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Hoy seguramente la mayoría piense que Hellraiser es una peli de culto porque es muy bestia, pero la clave es justo que el villano no un monstruo descerebrado

Un rodaje difícil, falta de presupuesto, sadomasoquismo y un director novato: parece la receta de un fracaso pero se transformó en un éxito mundial

Chema Mansilla

Editor - Cine y TV

Durante años, Hellraiser fue una película que me generó pesadillas. A día de hoy todavía me da bastante repeluzno cada vez que recuerdo ciertas escenas o pienso en los cenobitas acechando entre sombras y corredores. Eso habla muy bien de Clive Barker y de lo que, a mi juicio, es su obra maestra: Hellraiser, una auténtica pesadilla dentro y fuera de la pantalla de cine, capaz de perturbar, fascinar y generar una experiencia de horror completamente distinta a lo que se había visto hasta entonces. Lo que empezó como un proyecto prácticamente ignorado, se ha convertido con los años en una de las franquicias más originales e inteligentes de la historia del cine de terror.

La chispa de la locura

Decía Stephen King, o al menos la promo original de la película decía que lo decía, que el futuro del terror era Clive Barker. Pero la verdad es que en su momento no todo el mundo supo verlo, y aunque hoy tal vez no sea muy conocido por el gran público, su influencia en el género ha sido enorme. El germen de Hellraiser estaba ya en la mente de Barker mucho antes de que las cámaras empezaran a rodar. Este autor ya era conocido por su serie de relatos cortos Los Libros de Sangre, y en 1986 Barker publicó la novela corta The Hellbound Heart en la antología Night Visions. Esta obra introdujo elementos que se volverían icónicos algo más tarde gracias a su salto a la gran pantalla: el rompecabezas místico conocido como la Caja de Lemarchand, también conocida como la Configuración del Lamento en la película, y los cenobitas, demonios que no distinguen entre dolor y placer y que castigan con extrema violencia a quienes juegan con la caja. 

Barker exploraba temas que hasta entonces el cine de terror había tocado de manera superficial: la conexión entre la lujuria, la obsesión y la violencia, y cómo la búsqueda del placer podía transformarse en tormento absoluto. Todo muy BDSM y ochentero: cuero, cadenas, tachuelas y una estética que no desentonaría con lo que poco después podría verse en la MTV. En la novela, Frank Cotton es un hedonista dispuesto a todo para experimentar sensaciones extremas. Su obsesión lo lleva a conseguir la caja de LeMarchand y, tras activarla, a enfrentarse a los cenobitas, quienes lo reducen a un cuerpo desecado y grotesco, atrapado en un infierno sensorial. La historia continúa con Julia y Rory (renombrado Larry en la película) y la intervención de Kirsty, quien se convierte en la primera humana capaz de enfrentarse a estas fuerzas. 

La combinación de terror sexual, gore explícito y atmósfera malsana logró un impacto tremendo en los espectadores

Según explica el propio Barker en una entrevista con The Guardian, su experiencia trabajando como "emprendedor independiente" (léase "buscavidas") en los años 70 le proporcionó la perspectiva para escribir sobre el bien y el mal con la sexualidad como hilo conductor, y la influencia de clubes S&M como Cellblock 28 de Nueva York inspiró el diseño físico de los cenobitas, especialmente el líder que acabaría siendo conocido como Pinhead.

De la página a la pantalla: Barker toma las riendas

Tras haber visto cómo otros directores llevaban a la pantalla adaptaciones de sus relatos sin capturar su esencia, Barker decidió que si Hellraiser iba a existir, él mismo debía dirigirla. El proyecto fue financiado por New World Pictures con un presupuesto modesto de 900.000 dólares, apenas suficiente para rodar en una sola localización y con actores casi desconocidos. Christopher Figg, productor de Barker, le aseguró que eso sería suficiente. La ambición de Barker era clara: un terror que combinara lo erótico con lo grotesco, que transmitiera horror sin renunciar a la estética de sus historias y su visión de la sexualidad como motor narrativo.

