Muchos creen que los altos costes de desarrollo podrían llevarnos a un punto sin retorno
Hace unos días profundizamos en cómo Alan Wake 2 había puesto el listón tan alto en 2023 que ningún título ha conseguido acercarse a nivel técnico desde entonces. Así, a pesar de que 2024 contó con lanzamientos de la talla de Dragon’s Dogma 2 o Black Myth: Wukong, lo cierto es que estos estuvieron lejos del rendimiento que lograron los integrantes de Remedy. Y, en línea con dicha noticia, hoy traemos otra que podría llegar a suponer un antes y un después en la industria del medio: la forma de abordar los altos costes del desarrollo de videojuegos.
Como señala TechSpot, los costes de desarrollar gráficos cada vez más realistas han provocado un debate en torno a la sostenibilidad de este enfoque. Así, estudios como Naughty Dog o Rockstar Games siempre han priorizado la excelencia visual, un enfoque que les ha llevado a lograr éxitos comerciales ligados a críticas positivas. Sin embargo, dicha postura ha dado pie a presupuestos multimillonarios que, a su vez, van ligados a un mal que acusan los jugadores: las grandes desarrolladoras apenas sacan títulos.
Modelos alternativos y sus riesgos
Ello, sumado a que los jugadores jóvenes prefieren juegos con gráficos simples y características sociales robustas (véase Minecraft, Roblox y Fortnite) ha dado pie a un punto de inflexión en la industria. Así, los videojuegos se han convertido en una excusa para interactuar socialmente, razón por la que las tendencias de diseño en la industria están cambiando. Así, las críticas a desarrolladoras como Rockstar Games y Naughty Dog no dejan de sucederse, ya que ambas han bajado la cadencia de lanzamientos hasta rondar una media de dos juegos por década.
Por este motivo, existe cierto desacuerdo entre los profesionales del sector sobre el futuro de los videojuegos. Mientras que algunos buscan soluciones tecnológicas capaces de apoyarse en herramientas como la inteligencia artificial, una opción capaz de reducir el coste de los presupuestos, otros creen que el enfoque en los gráficos está poniendo en riesgo la sostenibilidad del sector. Y, mientras tanto, experiencias como Senua’s Saga: Hellblade 2 demuestran una creencia que no para de ganar adeptos: sin una jugabilidad adecuada, los gráficos no aportan nada.
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