Pandora sigue siendo hipnótica en la tercera entrega de Avatar, pero Fuego y Ceniza se parece tanto a la anterior película que al espectador con ganas de algo más original
Soy fan de la saga Avatar. O al menos, lo era. Creo que por un lado aúna la experiencia del cine como experiencia, puro espectáculo y entretenimiento, despliegue técnico y fanfarrias. Por el otro, es una historia de ciencia ficción llena de ideas fascinantes, con mucho corazón y un mensaje para la humanidad. ¿qué más se le puede pedir? Pues un poco menos de James Cameron.
Cameron y el síndrome de Lucas
No puedo confirmarlo, claro, pero sospecho que a James Cameron le pasa un poco como al bueno de George Lucas en Star Wars. Erigido como dios de su propia mitología, nadie le dice "no" ni le pone freno a la hora de tomar decisiones que, a lo mejor, no son las más acertadas. En el caso de Lucas, lo vimos en las precuelas: un Lucas desatado hizo lo que quiso, con resultados irregulares. Pero no pasa nada, sigue siendo cine de autor con presupuesto "muchimillonario". En Pandora sucede algo similar: Cameron está obsesionado con ciertas ideas y temas, y en esta nueva película, parece que nadie le ha dicho "oye, James, esto es básicamente lo mismo que en la anterior".
Avatar: Fuego y Ceniza en pocas palabras
La película es la tercera entrega de la saga y continúa los eventos de Avatar: El sentido del agua. Jake y Neytiri, ahora parte del clan Metkayina, enfrentan el dolor tras la muerte de su hijo Neteyam mientras se cruzan con un nuevo y agresivo clan Na’vi, los Mangkwan, también conocidos como el Pueblo de las Cenizas, liderados por la feroz Varang (Oona Chaplin). La cinta reúne al reparto clásico (Sam Worthington, Zoe Saldaña, Stephen Lang, Sigourney Weaver, Kate Winslet) y añade nuevos personajes como Varang, que prometen historias frescas en Pandora. Sin embargo, la cinta peca de excesiva dependencia de la anterior y de acumulación de espectáculo sobre narrativa.
Visualmente, Fuego y Ceniza es un bamquete sensorial sin comparación. Ver Pandora en 3D de última generación es una experiencia que se queda grabada en la retina: paisajes submarinos, bosques luminescentes, criaturas imposibles, todo ello envuelto en una puesta en escena fascinante. En ese sentido, no le queda grande la etiqueta de "mayor espectáculo del mundo". Pero aquí surge el primer problema para Fuego y Ceniza: es la tercera entrega de la saga, y la novedad empieza a diluirse. Ya no impresiona tanto Pandora de noche parezca un bar alternativo cuando encienden la luz negra, y otra batalla final de una hora resulta ya algo esperable y prácticamente un trámite de cierre. El efecto wow de Avatar se diluye en medio de la acumulación interminable de preciosas postales visuales.
Cameron acumula una secuencia épica tras otra, una imagen maravillosa tras otra, sin dar respiro. Tras una hora de metraje, el espectador está agotado de tanta belleza y espectacularidad; no hay contraste, no hay pausa. Esta sobrecarga provoca lo que algunos podrían llamar un "callo visual": los momentos que deberían impresionar pierden fuerza porque están precedidos y seguidos de otros igual de fascinantes. La película, que dura más de tres horas y cuarto, exige cierto compromiso por parte del espectador, y aun así, el efecto de saturación es inevitable.
El problema no es solo visual. Cameron parece haber perdido el pulso narrativo, tanto a nivel cinematográfico como a la hora de definir lo que quiere contar. Me duele decir esto, porque… ¡Mira que me gusta el cine de James Cameron! Las escenas de acción siguen siendo impresionantes, pero su acumulación hace que ninguna destaque realmente. Y en cuanto a las ideas nuevas, aunque aparecen personajes interesantes y algunas líneas argumentales sugerentes, como la exploración de nuevos clanes y la introducción de Varang, la película no desarrolla satisfactoriamente ninguna de estas tramas. Al final, volvemos a la narrativa recurrente de Avatar: la importancia de los ecosistemas, la simbiosis y la comunión con la naturaleza, un mensaje ecológico necesario, pero que ya conocemos y que aquí se repite sin aportar novedad.
La sombra de la segunda entrega
El mayor problema es que esta película es prácticamente un calco de la segunda. Empieza siendo una especie de Centauros del Desierto, con la particularidad de que no te interesa especialmente lo que le pasa a la sobrina de John Wayne, porque los protagonistas adolecen una falta de carisma dolorosísima. Dolorosísima para el espectador, que o bien estableció unos lazos emocionales muy intensos con ellos en la película anterior o bien aquí le va a dar absolutamente igual que todos mueran de manera horrible en cualquier momento.
