La necesidad de asegurar su futuro ha provocado que los jóvenes abandonen sus sueños
Frente a la falta de plazas en la pública, el Gobierno ha tenido que poner freno a ese auge
Durante los últimos 9 años en España han crecido un 57% los grados universitarios en la privada y los másters de la misma categoría otro 66%. Todo ello en detrimento de la pública. Que una Generación Z que sigue sufriendo por su economía apueste por pagar más por sus estudios parece una estrategia absurda, más aún teniendo en cuenta que dichos grados parecen relegados a puestos como los de derecho o finanzas y no cuentan con la versatilidad y variedad que ofrece la universidad pública, pero en realidad tiene todo el sentido del mundo y, de hecho, nuestro país no es el único que sufre ese escenario entre los más jóvenes.
Tras estudiar en Oxford, un joven graduado que rechazó ofertas en algunas de las firmas más prestigiosas de Estados Unidos, se dedicó a investigar por qué sucedía. Por qué, de alguna forma que parecía difícil de entender, los jóvenes Gen Z se veían arrastrados por lo que ha terminado llamando el Triángulo de las Bermudas del talento. Pese a estar al otro lado del charco, es la misma razón por la que aquí se ha tenido que poner freno a las universidades chiringuito por la vía legal.
La idea del Triángulo de las Bermudas del talento llega hasta Fortune tras esa investigación para poner sobre aviso sobre cómo los alumnos más destacados de las mejores universidades, aquellos con las mejores notas y un abanico más amplio de opciones a escoger, termina cayendo siempre en puestos de sueldo alto y rápido. El triángulo lo forman finanzas, tecnología y consultoría, dejando cojas de grandes mentes otras alternativas como la investigación pública, humanidades, salud o política.
Lejos de reflejar que los jóvenes de la Generación Z tienen las ideas muy claras, lo que demuestra es que su ambición por otros trabajos y perfiles queda relegada a un segundo plano en favor de sectores con salarios iniciales que empiezan por las seis cifras anuales por el miedo a una posible inestabilidad de futuro. En el proceso de vender tus sueños por dinero, lo que antaño era una catapulta inicial desde la que asentarse para luego dar el salto a lo que realmente querías hacer, termina sumiéndolos en un bucle de gastos elevados que les impide abandonar ese triángulo.
En esa alta empleabilidad, estatus social e ingresos terminan jugando un papel esencial las universidades chiringuito que hasta hace poco florecían a este lado de charco. Frente a la saturación de ciertas plazas en la pública, la idea de agarrarse a carreras que venden un futuro más boyante ha provocado que las nuevas universidades privadas crezcan de forma descontrolada ofreciendo posgrados rápidos y carreras de baja exigencia a precio de oro.
Si lo que quieres es asegurar tu futuro en puestos de finanzas, derecho o consultoría, esas oportunidades adicionales han hecho de la necesidad de la Gen Z un negocio con una particularidad adicional: el mercado laboral de España no es tan amplio como el de EEUU, así que esas garantías, pese a ser un cebo de lo más llamativo, siguen sin asegurar absolutamente nada. Dicho de otro modo, el nivel de desempleo entre los graduados ya equivale al de jóvenes sin título universitario.
El resultado es un cambio que ha obligado al Gobierno a poner freno a ese auge de universidades privadas minando las capacidades de la pública para atraer a los jóvenes a otros perfiles, obligando por Real Decreto que las universidades privadas tengan que superar un informe de calidad obligatorio, que el profesorado sea elegido por sorteo, que se superen los 4.500 matriculados tras 6 años en activo, y que oferten grados, másteres y doctorados que cubran al menos 3 de las 5 ramas a elegir entre Artes y Humanidades, Arquitectura, Ciencias, Ciencias Sociales y Jurídicas, Ingeniería y Salud.
Imagen | John Doe en Midjourney
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