Con Gainax Royal Space Force: The Wings of Honnêamise, Gainax logró algo único: fusionar la fascinación por la ciencia y la tecnología de Verne con la delicadeza visual y narrativa que define al cine de Ghibli
Recuerdo perfectamente la cinta VHS en la que vi Royal Space Force: The Wings of Honnêamise. Es una de esas películas que, incluso décadas después de su estreno, sigue trayéndome buenos recuerdos y, en general, despertando fascinación entre los aficionados al anime y la ciencia ficción. Estrenada en 1987, la película fue escrita y dirigida por Hiroyuki Yamaga y producida por Gainax, los magos responsables de Evangelion, un estudio que por aquel entonces apenas empezaba a dar sus primeros pasos en la industria profesional.
Lo que hace única a Royal Space Force es su ambición. No busca el espectáculo visual de cohetes futuristas imposibles ni la aparición de extraterrestres y mechas gigantes. De hecho, creo que es lo único que le falta, pero tampoco diré que los eche de menos o que esta historia los necesite. Su fuerza reside en la construcción de un mundo alternativo verosímil y en la exploración de emociones humanas universales: el miedo, la ambición, la culpa y la búsqueda de sentido a la vida. Cada objeto, cada herramienta, cada rincón del de este mundo ha sido cuidadosamente diseñado para dar sensación de funcionalidad y de historia, evitando los clichés de la ciencia ficción más convencional y mostrando el trabajo artesanal y experimental de un estudio que empezaba a dejar su sello en la animación japonesa.
La humanidad en el centro de la aventura
La historia sigue a Shirotsugh Lhadatt, un joven cadete que vive en un mundo alternativo marcado por tensiones sociales y políticas. Su encuentro con Riquinni, una joven idealista y religiosa, lo inspira a ofrecerse como voluntario para convertirse en el primer astronauta de la Real Fuerza Espacial, lo que lo coloca en medio de dilemas personales y manipulaciones políticas. A diferencia de otros relatos espaciales más heroicos, Royal Space Force se centra en las dificultades cotidianas de la construcción de un cohete, los obstáculos del programa espacial y el desdén que la sociedad siente por la Space Force, mostrando un mundo donde la tecnología, la guerra y la moral se entrelazan con las decisiones individuales. En mi cabeza siempre esta película siempre ha sido la fusión perfecta entre De la Tierra a la Luna de Verne con el cine de Ghibli.
Shirotsugh no es un héroe convencional. Su carácter es contradictorio, marcado por la apatía, el error y la búsqueda de propósito. En varias escenas la película muestra la complejidad moral del protagonista y cómo sus acciones, aunque incomprensibles y problemáticas, sirven para explorar la vulnerabilidad, el deseo de redención y la tensión entre impulsos personales y responsabilidad social. Ni que decir tiene que en los primeros años 90, cuando vi esta película por primera vez, no había tanto cine de animación con este tipo de desarrollo en la personalidad de los personajes. Hablamos de los años en los que en disney ea el máximo exponente de este tipo de cine con películas como La Sirenita, Aladdin o la Bella y la Bestia, que están muy bien, pero están muy lejos de la ambición narrativa de lo que andaban cocinado en Japón al mismo tiempo. Pero incluso comparada con otros animes, esta aproximación de Royal Space Force: The Wings of Honnêamise hace que la película sea más madura y perturbadora que muchas otras producciones de anime de la época, alejándose de los patrones de aventuras heroicas para mostrar la humanidad tal como es: imperfecta y conflictiva.
De fracaso comercial a obra de culto
En su estreno, la película no logró conquistar a un gran público y tuvo una recaudación modesta frente a su elevado presupuesto. Sin embargo, con el paso de los años, Royal Space Force ha alcanzado un estatus de culto. Su apreciación reside no solo en la narrativa y la construcción de mundo, sino en la forma en que refleja la sociedad, la política y la relación de la humanidad con la tecnología y el poder. La película plantea preguntas sobre la guerra, la propaganda y la responsabilidad colectiva, invitando a la reflexión más que a la simple contemplación de efectos visuales o espectáculos espaciales.
Este reconocimiento tardío también se ha visto reforzado por la valoración crítica internacional. Mientras que la premiere en Los Ángeles sufrió problemas con un doblaje apresurado y muy criticado, y su estreno en Europa fue prácticamente directo al mercado doméstico algunos años después de su estreno, posteriores versiones y el lanzamiento en DVD permitieron que los espectadores apreciaran la calidad de la animación, la profundidad de los personajes y la originalidad del mundo creado por Gainax. La película se convirtió así en un referente para quienes buscaban un enfoque más humano y complejo de la ciencia ficción, alejándose de los estereotipos del género, aunque todavía entre un sector de espectadores considerado muy nicho.
El nacimiento de un estudio legendario
Royal Space Force representa un punto de inflexión en la historia de Gainax. Antes del largometraje, el grupo se había hecho famoso por sus animaciones para las convenciones Daicon, llenas de referencias pop y espectacularidad. Con este proyecto, el colectivo de animadores dio un salto hacia la profesionalización, demostrando que podían concebir y ejecutar una obra cinematográfica ambiciosa, con una narrativa compleja y un estilo visual único. El filme sentó las bases de la ambición artística de Gainax y permitió consolidar a varios creadores que luego desempeñarían papeles fundamentales en títulos icónicos como Neon Genesis Evangelion.
El valor de Royal Space Force no reside solo en su legado estético o narrativo, sino también en cómo reflejó la filosofía del estudio: explorar emociones humanas profundas, subvertir expectativas y experimentar con la animación como medio artístico. La película mostró que Gainax no se conformaba con la espectacularidad superficial, sino que aspiraba a contar historias que pudieran generar reflexión y debate sobre la sociedad y el papel del individuo dentro de ella. Para ello nada mejor que usar su pasión por la ciencia ficción para abordar un subtexto religioso y filosófico: la inocencia de Riquinni frente a la corrupción y el cinismo de la sociedad, la tensión entre ciencia y tradición, y la idea de la humanidad buscando trascender sus límites, todo enmarcado en un contexto social y político creíble. Hay que recordar que en aquellos años Japón se había convierto en el cénit industrial y tecnológico del mundo tras una aceleradisima reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial que dejó prácticamente irreconocible a un país que siempre había había valorado su tradición y aislacionismo y que ahora era el escaparate de la tecnología del futuro que habría de cambiar el mundo.
Esta combinación de elementos hace de Royal Space Force un ejemplo temprano de cómo Gainax abordaría sus futuras obras: con ambición, riesgo y una atención exquisita a sus historias. De ahí que Royal Space Force: The Wings of Honnêamise no es solo un punto de partida para Gainax, sino también un recordatorio de que la ciencia ficción puede ser profundamente humana y sorprendentemente relevante, incluso sin grandes invasiones extraterrestres ni robots gigantes pegándose entre los rascacielos.
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