El mundo de fantasía más popular entre los fans de los RPG está de vuelta en la gran pantalla con una película digna de ver.
Reconozco que volver a meterme en el cine a ver una película de Dungeons & Dragons me ilusionaba bastante poco. Pero tras una tirada de iniciativa bastante potable he terminado viendo Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones y encontrando en sus dos horas de metraje un viaje a este mundo rolero tan sorprendente como divertido.
Diré más, el arranque de la película no me gustó demasiado y me hizo temer lo peor, una películas de fantasía épica que arrima su estilo al de los grandes éxitos de Marvel Studios y se olvida un tanto de sus propios orígenes. Y eso, en realidad, es cierto. Podemos ver Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones como una traslación de los Guardianes de la Galaxia de Marvel en con el DLC estético de un mundo de fantasía épica. La película no se sale ni un milímetro del terreno delimitado por los moldes del 'blockbuster' y con todo, se las arregla para jugar con cierta originalidad dentro de ese terrero .
El primer gran acierto de esta película escrita y dirigida por Jonathan Goldstein y John Francis Daley es no tomarse en serio a sí misma. Eso no quiere decir que no sea respetuosa con el lore o el Universo Dungeons & Dragons. A un rolero y fan se le menciona Baldur's Gate o Neverwinter y ya se le dibuja una sonrisa en la cara. Pero el respeto al material original no va tanto en la línea de ceñirse a un 'lore' determinado como al hecho de ser 'autoconsciente'. Y es que tal como yo he visto la película, en realidad no me pareció estar viendo una adaptación o 'una aventura en el mundo de' tanto como 'una partida de'. Eso me parece la auténtica genialidad de la película.
Adaptar el juego, no la franquicia
Y es que contar una historia establecida dentro de un mundo referencial de fantasía ya lo hemos visto, desde adaptaciones magistrales como la Trilogía del Señor de los Anillos de Peter Jackson al Conan de John Milius y Oliver Stone. En este género hay de todo, grandes obras y cosas que cuesta ver sin removerse en el asiento. Donde brilla esta Honor entre ladrones es que logra transmitir las sensaciones de una partida de D&D, no de vivir una aventura en el Universo D&D. No sé hasta qué punto es algo 'meta'. El caso es que si has jugado Dragones y Mazmorras reconocerás a los diferentes tipos de jugadores igual que los arquetipos de personajes. Porque aquí tal vez no resulten tan importantes los bárbaros, arqueros, acróbatas, magos y caballeros, tanto como el jugador que se lo toma en serio y sigue el manual a rajatabla, el jugador que se deja llevar, el que acaba de llegar o el que solo está ahí por pasar el rato y los ganchitos. Si has jugado a D&D sabes de lo que te hablo.
De ahí que la película funcione a dos niveles, uno para el público generalista que va a disfrutar de una cinta lleva de aventuras, humor y efectos especiales, y otro para el que va a reconocerse a sí mismo (y a sus amigos) como jugador. Creo que una vez abrazado ese enfoque, la película gana un buen puñado de puntos de experiencia en el corazón. Ya os lo he dicho, el arranque me pareció más bien tibio, pero en cuanto el fenómeno de identificación tuvo efecto en mí cual hechizo de Agarre Electrizante, me dejé llevar alegre y feliz.
Prácticamente todo el mérito de ese fenómeno lo tiene el reparto. El duelo de carisma entre Chris Pine y Hugh Grant mantiene en marcha esta historia en la que, al final, lo menos interesante es la trama. La historia no deja de ser la de una peli de atracos, a lo Oceans's Eleven, pero con cofres capaces de arrancarte la cara de un mordisco y dragones. No quedan fuera los esperables temas de 'cree en ti mismo', 'tus amigos son tu familia' y 'todo te saldrá bien si tu corazón es puro'. Lo de siempre, vamos, tampoco le podemos pedir peras al olmo. Pero como os decía, dentro de esas restricciones ('es el mercado, amigo') Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones juega bien su cartas. O le sale una buena tirada de dados, no sé muy bien... Lo importante es que entre que los protagonistas caen bien y que el metraje avanza a golpe de persecuciones espectaculares y unos cuantos chistes bastante potables, el resultado final es completamente disfrutable.
Estoy convencido de que habrá un buen número de aficionados a D&D a los que les hubiera gustado una película que se tomara el producto en serio, en el que lo referencial dejara paso a una adaptación fiel y rigurosa. Pero hasta donde llega mi experiencia con las partidas de D&D, la puesta en práctica del manual del juego no suele tener en cuenta discusiones sobre si alguno de los jugadores se está tomando la partida en serio o si ha dejado caer su cerveza sobre la mesa y ha empapado todas las hojas de personaje. Y en realidad hay que aceptar que este tipo de películas no están centradas en contentar al fan tanto como en llenar las butacas de los cines y vender palomitas. Si en el camino se logra lo primero, pues es un extra, pero no perdamos de vista la perspectiva imperante entre los grandes estudios de cine.
