni tendrían un entorno con el que interactuar. Este antropocentrismo se combina con un humanismo que celebra la creatividad como una de los rasgos definitorios de lo que es "humano". Kevin Flynn personifica al "homo creator", aquel capaz de definir las reglas físicas del mundo informático y otorgar vida a programas que de otro modo serían líneas de código corrientes y molientes.
Cada acción del usuario tiene un impacto directo sobre La Red. Cada decisión, cada orden que Flynn da a sus programas es comparable a un acto de magia. En este universo digital, la mente humana se convierte en la fuerza creadora, y los programas se transforman en extensiones de esa voluntad. Esta perspectiva convierte al Grid en un Renacimiento tecnológico, un lugar donde la creatividad y la intención del ser humano son el motor de la existencia misma.
Los usuarios como hechiceros digitales
Si pensamos en los usuarios de Tron como magos del caos, la analogía se vuelve casi literal. Cada usuario define y reescribe la realidad del universo digital. Igual que un mago (dentro de esta corriente de pensamiento, no de los que te sacan una moneda de la oreja), los usuarios deciden qué reglas aplican en La Red, cambiando la trayectoria de los programas o permitiendo la existencia de la Ciudad ISO. Con cada línea de código, reinician, reprograman y crean sigilos de software que transforman el entorno. Su presencia materializa efectos de luz, altera límites y provoca cataclismos dentro del mundo digital.
En Tron (1982), Flynn invade el Sistema Tron mediante su dispositivo de digitalización y somete al mundo informático a su voluntad: un auténtico advenimiento. Tal como nos muestra posteriormente la secuela, cada orden que da produce efectos visibles: muros de datos que aparecen o desaparecen, programas que cambian de comportamiento y patrones de luz que se reorganizan a su antojo. En Tron: Legacy (2010), la dinámica entre usuarios y programas se vuelve aún más explícita. Clu (el villano) observa a los humanos como dioses caprichosos, y la reaparición de Kevin Flynn como "usuario fantasma" altera radicalmente el comportamiento de los programas, desencadenando la rebelión de la Ciudad ISO.
Ver a los usuarios mediante la óptica de la magia del caos permite comprender mejor la naturaleza de La Red. La ausencia de dogmas en la política digital refleja la flexibilidad inherente de esta filosofía. Todo puede cambiar según la voluntad de un usuario, y los fenómenos inesperados, como el surgimiento de la Ciudad ISO, se convierten en la manifestación tangible de la creación a partir del caos. Incluso los fracasos adquieren sentido dentro de esta perspectiva. La corrupción de Clu, cuyo objetivo inicial era perfeccionar el sistema, deriva en tiranía. Es una advertencia clásica de la magia del caos: cada acto tiene consecuencias, y la intención, por bien intencionada que sea, no garantiza un resultado previsible. Esta interpretación filosófica añade profundidad a la narrativa de Tron, elevando la saga más allá del espectáculo visual y situando la mente humana como protagonista central de su propia creación.
Deidades digitales con raíces filosóficas
Tal vez no lo parezca, pero la saga Tron refleja una tradición filosófica que va desde el taoísmo, la magia ceremonial, el chamanismo y hasta la magia del caos moderna, mostrando cómo la voluntad y la creatividad humanas pueden moldear la realidad; el universo interior del videojuego Tron se convierte en un laboratorio donde cada acción de los usuarios evidencia siglos de reflexión sobre la creación, la libertad y la responsabilidad, y donde antropocentrismo, humanismo y pensamiento mágico se combinan para presentar al ser humano como la deidad capaz de transformar, destruir y redefinir su universo digital, convirtiendo la saga en un espectáculo visual y filosófico atemporal. Y luego, además, hay épicas batallas de discos y carreras de motos de luz. Esta legendaria saga regresa con el estreno de Tron: Ares el próximo 10 de octubre. Una vez más, la franquicia nos recuerda que, más allá de los efectos, lo fascinante siempre será el poder creativo de la mente humana, un verdadero dios del Grid. End of line.
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