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James Cameron trabajó en una película que no solo fusilaba Los Siete Samuráis, también copia a Star Wars con todo descaro

Para ser una peli de Serie B, la verdad es que sus efectos especiales quedaron de lo más resultones. Tanto, que los reciclaron y reutilizaron para otras películas

Chema Mansilla

Editor - Cine y TV

Al legendario productor Roger Corman no se le ponía nada por delante. Si iba a hacer una adaptación en formato de ciencia ficción de Los Siete Samuráis, ¿por qué no hacerlo también copiando descaradamente a Star Wars? Bueno, esto es un toma y daca. Al fin y al cabo, la propia saga de George Lucas le debía mucho a La fortaleza infernal, Los Siente Samuráis y, de paso, a toda la filmografía de Kurosawa, que para algo era un genio. La cosa es que, para ser un producto claramente de Serie B, Batalla más allá de las estrellas (Battle Beyond the Stars, 1980) no está nada mal para la época. El simple hecho de haber reunido a un equipo de jóvenes talentos que luego serían gigantes de Hollywood le da un valor histórico que trasciende su condición de película de bajo presupuesto y la convierte en un punto de estudio fascinante para los aficionados a la historia del cine.

Batalla más allá de la simple inspiración

La película es una space opera que, como todo lo que hacía Corman, trataba de aprovechar la fama de otros éxitos recientes de Hollywood. Por un lado, adopta la estructura colectiva de Los Siete Samuráis: un planeta pacífico y desarmado, Akir (me imagino que por AKIRa Kurosawa), se ve amenazado por el tirano intergaláctico Sador, quien promete destruirlo si no se somete a su voluntad. Para defenderse, los habitantes reclutan a un grupo de mercenarios, replicando el núcleo dramático del clásico de samuráis, pero trasladándolo al espacio exterior con naves, rayos láser y señores maquillados de alienígenas de todo tipo. Por otro lado, la película no oculta su admiración hacia Star Wars, incorporando villanos imperiales, aventuras espaciales de tono épico y un espectáculo visual que recuerda inevitablemente a la saga de George Lucas. Claro, entre su equipo técnico se encontraban algunos profesionales que eran auténticos fans de la peli de Lucas, como el mismísimo James Cameron.

La producción de Batalla más allá de las estrellas es un ejemplo perfecto de cómo Roger Corman aplicaba su filosofía de cine barato pero ingenioso. Tras dejar American International Pictures, Corman fundó New World Pictures y continuó su línea de películas de bajo presupuesto destinadas principalmente al público juvenil, sin renunciar a descubrir talento emergente. Para este proyecto, reunió a un equipo que contaría con figuras que más tarde serían legendarias: John Sayles escribió el guion, Jimmy T. Murakami dirigió la película, James Horner (el de Avatar, Titanic o Braveheart) compuso la música y un joven James Cameron se encargó de los efectos y el diseño de maquetas. Incluso el querido actor Bill Paxton (Aliens, Terminator) trabajó en la construcción de decorados antes de convertirse en actor, al más puro estilo de Harrison Ford ante ser Han Solo. con Star Wars parece que todo rima siempre.

Esta combinación de talentos prometía un resultado interesante, aunque modesto en recursos. El presupuesto fue de apenas dos millones de dólares, un tercio de lo que Corman solía gastar en sus grandes producciones, pero suficiente para poner en marcha un film que mezclara la estética de Star Wars con la estructura narrativa de Kurosawa. La grabación se realizó en un tiempo récord de cinco semanas en un antiguo aserradero de Santa Mónica, convertido en estudio, con sets construidos y destruidos con rapidez y filmaciones que, en algunos casos, se hacían con la pintura aún húmeda. Corman aplicó su conocida filosofía de reciclaje: modelos, efectos visuales y la banda sonora de Horner se reutilizarían en otras películas de New World Pictures, maximizando la inversión y garantizando que cada elemento tuviera un segundo uso.

Se parece, pero no

No es casualidad que Batalla más allá de las estrellas se parezca tanto a Star Wars. La peli de Lucas había cambiado la historia del entretenimiento y la cultura pop para siempre y, tras su éxito sin precedente en taquilla, todo el mundo en Hollywood quería un pedacito de su relumbrón. La película aprovechó el éxito de la saga de Lucas para ofrecer un producto que satisficiera el apetito del público por aventuras espaciales accesibles y espectaculares hasta que Lucas se decidiera a continuar con su saga. Sin embargo, las diferencias son evidentes. 

