Los servicios de suscripción están triunfando en varios sectores
El transporte público también es un buen ejemplo de ello en Europa
Un estudio de Greenpeace sobre los hábitos de uso en las grandes ciudades reflejaba que, para el 77,6% de la población española mayor de 15 años, el transporte público no es una opción. De entre todos ellos, el 34% sí se consideraba público objetivo o potencial de este tipo de movilidad, pero renegaban de esa posibilidad por distintas razones. No son los únicos datos que apuntan en el mismo sentido.
La realidad mostrada por estudios similares destaca que el 40% de los españoles prefiere optar por un vehículo privado para moverse de aquí para allá, que el 23% prefiere caminar, y sólo un 20% elige el transporte público. Entre las razones más comunes se destacan la falta de seguridad, la baja frecuencia de paso, los largos tiempos de viaje y, sobre todo, el elevado precio de los billetes. Todas ellas tienen solución, y la clave está en un ejemplo que lleva acompañándonos desde hace años: Netflix.
El Netflix del transporte público
Con Japón convertida en ese escenario idílico capaz de impulsar el transporte público hasta cotas inimaginables a este lado del globo, el ejemplo asiático lleva años convertido en una suerte de utopía de movilidad urbana en la que los vehículos privados han pasado a un segundo plano que, pese a resultar conveniente para una parte de la población, se mantiene como una opción innecesaria para la gran mayoría.
Alcanzar un hito similar no sólo no resulta descabellado, es algo que ya estamos viendo en buena parte de Europa. Los cambios en el sistema abrazados por países como Alemania, Austria o Finlandia dan buena cuenta de ello, y también han sido capaces de mostrarnos otro camino incluso más llamativo que el japonés. Todos ellos buscan acercarse a una realidad que casi todos damos por válida, la de un modelo de negocio como el de Netflix que ayude a impulsar no sólo la movilidad en transporte público, sino también los ingresos que apoyen la inversión de nuevas y mejores opciones.
De la misma forma que acudes a la plataforma de streaming para ver lo que quieras cuando quieras por una cuota mensual, los expertos llevan años estudiando el impacto y las ventajas que suponen convertir el transporte público convencional en un MaaS, las siglas en inglés de Movilidad como Servicio que buscan unir todas las opciones de transporte en una sola, y atarlas todas en la palma de nuestra mano con una suscripción unificada.
La idea es tan sencilla y efectiva como parece. Sin tarjetas o billetes específicos, una tarifa plana de suscripción como la de Netflix o la de nuestros datos del teléfono plantean una movilidad sin fricciones. No sólo permite moverte libremente por cada ciudad o incluso todo el país, sino que contar con esa posibilidad plantea un efecto psicológico capaz de empujarte a querer sacar partido a la suscripción en vez de plantearte otras alternativas. Dicho de otro modo, si ya he pagado por usar trenes, autobuses, bicicletas y servicios VTC, para qué voy a desaprovecharlo utilizando mi coche.
Los ejemplos de Alemania, Austria y Finlandia
Allá por 2017, la ciudad de Helsinki presentaba a su población la aplicación Whim. La idea no sólo era ofrecer un sistema con el que pagar desde el móvil para agilizar tiempos, sino también sumar dos planes mensuales de suscripción. El primero permitía utilizar todos los servicios de transporte público de forma ilimitada, sumando además bicicletas y 10 euros de taxi, por un precio de 59 euros al mes. Un plan premium de 499 euros al mes añadía, además, todos los medios de transporte incluyendo taxis, VTC y coches de alquiler.
Pese a lo demencial de ese último plan a nivel de precio, Finlandia considera que sigue por debajo del equivalente a tener un coche privado en la ciudad de Helsinki si tienes en cuenta seguro, impuestos, cuotas del banco, aparcamiento, posibles reparaciones y, sobre todo, el coste del combustible. Sorprendentemente, lo de convencer a sus ciudadanos de apostar por el transporte público, aunque sea por la vía barata, les ha funcionado a las mil maravillas.
Con Alemania siguiendo sus pasos con un abono mensual de 49 euros para todo el transporte público local y del país, lo que llevó a cerca de la mitad de su población a sumarse a la propuesta para viajar de forma ilimitada en autobús, metro, tranvía y trenes regionales; probablemente el mejor ejemplo de ese Netflix del transporte público lo encontramos en Viena, Austria. Allí, el bono anual de 365 euros, equivalente a 1 euro al día, permite que su población haga uso del transporte público de forma ilimitada.
Su respuesta, que subió el 38% del uso del transporte público, es también la prueba de que, pese a las subvenciones de gobiernos y ayuntamientos para echar a rodar un sistema similar, la adopción termina siendo lo suficientemente alta como para compensar ese empuje inicial. El resultado termina empujando a las administraciones a aprovechar esa masa con la que antes no contaban para mejorar todos esos aspectos que preocupaban en el caso español, aumentando la seguridad, invirtiendo en más y mejores opciones y, en definitiva, convirtiendo al transporte público en esa movilidad del futuro que, a estas alturas de la película, ya debería estar a la altura de lo que muchos esperamos de ella.
Imagen | U42856 en Midjourney
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