La subida de la factura de la luz por culpa de los centros de datos ya tiene precio. Es un círculo vicioso difícil de frenar

Es fácil que al estar rodeados de todas esas grandes promesas que giran alrededor de los centros de datos, desde cómo empujan infraestructuras en zonas que llevan años necesitándolas urgentemente, hasta cómo son capaces de ofrecer miles de empleos en lugares de la España vaciada donde resultaban urgentemente necesarios, dejemos atrás una realidad incómoda frente a la que no todo son mensajes tan positivos. El cómo todos estos data centers están afectando ya a la factura de la luz es probablemente el que más nos pica de todos.

Aunque las noticias sobre nuevos proyectos de centros de datos en España son cada vez más comunes, con zonas como la de Zaragoza habiéndose convertido en el agujero negro que arrastra a la mayoría, aún seguimos lejos del esperpento en el que se ha transformado EEUU con ese auge. Gracias a ellos, afortunadamente, sabemos cómo puede llegar a salpicarnos toda esta fiebre. 

El primer golpe político lo ha dado Maryland, que más allá de las posibles manifestaciones públicas en contra de los centros de datos, ya ha movido ficha para reclamar al mayor operador eléctrico del país que frene "la fiebre del oro" en la que se ha convertido la subasta de energía. El problema ya no es que no haya MW suficientes para mantener ese ritmo, es que ha empezado a afectar a las facturas de los consumidores con precios que han subido entre 15 y 16 dólares al mes y que no tienen la menor intención de quedarse ahí. 

La clave está en que, frente a esa necesidad de energía que les empuja a construir megabaterías y granjas solares y eólicas para abastecer los data centers, a menudo las mismas compañías piden a las eléctricas reservar mucha más potencia por si la fuesen a necesitar. No es un tema de demanda real y actual, es una cuestión de previsiones hechas al vuelo, lo que termina haciendo que el coste de la red suba no sólo para ellos, sino para cualquiera conectado a ella. 

Lo hacen por una mera cuestión de evitar restricciones futuras o cortes cuando la red tenga que enfrentarse a esa carga, pero eso supone que las reservas se realicen incluso cuando los centros de datos ni siquiera se han construido aún. El resultado es un escenario en el que a menudo se adelantan a la construcción de infraestructuras que, de detenerse la obra por cualquier motivo, pasarían a ser inversiones a fondo perdido que terminan pagando el resto de clientes. 

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La solución tampoco es tan compleja, en realidad. Las compañías deberían exigir garantías de que esa carga de energía extra se va a utilizar, valiéndose de datos concretos y auditorías especializadas, y si se cancelan o no se llega al cupo, que sea la compañía del centro de datos la que tenga que hacerse cargo de la factura. 

De no ser así, el futuro que nos espera es el de una red eléctrica con subastas de precios sobredimensionados que terminan afectando a la factura de la luz de nuestras casas, por no hablar de los cuellos de botella energéticos a los que se enfrentará el resto de la población y cómo, en un círculo vicioso, las quejas sobre ello retrasarán aún más las obras y harán que los precios sigan en ese bucle al alza. 

Imagen | MotivIT

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