El general que fundó Valencia pasó por Ourense y se topó con un río
La conquista ibérica estuvo en peligro porque sus legiones no lo querían cruzar
Todos conocemos la historia de la Antigua Roma, un imperio capaz de conquistar medio mundo a través de la estrategia y la diplomacia, mientras repartía épocas de bonanza económica y revoluciones científicas a su paso. Poco importaba quién se les pusiera por delante, si eran fieros enemigos bárbaros o duras inclemencias climáticas, pero menos conocidos son aquellos rivales que pusieron al Imperio Romano en serios problemas.
Aquellos enemigos y obstáculos que Roma no sólo terminó temiendo, sino que se convirtieron en su peor pesadilla durante unas conquistas que parecían no frenarse ni por la lluvia ni por el frío. Las trifulcas que dieron forma a Asterix y Obelix en la lucha contra los galos son un buen ejemplo. El del río de Ourense que frenó a las legiones romanas en seco, el mejor de todos.
El río de Ourense que Roma no quería cruzar
Aunque a ojo pueda parecer un soldado cualquiera, en la imagen que tenéis sobre estas líneas se muestra a Décimo Junio Bruto, fundador de Valencia y laureado veterano de guerra que consiguió conquistar a los galeicos. El conjunto, una serie de estatuas que no sólo muestran al general a caballo, sino que también incluye todo un ejército siguiendo sus pasos, recuerdan en la población de Ponte de Lima, en la zona norte de Portugal, una de las historias más extrañas de aquellas épocas de conquista íbera. El protagonista, en cualquier caso, no es ni el general ni su ejército, es el río frente al que se ha frenado.
Nacido en el Monte Talariño, en Orense, el río está lejos de ser uno de los más famosos de España porque apenas recorre 41 kilómetros por nuestro territorio. El resto, hasta completar sus 108 kilómetros, lo hace por Portugal, donde termina desembocando en el Atlántico. Nosotros lo conocemos como Limia, pero en aquella época los romanos lo llamaban Lethes. Si sois aficionados a la mitología griega, puede que el nombre os suene de uno de los cinco ríos que atravesaban el Hades y separaban el mundo de los vivos y los muertos.
Estaba el río de los lamentos, el de los juramentos, el del dolor, el de fuego y, por último, el Lete, el río del olvido. La obsesión de los romanos por creer que en el oeste estaba la frontera del mundo, y su particular costumbre de interpretar el mundo que les rodeaba en base a la mitología que había forjado sus historias, hizo que el ahora conocido como río Limia se confundiese con aquél. Como tal, cuando llegaron a él las tropas romanas se negaron a cruzarlo. Temían que, si lo hacían, terminarían olvidándolo todo, desde su propio nombre hasta todo lo bueno que les aguardaba en casa.
Frente a una campaña de conquista que estaba siendo más compleja y dura de lo que auguraba, Décimo Junio Bruto no se podía permitir que la moral de sus tropas se viniese abajo. Luchar junto a aquél río podía convertirse en un peligro si se mantenía aquella absurda superstición. Tenía que cortar por lo sano la preocupante obsesión de sus soldados de forma que no volviesen a temer al río.
La explicación al miedo de las legiones romanas
Cuentan los historiadores y narradores de la época que, sin miedo a que el río robase absolutamente nada de su mente, decidió cruzarlo él primero. Para convencer a sus tropas de que se dejasen de tonterías y reanudaran la marcha, cuando Décimo Junio Bruto llegó a la otra orilla empezó a llamar a sus soldados por su nombre uno a uno, consiguiendo así demostrar que no había perdido memoria alguna y, con ello, acabar con su pánico.
Sin embargo, a las legiones romanas que temían al Limia no se les podía culpar de su superstición a la ligera. Lo que les había llevado a temer al río y confundirlo con el Leteo se basaba precisamente en otro ejército y otro caudillo. En este caso no era un romano, sino un celta. Las gentes de la zona aseguraban que, tras cruzar el río, el jefe que les dirigía murió, y el resto de soldados quedó disperso y sin saber qué hacer, como si hubiesen perdido completamente el norte.
La teoría más extendida bien podría hacernos creer que la idea de un río que hace olvidar está estrechamente relacionada con las fiestas que debían pegarse las tropas cuando acampaban allí antes de cruzarlo. Que los celtas también relacionasen el curso de los ríos como el umbral al "otro mundo", terminaría de cerrar el círculo atándolo al Hades. La ciencia, en cambio, puede terminar sumando otra explicación.
La comarca portuguesa de A Limia, llamada así por el río que la atraviesa, fue hasta mediados del siglo XX una enorme zona de humedales con miles de hectáreas que generaban brumas y vapores resultantes de la materia orgánica en descomposición que quedaba allí atrapada.
El análisis de esas zonas ha terminado demostrando que los gases, en forma de sulfuro de hidrógeno y metano, pueden terminar provocando malestar en forma de mareos y deterioros cognitivos, lo que terminaría explicando episodios de pérdida de memoria, concentración o incluso lenguaje en casos más extremos. Con todo, puede que aquellas legiones romanas no supiesen entender su miedo, pero es muy posible que no fuese una mera superstición.
Imagen | Vitor Oliveira
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