La compleja sociedad china ha llevado a crear un nuevo negocio
Detectives privados que rompen parejas extramatrimoniales
Aunque su producción está a medio camino entre Estados Unidos y China, ha sido ahora cuando, tras ganarse varios premios en distintos festivales, ha llegado finalmente al país norteamericano. Durante los últimos días, la película Mistress Dispeller es la sensación absoluta del país y, a tenor de su historia, es fácil entender el porqué.
La idea es seguir la historia de una disipadora de amantes, como sería su traducción más exacta, mientras intenta romper la relación entre un hombre y una mujer. El girito aquí no es sólo que lo que está destruyendo es una relación extramatrimonial y que ha sido la esposa del infiel la que ha contratado sus servicios, sino que es un documental. El fenómeno, una suerte de Tinder inverso en el que romper parejas de amantes para evitar el divorcio, está lejos de ser una idea fantástica para una película. Es un negocio muy extendido en China.
El mistress dispelling surge de la necesidad de la sociedad china a adaptarse a los tiempos que corren, donde encontrar a alguien que cubra un hueco en la relación es mucho más fácil gracias a la llegada de internet y las aplicaciones de citas, pero lidiando con ese característico tradicionalismo que hay en el seno de sus familias. Es un concepto tan difícil de entender a este lado del mundo como de exportar, pero aunque las diferencias entre Asia y Occidente sean notables a la hora de manejar este tipo de situaciones, eso no lo hace menos interesante como fenómeno social.
Detrás de estos servicios se encuentran detectives y consultores privados que, lejos de limitarse a buscar pruebas sobre una infidelidad, su papel pasa por introducirse en la relación para hacer que se rompa sin que ninguna de las partes, salvo el que contrata sus servicios, se entere de que ese desenlace no ha ocurrido de forma natural. Un negocio que se mueve entre los 15.000 y los 75.000 euros por "consultoría" dependiendo de la situación de la pareja, si hay hijos extramatrimoniales de por medio y demás entresijos.
Las comillas de esa consultoría no son casualidad, porque en China trabajar como investigador privado está prohibido desde principios de los 90 y, dentro de todo lo que rodea a esa situación, quienes optan por esta profesión están constantemente trabajando en un límite legal que hace de ello una situación más turbia todavía. La idea, que en Japón cuenta también con un fenómeno similar, se volvió aún más retorcida cuando uno de esos trabajos se escapó completamente de las manos y terminó con la vida de uno de los implicados.
Lo que ayuda a entender cómo algo así puede terminar cuajando en la sociedad china pasa por asomarse a cómo funciona allí la brecha de género respecto a ingresos, reparto de bienes en caso de divorcio y, sobre todo, el estigma social que supone haber dejado que se rompa tu familia. Es justo en ese triángulo donde, más allá del amoroso, el negocio del mistress dispelling ha crecido durante los últimos años.
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