 El presupuesto fue de apenas dos millones de dólares, un tercio de lo que Corman solía gastar en sus grandes producciones

Mientras Star Wars construye una mitología compleja y desarrolla a sus personajes con profundidad, Batalla más allá de las estrellas apuesta por el espectáculo y los arquetipos: Shad, el joven piloto; Saint-Exmin, la guerrera Valkyrie; el carismático Cowboy (que no era otro que Hanibal Smith de El Equipo-A), el mercenario moralemnte ambiguo Gelt (al que pone cara el malo de El Equipo-A); y Cayman, el cazador alienígena, funcionan como figuras funcionales que impulsan la historia. ¿Quién le iba a decir a Lucas que iba funcionar mejor la idea de un señor alto vestido con un traje lleno de pelos que una voluptuosa actriz disfrazada de espíritu nórdico en bikini? Su objetivo no es explorar la psicología ni el drama interno, sino generar tensión, acción y diversión en un relato donde el espectáculo prima sobre la profundidad narrativa. Bueno, eso y sacarle algo de rédito económico al éxito de Star Wars invirtiendo lo menos posible.

La influencia de Los Siete Samuráis es aún más directa. La película nunca ocultó que es una adaptación de Los Siete Samurais y que replicaba su historia en la que una comunidad que contrata defensores para salvarse del acoso de un grupo de mercenarios. La acción simplemente se traslada de un pueblo japonés del siglo XVI a un planeta agrícola amenazado por un tirano intergaláctico. Shad debe reclutar mercenarios de distintos mundos para proteger a Akir, replicando la premisa de Kurosawa en clave de ciencia ficción. Cada mercenario tiene habilidades específicas y personalidades distintas, lo que genera estrategias, conflictos y alianzas similares a las que se verían en el film original, aunque con un enfoque menos psicológico y más espectacular. Y sí, obviamente es lo mismo de Rebel Moon.

Uno de los rasgos más interesantes de Batalla más allá de las estrellas es su capacidad para funcionar como pastiche. Mezcla elementos reconocibles, mercenarios reclutados, la opresión al débil, la misión defensiva, para ofrecer al espectador una experiencia familiar sin pretensiones elevadas. La economía de recursos llevó al equipo a soluciones creativas: cada nave y cada escenario fueron diseñados para ser memorables pese a las limitaciones de presupuesto, y muchos de estos elementos serían reutilizados en otras producciones de Corman. No es la única vez que James Cameron salva la papeleta de los efectos de una peli gracias a sus buenas ideas.

James Cameron trabajando en las maquetas de Batalla Mas Alla De Las Estrellas

La película también refleja la cultura pop de finales de los setenta y principios de los ochenta. Reciclar paradigmas clásicos como los samuráis o los westerns en un contexto de ciencia ficción permitió conectar con un público que buscaba tanto la novedad del espacio como la familiaridad de arquetipos conocidos. La interacción entre personajes, aunque arquetípica, funciona y la historia mantiene un ritmo rápido, con conflictos claros, mucho "pew, pew, pew" y un humor que hace más ligera la experiencia, convirtiendo el relato en un entretenimiento pulp muy efectivoefectivo.

Batalla más allá de las estrellas tampoco logró demasiada repercusión en su estreno. Se valoró positivamente su ingenio técnico, los efectos de James Cameron y la música de Horner, pero se criticó su acercamiento sin complejos a Star Wars y el desarrollo superficial de los personajes. En taquilla, la película fue modesta, aunque rentable gracias a la venta de derechos internacionales y a la explotación en el mercado doméstico. 

Batalla más allá de las estrellas es un cruce deliberado entre la estructura colectiva y moral de Kurosawa y la demanda estética y comercial creada por Lucas. La película toma la premisa central de Los Siete Samuráis y la recontextualiza en clave de space opera, orientada al entretenimiento y al ingenio creativo para maximizar recursos. Aunque siempre quedó eclipsada por Star Wars y relegada a la parte inferior de las estanterías de los videoclubs, su legado persiste entre los aficionados del cine de ciencia ficción de Serie B.

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