Una consecuencia gratificante es que después de ver la película a mí me han entrado ganas de revisitar este mundo fantástico. Para Hasbro, el gigante juguetero al que pertenecen los derechos del juego, este ha sido un anuncio muy caro, pero seguramente muy rentable a la larga. Si el efecto llamada funciona igual de bien con el resto del público como conmigo, tanto de veteranos como de los que solo han oído hablar de Dragones y Mazmorras en Stranger Things, podemos decir que la película es todo un éxito, y la verdad es que me alegro. Ojalá funcione lo suficientemente bien como para poder disfrutar de más pelis o series de este tipo de D&D. Hablando de series, atentos aquellos fans de la serie de dibujos animados de los años 80, que también tendréis vuestro momento para el aplauso.
Dónde pincha Dungeons & Dragons y dónde no
Dejando de lado lo que funciona, hay que entrar en lo que no. Que también lo hay. No voy a volver a entrar en lo que los jugadores y fans más exigentes de la franquicia van a señalar como atentados contra el material original. Habrá quien se eche las manos a la cabeza y quienes los reciban como un guiño dentro de un producto que, en el fondo, no está diseñado para ellos (que se lo digan a los marvelitas más exigentes, ¿verdad?). Me refiero a esos pequeños detalles que son de factura técnica. De poner en pantalla elementos de atrezzo que son claramente de "plasticuchi", escenarios que huelen a contrachapado de madera y pintura fresca, y extras que se pasean por la toma con un lenguaje corporal que se mueve entre la desubicación total y el despiste absoluto. En realidad es lo de menos en esta película, pero la diferencia de calidad entre diferentes tomas en ocasiones es alarmante. Nada importante si te estás dejando llevar por esta despreocupada aventurilla, que no pretende reescribir la historia del cine ni intenta hacerse pasar por cine de autor.
Para no terminar con las sombras de esta producción, quiero cerrar el texto llamando la atención sobre ciertos elementos de la trama que resultan sorprendentes e ingeniosos. No quiero dar detalles por lo de mantener la parte "sorprendente" para quienes veáis la peli después de leer esta crítica, pero en el aspecto "ingenioso" sí que me quiero parar un instante. Y es que cuando ya llevas al lomo muchas pelis, series, libros y videojuegos, al ver según qué películas y escenas se ponen en marcha determinados resortes por los que adelantas qué es lo que va a pasar a continuación. A problemas similares, soluciones similares, ¿verdad? Tengo que valorar el esfuerzo que se hace en Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones por buscar soluciones nuevas y originales que además encajan a la perfección dentro de este mundo fantástico.
No siempre funcionan, es verdad. "Oh, vaya, qué contrariedad, no podemos continuar porque este obstáculo impide nuestro avance, qué fastidio", puede decir uno de los personajes de la peli, a lo que otro responde: "No temas, justo aquí en el bolsillo llevo el Desvanecedor de Obstáculos que he encontrado hace dos escenas y que nos va a venir de rechupete para solucionar semejante contratiempo". Es una simplificación, aunque pasa en la película casi tal cual. Pero por cada una de estas hay un par de momentos que me hicieron pensar "eso no lo he visto venir" o "no se me habría ocurrido nunca". Esos instantes de metraje valen su peso en oro.
Eso, en realidad, es muy de partida de rol. Situaciones en las que lo que no se le ocurre a uno, se le ocurre a otro, y en las que si todo va bien y nadie tira la cerveza de nadie sobre la mesa, todo suelen ser risas. Trasladar eso a pantalla creo que es un logro que merece reconocimiento, más cuando lo hace sin mostrarnos a los jugadores, la mesa o los dados en pantalla, pero de una manera en la que están presentes en la sala de cine.
Impacto crítico de diversión
Dungeons & Dragons se abre paso en el complicado terreno de las franquicias cinematográficas y reclama su propio espacio a base de encanto. Sin buscar más que la diversión del espectador logra jugar con las reglas del blockbuster para sorprender y entretener. Tal vez consiga que los fans más duros del juego de rol original quieran tirarse de los pelos, pero su propuesta desenfadada sirve a la perfección para presentar este universos fantásticos de Dragones y Mazmorras para un público generalista en una peli de robos y dragones.
- Es una clásicas película de atracos con el toque mágico de D&D.
- El duelo de carismas de Chris Pine y Hugh Grant mantiene en marcha la película,
- Algunos momentos de acción son simplemente espectaculares.
- Introduce ideas tan sorprendentes como originales para problemas típicos de este tipo de películas.
- Después de ver la película amarás a los dragones obesos.
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