Pinhead debía ser una mezcla entre un funcionario y cirujano, alguien encargado de mantener un "horario laboral" en un hospital sin salas, solo quirófanos

El guion, adaptado por el propio Barker, introducía cambios significativos respecto a la novela, generando un trasfondo más perturbador con tintes incestuosos implícitos. La decisión de centralizar el relato en Pinhead como figura principal vino tanto de problemas prácticos, como la limitación del maquillaje y los efectos especiales, como de la potencia del personaje, que rápidamente se convirtió en el rostro icónico de la saga y del género de terror de finales de los 80. El rodaje se llevó a cabo en Londres en 1986, con locaciones como Dollis Hill Lane y estudios en Cricklewood. Doug Bradley, amigo de Barker desde la infancia, fue elegido para interpretar al cenobita principal. Bradley y Barker desarrollaron juntos la interpretación del personaje: Pinhead debía ser una mezcla entre un funcionario y cirujano, alguien encargado de mantener un "horario laboral" en un hospital sin salas, solo quirófanos, mientras ejecutaba personalmente todo tipo de torturas a sus víctimas. Esta visión le daba al personaje una inteligencia calculadora, distinta del arquetipo de villano silencioso o chistoso que los productores inicialmente proponían inspirados por el éxito de Pesadilla en Elm Street, y lo convirtió en un antagonista más inquietante que muchos de sus contemporáneos en el género.

Los efectos prácticos y el maquillaje de Hellraiser fueron revolucionarios y clave a la hora de hacer del personaje todo un icono visual. Bob Keen, diseñador de efectos especiales que había trabajado en Star Wars, creó la piel desgarrada de Frank y los detalles de los cenobitas, que mezclaban la estética del sadomasoquismo con un rigor casi médico. La preparación de algunos personajes requería horas de aplicación y provocaba una tremenda incomodidad en los actores. Por este motivo la actriz Barbie Wilde tomó el relevo de Grace Kirby como la cenobita femenina de la peli. Hellraiser buscaba inducir tanto asombro como asco, logrando un efecto que, según afirmaba Baker en Little White Lies, validaba la subcultura S&M al tiempo que establecía un horror verdaderamente único.

Pinhead y sus asociados infernales

La complicada elección del título

El proceso de titular la película fue tan peculiar como el propio rodaje filme. Barker quería usar inicialmente The Hellbound Heart, pero los productores consideraron que sonaba demasiado romántico. Probaron nombres alternativos, desde la irrisoria propuesta de Barker Sadomasochists from Beyond the Grave hasta Hellbound, rechazados por su contenido sexual explícito o por resultar demasiado negativo. Al parecer la búsqueda se complicó tanto que pidieron sugerencias a todo el equipo de producción, lo que una mujer del equipo de unos 60 años, muy educada y muy inglesa, sugiriera 'What a Woman Will Do for a Good Fuck'. Al parecer no cuajó, por lo que sea. Finalmente, fue el productor Christopher Figg quien propuso Hellraiser, un título que Barker admitió como perfecto, evocando la idea de algo que viene hacia ti, ineludible y aterrador.

Estreno y éxito inmediato

Hellraiser se estrenó en septiembre de 1987 y rápidamente se convirtió en un éxito de culto. Con una recaudación mundial superior a los 30 millones de dólares, la película superó con creces las expectativas de un estudio que inicialmente planeaba un lanzamiento directo a vídeo. La combinación de terror sexual, gore explícito y atmósfera malsana logró un impacto tremendo en los espectadores. Doug Bradley, en varias entrevistas, describió el mundo de los cenobitas como una especie de prisión, con Pinhead como alcaide, la caja como llave y los demonios como reclusos fugitivos. Esa idea, junto a la estética de los cenobitas y la propuesta de un infierno regulado por reglas y jerarquías logró conquistar a los amantes del género por su originalidad. 

