Parece una invención moderna producto de internet, pero conforme empiezas a analizar el nacimiento exacto de la arroba, el símbolo "@" que hemos normalizado como parte de nuestros correos electrónicos o usuarios de redes sociales, descubres que va mucho más atrás. Su origen, en cierto sentido, se remonta al Imperio Romano y su influencia posterior.
La razón por la que escribimos la arroba en nuestros correos electrónicos se debe a que, cuando Ray Tomlinson creó este sistema de mensajería en 1971, la programación de la época no utilizaba el símbolo "@", lo que aseguraba que no hubiese ningún tipo de conflicto entre el protocolo que estaba creando y los que ya existían en ARPANET, el internet primigenio. Pronunciado por los anglosajones como "at", haciendo referencia a la procedencia del nombre que le precedía y a la página a la que estaba asociada después, la arroba se convirtió en parte de nuestra cultura popular.
El origen romano de la arroba
El problema recae en pararse a pensar qué pintaba ahí la arroba en ese momento. En qué razón llevó a los diseñadores de teclados a incluir el símbolo antes incluso de que internet echase a rodar. Es entonces cuando descubres que, cuando los teclados eran para tinta y papel, ya había arrobas. Los teclados modernos la incluían porque, a grandes rasgos, lo que hicieron fue copiar la estructura de letras de las máquinas de escribir. Sí, allí también había una "@".
La clave está en que para encontrar la primera muestra escrita de la arroba toca viajar hasta 1345. De la mano de una traducción búlgara de una crónica griega, el documento escrito a puño y letra ahora en manos de la Biblioteca del Vaticano, cierra su redacción con un particular amén en el que, con más estilo artístico que relación con el archiconocido símbolo, la letra A aparecía redondeada con la grafía que ahora relacionamos con la arroba.
¿Hay algún otro ejemplo que no parezca un alarde de creatividad de quienes lo escribieron? En realidad sí. Tanto el nombre del símbolo, como la popularidad que provocó que terminase como pieza imprescindible de las primeras máquinas de mecanografía, está en cómo un documento de 1536 utilizó la "@" como unidad de medida de un cuarto de litro de vino en una transacción entre Sevilla y Florencia.
Derivada del árabe "ar-rub", su palabra para definir un cuarto, el símbolo venía a referenciar un ánfora, la unidad de medida que se utilizaba en el Imperio Romano haciendo alusión a que sus vasijas permitían una capacidad cercana a los 25 centilitros o, lo que es lo mismo, un cuarto de litro.
Con el tiempo, la arroba se convirtió al otro lado del charco en un símbolo que dejó de tener esa referencia al cuarto, y pasó a convertirse en el equivalente al precio por unidad. Es por eso que, aunque en las máquinas de escribir europeas no aparecía, terminó incluyéndose en algunas versiones anglosajonas enfocadas a las gestiones comerciales. Un viaje que ha llevado a la "@" desde las vasijas romanas a convertirse en símbolo de internet 2.000 años después.
Imagen | Almadeslic en Midjourney
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