El debate social del siglo XXI reabre la polémica sobre Tolkien y la raza, condicionando la forma en que interpretamos orcos, Haradrim y otras criaturas en El Señor de los Anillos
Tan eterna como la lucha del bien y el mal, la luz y la oscuridad, en la mitología y literatura, tanto religiosa como meramente escapista, es el debate sobre si Tolkien era un autor con ideas racistas que perduraron en su obra. Por increíble que parezca, esta discusión sigue viva desde 1954, cuando se editó por primera vez La Comunidad del Anillo, la primera parte de El Señor de los Anillos. A lo largo de más de seis décadas, estudiosos, críticos y lectores han intentado descifrar si la Tierra Media refleja prejuicios raciales o, por el contrario, es un universo literario complejo que trasciende cualquier etiqueta simplista. La respuesta no es sencilla.
Tal como informa The Telegraph, recientemente, un curso en la Universidad de Nottingham ha vuelto a avivar esta polémica. Titulado Imagining 'Britain': Decolonising Tolkien et al., el programa académico no acusa directamente a Tolkien de racismo, sino que analiza cómo los mitos británicos, incluidos los de Tolkien, han moldeado la identidad nacional y cómo podrían reinterpretarse desde una mirada contemporánea. Claro, los titulares fáciles han puesto en pie a los aficionados más exaltados y con más ganas de polémica. La noticia también ha reabierto viejas heridas y generado posiciones enfrentadas entre fans y académicos, recordando que, al contrario de lo que sucede con autores como Lovecraft, cuyas escritos personales evidencian una xenofobia explícita, Tolkien ofrece un terreno más ambiguo, en el que conviven intenciones éticas, influencias culturales y herencias literarias complejas.
Los "otros" como monstruosos o moralmente inferiores
Uno de los argumentos más citados para considerar problemática la obra de Tolkien es la representación de los orcos y otros pueblos "del otro". Los orcos, descritos con frecuencia como grotescos y moralmente inferiores, son presentados como una masa homogénea cuya exterminación no provoca culpa ni reflexión ética. La literatura crítica ha señalado que esta deshumanización facilita la identificación de estas criaturas con "razas" inferiores, tal como lo analizan Fimi (2019) y Brown (2023). En El Señor de los Anillos, los orcos aparecen como servidores de Sauron, crueles y violentos, y a menudo asociados con características físicas que remiten a estereotipos raciales, como piel oscura y ojos rasgados, lo que genera un vínculo problemático entre maldad y etnicidad en la narrativa.
De manera similar, los hombres del Este y del Sur son retratados como tropas aliadas del mal, con evocaciones visuales exóticas que enfatizan su diferencia con los pueblos del Oeste. Estos personajes aparecen en los campos de batalla y en escenas clave de El Retorno del Rey asociados a la guerra y la violencia, y sus descripciones de piel morena y vestimenta extranjera han sido interpretadas como un eco de imaginarios coloniales británicos y de la percepción de lo "otro" en la literatura fantástica de principios del siglo XX. La constante oposición entre Oeste claro y Este oscuro, sumada a la vinculación de civilización y bondad con pueblos "claros" o "luminosos", refuerza la lectura de que Tolkien podría estar reproduciendo códigos raciales en su topografía moral.
Matices y contextualización académica
Sin embargo, no todos los estudios sostienen que Tolkien fuera racista en sentido ideológico. Una revisión detallada de sus cartas y ensayos revela que el autor condenaba expresamente el racismo y las ideologías de superioridad racial de su tiempo, y que su preocupación por la complejidad moral de los individuos era evidente. Investigadores como la Dra. Dimitra Fimi (vía Sociedad Tolkien Española) subrayan que Tolkien trabajaba con vocabulario mitológico y filológico heredado de la tradición europea, y que sus categorías de "raza" en la Tierra Media se basaban más en la moralidad y la cultura que en la biología. La creación de los orcos, por ejemplo, no busca establecer jerarquías raciales humanas, sino explorar conceptos teológicos y éticos, como la corrupción del mal sobre seres preexistentes o la tensión entre libre albedrío y determinismo.
