Strange Magic iba dirigido a niñas pequeñas, o al menos esa era la intención
Quiero mucho a George Lucas. Es una pieza fundamental de lo que soy porque Star Wars está tan metido en mi ADN como la "D" de ADN. Pero también me da algo de penica. Creo que es un creador un poco trasnochado que muchas veces no es ni comprendido ni apreciado por su idealismo. Y me da pena cuando se embarca en proyectos que, francamente, no funcionan: ahí entra una película de animación en la que Lucas invirtió 15 años y 100 millones de dólares y que terminó siendo un fracaso tremendo. Curiosamente, muchas de las ideas que hoy hacen grande el fenómeno de Las guerreras K-Pop, que me parece una película divertida y espectacular, ya estaban presentes en Strange Magic. ¿Os acordáis de Strange Magic, verdad? ¿No? Normal.
Strange Magic: cuando la magia sale rana
La intención de George Lucas era crear una saga fantástica que siguiera la estela de Star Wars, pero pensada específicamente para un público infantil y femenino, inspirándose en sus dos hijas, que eran niñas en aquella época. La premisa es sencilla: un bosque claro, un bosque oscuro, hadas, duendes, un Rey Bog que odia el amor y un puñado de canciones de Elvis a Kelly Clarkson o Bob Marley que no encajan ni con el argumento ni con la lógica del universo. Poco importa ya esta lista de reproducción en modo aleatorio. La animación está bien, pero tampoco es nada que haga del otro jueves y sin duda no es motivo suficiente como para ver la peli, porque lo que falla de manera estrepitosa es la historia: diálogos ridículos y personajes planos en una trama tan predecible como empalagosa.
La película es básicamente un "Moulin Rouge" de fantasía infantil, solo que en versión que da pena ver. Marianne, la princesa hada, se convierte en una maestra de la espada tras ser engañada en su boda; su hermana Dawn sigue perdida en el mundo de los ligues; y Sunny, un duendecillo adorable pero torpe, intenta equilibrar todo mientras el Rey Bog arruina flores para destruir el amor. Durilla de ver incluso con 7 años.
Se veía venir, George
El gran problema de Strange Magic es la inserción de la música. Canciones pop y clásicos de todos los tiempos se lanzan a la pantalla sin contexto ni coherencia, generando momentos tan forzados que uno se pregunta si Lucas simplemente volcó su iPod y dijo "ahora me lo animas así como con muchos colores brilante". El director Gary Rydstrom trató de trabajar con un guion que apenas da espacio para que los personajes respiren; todo es un ir y venir de canciones y clichés románticos que ni los más pequeños pueden digerir. Y, por si fuera poco, se estrenó en cines con un marketing confuso: ¿quién iba a entender que esto era para chicas jóvenes si su banda sonora parecía hecha para nostálgicos de los 70? Ni siquiera los números musicales logran salvar el desastre: algunos, como la escena con Strange Magic de ELO, muestran un destello de lo que podría haber sido, pero son excepciones en un mar de mediocridad. Al final, la película es un híbrido raro: ni divertida, ni mágica, ni emocionante; simplemente… Extraña. Lo siento George, salió rana.
Las guerreras K-Pop: el mismo concepto, mejor ejecutado
Ahora bien, si hablamos de la misma fórmula "música + fantasía" pero que realmente funciona, ahí entran las estupendas guerreras K-Pop. Ambas películas comparten cosas evidentes: protagonistas jóvenes, tono accesible, aventuras, romance y coreografías musicales. Temas como el amor, la lealtad y la identidad pública vs privada están presentes en las dos, y la idea de usar talento para enfrentar amenazas es un hilo común. Pero Las guerreras K-Pop lo hace todo mejor. La música no es un pegote aleatorio de hits occidentales; está perfectamente integrada en la estética y cultura K-pop, con coreografías espectaculares que funcionan como motor narrativo y espectáculo visual. Los protagonistas tienen agencia, las secuencias de acción son intensas y la historia combina aventura, música y combate sobrenatural con un ritmo que no da respiro. Todo bien.
La diferencia más evidente es cultural: Strange Magic recicla clásicos pop en un mundo de cuento de hadas; Las guerreras K-Pop respira la cultura, estética y producción del K-pop contemporáneo. El tono también es distinto: Lucas intentó una comedia romántica fantástica, mientras que las heroínas coreanas mezclan musical con acción de estilo shonen y mitología, con momentos de tensión real y un ritmo vibrante, y el humor tira de unos resortes culturales que el público joven al que va dirigida comprende y, sobretodo, comparten.
Sí, ambas películas comparten rasgos evidentes: números musicales animados con purpurina de fantasía por encima, protagonistas jóvenes, fuerte presencia visual y reflexiones sobre identidad y relaciones. Pero la ejecución marca la diferencia: Strange Magic se quedó en un experimento fallido, mientras que Las guerreras K-Pop transforma la misma fórmula en un producto redondo, atractivo y moderno. Al menos las dos pelis hacen honor a su nombre: Strange Magic es extraña, Las Guerrera K-Pop son POP. La moraleja: no basta con tener la idea, hace falta entender a tu público y saber cómo contar la historia. Si queréis darle una oportunidad a Strange Magic, está disponible en Disney+. Y si queréis volver a disfrutar de Las guerreras K-Pop, la encontraréis en Netflix. Yo voy a ver otra vez Las guerreras K-Pop.
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