El éxito del filme generó una secuela inmediata en 1988, y cimentó la franquicia que llegaría a contar con nueve secuelas, cómics, novelas y un reboot en 2022. La influencia de Barker permaneció como base de la franquicia, aunque algunas de las secuelas se alejaron de su visión original, incorporando elementos de slasher más típicos o de procedimientos policiales, y adaptando el terror a tendencias más comerciales. Sin embargo, la esencia de la saga, la combinación de horror corporal, sexualidad y filosofía retorcida, se mantiene como su seña de identidad.

Clive Barker no solo creó personajes y mundos que asustan; construyó una forma de imaginar el horror

Después del éxito inicial, Hellraiser se convirtió en un fenómeno transmedia. A la serie de películas se sumaron adaptaciones literarias y cómics, como la serie publicada por Epic Comics en 1989, que expandía el universo de los cenobitas y sus reglas. Barker continuó explorando este mundo con novelas posteriores como The Scarlet Gospels (2015) y Hellraiser: The Toll (2018), donde se consolidó la identidad de Pinhead como "The Hell Priest" y "The Cold Man". Cada nueva entrega cinematográfica y literaria ampliaba el lore, pero mantenía elementos que habían hecho de Hellraiser algo singular: el enfoque en la relación entre dolor y placer, la atmósfera opresiva y casi ritual de los cenobitas, y la obsesión por el detalle visual que hacía de cada mutilación, pierna desollada o escena de regeneración corporal un espectáculo perturbadormente estético que ha influido posteriormente en artistas como ORLAN o Ron Athey.

Barker y su legado en el cine de terror

Clive Barker no solo creó personajes y mundos que asustan; construyó una forma de imaginar el horror. La combinación de erotismo, filosofía del castigo y horror corporal distingue a Hellraiser de la mayoría de producciones de terror de los años 80. Mientras franquicias como Viernes 13 o Halloween dependían de la repetición de fórmulas y de un villano que castigaba sin discurso, Barker introdujo la inteligencia, la deliberación y la ambigüedad moral como armas de terror, curiosamente, inspirado por el Drácula de Christopher Lee. Pinhead no es solo un villano: es un juez y un inquisidor de la carne y el espíritu. Como recuerda Bradley, Pinhead existe en un limbo emocional donde ni el dolor ni el placer lo alcanzan, una definición muy precisa de lo que puede considerarse un infierno absoluto.

La sexualidad extrema que convirtió a Hellraiser en la película que todo chaval de 13 años de la época quería ver

Además, Barker validó subculturas y experiencias marginales al introducir elementos del BDSM y la sexualidad extrema, sin que estos fueran solo un adorno para el shock, lo que reforzó su popularidad en cierto círculos de la subcultura pop y convirtió a Hellraiser en la película que todo chaval de 13 años de la época quería ver, por muy poco recomendable que resultara para su edad. 

La vigencia de Hellraiser

Hoy, más de tres décadas después de su estreno, Hellraiser sigue siendo un referente del terror inteligente. Su impacto se refleja en la cultura popular, en la persistencia de Pinhead como icono, y en la continua reinterpretación del universo en películas, cómics, novelas y videojuegos. La película original, pese a las limitaciones presupuestarias y a la incredulidad inicial de productores y público, demostró que se podía crear una potente mezcla de horror con un discurso filosófico, un terror meramente físico y emociones perturbadoras que resultaron rentables. No mucho después de su estreno todavía podemos ver la huella de Hellraiser en Horizonte Final o en los borg de Star Trek: La Nueva Generación, por ejemplo.

En definitiva, la historia de Hellraiser es la historia de una visión que desafió las expectativas, combinó arte, subcultura, sexualidad y cine, y logró transformar lo grotesco en fascinante y lo erótoco en inquietante. Lo que comenzó como un proyecto que pocos creían viable, hoy se erige como uno de los pilares del cine de terror, una obra maestra que nos recuerda que las pesadillas más intensas a veces surgen de lo que nos llama, pero no nos atrevemos a hacer.

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