No podemos perder de vista que el núcleo narrativo de El Señor de los Anillos gira en torno a La Comunidad del Anillo, un grupo formado por representantes de diversas razas de la Tierra Media que, a pesar de sus diferencias, se unen y forjan lazos de camaradería para enfrentarse a un mal absoluto. Con Sauron como eje del poder oscuro, la historia muestra cómo estas razas deben cooperar y apoyarse mutuamente para resistir la opresión de un poder único y dictatorial que busca "gobernarlos a todos y atarlos a la tinieblas".
Además, la obra contiene ambigüedad moral y espacio para la redención que complica cualquier lectura simplista. Algunos grupos o personajes, que al principio aparecen como enemigos irreductibles, muestran comportamientos que contradicen la percepción de maldad absoluta. Esta complejidad ética se observa no solo en los orcos individuales, que pueden cuestionar acciones de sus camaradas, sino también en núcleos humanos aliados con Sauron, cuya lealtad no está determinada por su origen étnico sino por decisiones personales.
Debates recientes y comentarios de expertos
El análisis decolonial contemporáneo de Tolkien pone en relieve cómo la oposición constante entre Oeste y Este, así como la representación de los pueblos del Sur, refleja patrones literarios que normalizaron antipatías hacia África y Oriente en la tradición británica. Sin embargo, tolkienistas como Fimi y Robert Stuart advierten que estas interpretaciones deben equilibrarse con la comprensión de la obra como mitopoeia filológica y con el contexto biográfico del autor. Stuart subraya que Tolkien muestra un sesgo racista en términos mitológicos, pero su posicionamiento frente a la moralidad y la ética de los individuos no coincide con un racismo ideológico simplista. La clave está, según estos estudios, en diferenciar la obra como creación literaria y la vida personal del autor, evitando atribuirle intenciones racistas sin matices.
El debate no es simplemente académico; trasciende el terreno de los estudios y afecta a la manera en que los lectores interpretan la Tierra Media hoy. Escritores contemporáneos, como la imprescindible NK Jemisin, han reflexionado sobre cómo los orcos representan el miedo humano al "otro" y cómo esto se traduce en una narrativa donde ciertas criaturas pueden ser exterminadas sin cuestionamiento ético. Este enfoque plantea la necesidad de leer la obra críticamente, reconociendo la presencia de estereotipos, pero también considerando las tensiones internas y las contradicciones que Tolkien mismo dejó en sus textos.
"No seas ligero a la hora de adjudicar muerte o juicio"
El análisis de las cartas de Tolkien muestra que el autor reflexionaba varias veces sobre la complejidad del mal y la ética, matizando cualquier lectura simplista de racismo. Con el estreno de la próxima temporada de Los Anillos del Poder, que volverá a incluir actores de diversas razas interpretando elfos o hobbits, es probable que el debate se reabra. Esto invita a preguntarse si los conflictos actuales surgen de prejuicios raciales de algunos fans más tradicionalistas o de un deseo de mantener lo más fiel posible la esencia narrativa de Tolkien en un contexto social e histórico muy distinto al que vivió el autor.
En definitiva, la obra de Tolkien contiene elementos que permiten una lectura crítica en cuanto a sesgos étnicos y geográficos, pero estas características deben evaluarse dentro del marco filológico, mitológico y biográfico del autor. No se trata de justificar posibles prejuicios, sino de comprender que la literatura fantástica se construye sobre tradiciones heredadas y preocupaciones de su tiempo, y que Tolkien no siempre buscó reproducir jerarquías raciales humanas. La conclusión más equilibrada es que existen motivos legítimos para criticar ciertas representaciones, pero también argumentos rigurosos que invitan a contextualizar la obra y a no reducir ni a Tolkien ni a su legendarium a una etiqueta única, reconociendo la riqueza y complejidad de la Tierra Media que ha fascinado a generaciones desde 1954.
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