Crítica de The Mandalorian con spoilers (3x02): Star Wars gusta más cuando eres fan de Star Wars

The Mandalorian recupera el tono aventurero y avanza hacia su gran momento épico.

Me ha encantado el nuevo episodio de 'The Mandalorian', Las Minas de Mandalore. Lo he disfrutado una barbaridad, pero claro, es que yo soy fan de Star Wars. Tal vez las implicaciones más emocionantes del episodio no alcancen a los espectadores menos empapados de la mitología de la saga, y con todo, el nuevo episodio de 'The Mandalorian', a cargo de la debutante en la serie Rachel Morrison, resulta tremendamente disfrutable para cualquier espectador.

Con Las Minas de Mandalore la serie recupera el tono aventurero de los seriales de Flash Gordon que tanto inspiraron en su momento a George Lucas para dar forma a Star Wars, lo adereza con un ligero toque de cine de terror y lo riega con una magnífica cosecha de lore galáctico. Este episodio se despega del discurso sobreexplicativo con el que arrancaba esta tercera temporada de la serie y se zambulle ya de lleno en la senda narrativa de su cromado protagonista.

Antes, todo esto era Mandalore

Tras su homenaje formal al western, al cine de atracos, y a las pelis de samurais (como todo buen producto Star Wars), 'The Mandalorian' parece encaminarse hacia una novedosa aproximación al cine bíblico de los años 50 en Hollywood, con elementos que se acercan ya a momentos de Los diez mandamientos o Rey de Reyes. Din Djarin (nuestro querido Pedro Pascal) llega a Mandalore, el planeta original de su cultura, para descubrir que a pesar de lo que piensa el resto de la galaxia, el planeta no es un desierto tóxico inhabitable. Sí es un desierto cristalizado arrasado por la guerra y la crueldad del Imperio Galactico (que siguen siendo los malos en todo esto, claro), pero también es un mausoleo de la cultura mandaloriana.

Mando y Grogu han acudido a Mandalore en busca de redención, para participar en un ritual que le permita expiar sus pecados a ojos de su clan. El camino de descenso hasta la laguna en la que en un gesto bautismal Mando limpie su culpa (de ahí lo del cine bíblico) se convierte en el camino que también están siguiendo muchos espectadores, descubriendo por primera vez los restos arqueológicos de esta civilización de guerreros honorables.

El camino, claro está, se tuerce, de ahí la aventura. Y ha de acudir al rescate Bo-Katan (nuestra estimadísima Katee Sackhoff) en un alarde de "molonidad máxima". Pocas cosas en el Universo Star Wars me han entusiasmado tanto como ver a Sackhoff con el casco bien enfundado repartiendo cera y beskar a golpe de bláster y darksaber. La participación de este personaje en la trama no deja de tener además una lectura paralela a la de Mando. Allí donde este representa a los nuevos espectadores, Bo-Katan tiende la mano los fans veteranos que gracias a las series de animación (de donde procede este personaje originalmente) conocieron este planeta y a sus moradores en su momento de mayor esplendor. La nostalgia de Bo-Katan es la de los fans, en un momento que a mí me ha recordado al emocionante regreso de Adrien Brody a Varsovia en 'El Pianista', solo que con jetpacks y morlocks (al estilo del cine de terror atómico de Serie-B de los años 50).

De la mano de los dos personajes los espectadores asistimos a una nueva clase magistral de historia, cultura y mitología mandaloriana, que con el sorprendente final del episodio, está empezando a construir un punto de inflexión, no solo en la serie, también en todo lo que se sabe sobre los mandalorianos dentro del lore de Star Wars.

Solo los mejores ingredientes

Pero la conexión que me ha volado la cabeza, mi trastornada cabeza, seguramente, es la que en un ejercicio de malabares mentales he establecido con Samurai Jack. Si no conoces esta serie de animación a cargo del genial Genndy Tartakovsky te estás perdiendo uno de los trabajos de narrativa cinematográfica más interesantes de las últimas décadas. Si la conoces, lo mismo te ha pasado como a mí, y has visto en el planteamiento de escenas, en su composición, fotografía, y en su ritmo y montaje, muchos de los elementos que hacen imprescindible la serie de Tartakovsky. Dejo aquí, a modo de anécdota, que Jon Favreau, showrunner de 'The Mandalorian' contó con él para realizar los storyboards de su Iron Man 2 fruto de la admiración a su trabajo, y que la serie de animación de Star Wars: Clone Wars de Tartakovsky sentó las bases para la versión animada y tridimensional de la serie Clone Wars de Dave Filoni, co-creador de 'The Mandalorian'.

Para finalizar quiero destacar esa nueva participación del maestro Phill Tippet a cargo de las animaciones de miniaturas. Desde El Imperio Contraataca este señor (y su estudio) no han dejado de hacernos soñar con galaxias muy lejanas a base de maquetas y stop-motion, y en este nuevo episodio de 'The Mandalorian' dejan para el recuerdo una araña robótica que es ya uno de los mejores diseños recientes de Star Wars. Cierro con una pregunta: ¿es cosa mía o Grogu está cada vez más adorable?

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