Una de las mejores ideas de la película es el personaje de Varang, la líder guerrera y religiosa de un nuevo clan de navi que demuestra que todavía hay historias que contar en Pandora que son originales e interesantes, aunque la película pase por ellas de puntillas. Ojalá alguien me explique el origen de su tatuaje, mezcla del udyat y el jamsa, porque estoy intrigadisimo. Este nuevo personaje me ha fascinado, pero finalmente queda desaprovechado, y es una lástima, porque del reparto de personajes heredados al final la única que para mí tiene algo de interés es Neytiri (Zoe Saldaña), que destaca en azul eléctrico entre un montón de personajes que dicen poco, trasmiten menos, y que apenas hacen avanzar la historia de la lucha por la libertad de Pandora. Y mira que un metraje de tres horas y 17 minutos dan para contar cosas…
Esa es otra, la dependencia de la película anterior es tremenda, que bueno, resulta esperable si tenemos en cuenta que se trata de una secuela, pero Cameron no le da la más mínima oportunidad a aquel profano que acude a la cita sin los deberes hechos. Una compañera en el pase de prensa, que no había visto la peli anterior confirmaba que no se había enterado de nada. Imagino que los compañeros que roncaban a pierna suelta durante el visionado, pues tampoco. Y es que esta peli de Avatar, a pesar de su espectacularidad, requiere del espectador ganas de estar ahí: o eres fan, o tal vez te dé un poco igual toda la pirotecnia, por muy bien hecha que esté. Yo soy fan, y he terminado decepcionado, como os decía. Tampoco ayuda que el tramo final de la película sea prácticamente un calco del anterior. Tanto que parece confeccionada con restos, sobras y descartes de Avatar: El sentido del agua.
Una oportunidad perdida de seguir explorando Pandora
En términos de historia, Fuego y Ceniza ofrece pocas sorpresas. Aunque se introducen nuevas ideas y culturas, ninguna recibe el desarrollo necesario. La película plantea cuestiones ecológicas y sociales importantes, porque el futuro es ecológico o no será (para nadie, además), pero el enfoque episódico de esta entrega y el exceso de espectáculo eclipsan el mensaje. La narrativa carece de contraste: la emoción se diluye entre el despliegue visual y las secuencias de acción interminables. Incluso los momentos que deberían conmover pierden impacto por el ritmo implacable de la película. Es una pena que las dos o tres ideas nuevas que se introducen aquí en la serie apenas tengan un desarrollo a pesar de que es evidente que serán muy importantes en futuras entregas.
Fuego y Ceniza apunta ya a algunas ideas que dibujan un posible final a entre conflicto entre humanos y na’vi pero de manera independiente esta estrega en mucho menos que un mero trámite, una entrega muy sosa que le hace flaco favor al conjunto de la serie Avatar de la que, os decía, soy muy fan. Lamentablemente, no puedo serlo de esta entrega, decepcionado por el resultado final y algo sorprendido, lo confieso, con las entusiastas primeras reacciones de la película recogidas por Vanity Fair.
Según este medio, la película es un "espectáculo cinematográfico definitivo" que redefine lo que un blockbuster puede ser. Y bueno, sí, pero parece todos los años tenemos al menos una de estas pelis, ¿verdad? Los fans críticos estos días que ya han podido ver la película destacan en sus redes sociales la combinación de emoción y espectacularidad, y elogian la inmersión en Pandora como un logro técnico sin precedentes. Vale, estoy de acuerdo, pero veo poca mención pública a los puntos flacos de esta producción, a pesar de que en privado no son pocos los compañeros que ponen los ojos en blanco al comentarla.
Espectáculo garantizado, narrativa cuestionable
Cameron ha sido claro: el futuro de la franquicia depende del éxito de Fuego y Ceniza en taquilla. Esto añade presión a una película que, aunque visualmente impecable, no se distingue por su narrativa. Con todo, Avatar: Fuego y Ceniza es una película que hay que ver en el cine, y de verdad, espero que le vaya bien si su éxito condiciona el saber cómo acaba esta saga épica espacial, porque no me lo quiero perder.
No hay duda de que James Cameron sigue siendo un maestro del espectáculo y del entretenimiento audiovisual. Sinceramente, os recomiendo ir a verla en una sala 3D de última generación porque es una experiencia que impresiona. Pero como experiencia sensorial, no conviene buscarle algo más allá de lo que ya ofrecieron las dos entregas anteriores. Para los fans de la saga, sin duda es un festín visual y un viaje emocionante por Pandora; para el espectador casual, puede resultar agotadora y confusa. Fuego y Ceniza mide tu nivel de fan de la saga Avatar, se estrena en España el 19 de diciembre y, aunque no alcanza el nivel narrativo que como fan me hubiera gustado disfrutar, sigue siendo una experiencia cinematográfica que merece la pena vivir en la gran pantalla.
En 3DJuegos | Es una peli de ciencia ficción mítica, pero no se parece casi nada al libro en el que se basa, que es todavía mejor
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