Más de 100 líneas de metro llevaron a China a construir estaciones a ningún sitio
El tiempo les ha dado la razón y ha demostrado que su lógica es aplastante
A principios de los 2000, la burbuja China nos legó una de las imágenes más virales del momento. Su aparente obsesión por construir les había llevado a crear una estación de metro en medio de la nada y, como era de esperar, desde Occidente la imagen terminó convertida en poco más que un meme. La estación a ninguna parte se convirtió así en el ejemplo perfecto de cómo la lógica del boom chino había dejado de tener eso mismo, lógica. Qué ingenuos éramos.
Lo que por aquél entonces era un descampado que desafiaba cualquier coherencia, hoy es un lugar completamente irreconocible. La maleza dejó paso al asfalto, la tierra a enormes rascacielos residenciales, y donde antes había la nada más absoluta, ahora hay una ciudad en expansión. Es el ejemplo perfecto de cómo el TOD, de las siglas en inglés para Desarrollo Orientado al Transporte, nos ha pasado la mano por la cara.
Las estaciones de metro de China en medio de la nada
La idea de crear una estación de metro que no va a ningún sitio nos parece absurda desde este lado del mundo. Aquí, no nos ponemos a ello hasta que los barrios se construyen y la densidad de población empuja a dar forma a su planificación para evitar que el tráfico se convierta en un dolor de cabeza para todos sus residentes. En China, en cambio, es justo al revés.
Su planificación urbanística pasa por buscar zonas de terreno sin interés y barato, se conecta con el centro neurálgico de la zona mediante transporte masivo, y después se empieza a urbanizar a su alrededor. Quienes terminan mudándose allí una vez construidas las casas, ni se plantean la necesidad de tener un coche porque su movilidad ya está cubierta.
Eso nos lleva a pensar que, en cierto sentido, esas estaciones de metro en medio de la nada se construyen a fondo perdido. Que se hacen con la esperanza de que el día de mañana haya una ciudad alrededor pero, con suerte, van a pasar muchos años hasta que se pueda recuperar de alguna forma esa inversión. Nada más lejos de la realidad.
En colaboración con el gobierno y ayuntamientos locales, la empresa encargada de construir el metro adquiere los terrenos a un precio irrisorio y, cuando la estación de metro llega hasta allí, el valor del suelo se multiplica. Es entonces cuando alquila o vende esos terrenos a promotores inmobiliarios con la intención de que el cambio de precio de la zona financie la infraestructura.
El resultado es un círculo vicioso en el que, frente a la necesidad de crear vivienda y negocios para cada vez más gente, esa captura del valor del suelo sigue empujando las redes de transporte público cada vez más allá. Una estrategia que a este lado del mundo ni siquiera nos planteamos pero que, con el tiempo, China ha demostrado que es mucho más inteligente.
Imagen | Reddit
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