La nueva película del creador de Barbarian es capaz de generar un terror atemporal y profundamente inquietante
Weapons ha irrumpido en el panorama del cine de terror con una premisa que, a simple vista, parece simple: 17 niños desaparecen simultáneamente a las 2:17 de la madrugada, dejando tras de sí un vacío aterrador que atraviesa la razón y despierta temores ancestrales. La película ha logrado convencer a críticos y espectadores con su enfoque innovador sobre el miedo, combinado con una estética cuidadosamente elaborada y una narrativa que desafía convenciones del género, la ha convertido en un pequeño fenómeno cultural reciente. Con una precuela en camino, a mí lo que además me ha interesado de Waepons es precisamente lo que no me ha contado.
Aviso de spoilers: Este artículo desgrana el argumento de Weapons y da detalles de la trama de la película.
¿Preparados? Ojo que os voy a destripar la peli, estáis avisados de spoilers, ¿eh? Vamos a ello: En el corazón de esta espeluznante historia late Gladys Lilly, interpretada por Amy Madigan, una bruja que se muestra como frágil y enferma, pero que rápidamente revela su verdadera naturaleza: una mujer capaz de prolongar su vida a costa de la energía vital de los más jóvenes. Una traslación casi literal del ideal de bruja de cuento clásico que uno tiene cuando piensa en Hansel Y Gretel, o cualquiera de los cuentos que perduran en nuestra cultura popular. De manera muy sibilina la película va colocando a Gladys no solo como antagonista: hace de ella un espejo de los miedos primitivos que han perseguido a la humanidad desde tiempos remotos. Su caracterización, inspirada en el estilo fotográfico de Diane Arbus y en gestos dramáticos que recuerdan a Bette Davis, refuerza la ambigüedad entre lo humano y lo monstruoso con una pátina de purpurina pop que el director Zach Cregger usa con una elegancia tremenda. Pero hablemos de miedo.
Un horror primigenio más allá de lo sobrenatural
El miedo que provoca Gladys no se limita a meros sobresaltos o abruptas apariciones en pantalla, ya sabéis, los recursos más sobreexplotados del cine de terror. Remite a un temor tan antiguo como la propia humanidad: ser víctimas de fuerzas invisibles que secuestran nuestra voluntad y consumen nuestra existencia. La hora de la desaparición, las 2:17 a.m., no es un detalle anodino: conecta con referencias icónicas del terror como El Resplandor y su habitación 237. La habitación 217 del Stanley Hotel en Estes Park, Colorado, es famosa por inspirar El Resplandor de Stephen King tras su estancia allí en 1974. Conocida por estar supuestamente encantada, ha protagonizado incidentes paranormales y accidentes históricos, convirtiéndose en un icono del terror real que inspiró la ficticia habitación 237 del Hotel Overlook Hotel con la vieja bruja en la bañera, anclando la obra de Zach Cregger a un linaje de películas que exploran la locura y lo inexplicable. Este guiño ya nos indica que Cregger ha hecho los deberes: la película no solo juega con lo sobrenatural; explora sistemas de creencias ancestrales como la brujería, el fetichismo, el totemismo y el vudú, construyendo un horror que es tanto cultural como psicológico.
Magia de sangre, fetichismo, vudú y totemismo
Desde un punto de vista etnográfico, la brujería opera como un sistema de creencias mediante el cual ciertos individuos poseen la capacidad de influir en la realidad a través de encantamientos y rituales. El antropólogo E. E. Evans-Pritchard documentó que entre los azande, una cultura tribal del África central, la brujería funciona como mecanismo social para explicar desgracias y reforzar normas comunitarias, otorgando sentido a acontecimientos adversos. Lo mismo explica Bronislaw Malinowski en "Magia, ciencia y religión", entre tribus del otro extremo del mundo, en las islas del Pacífico.
En Weapons, Gladys utiliza objetos personales de los niños, cabello, ropa, medallas, para invocar control sobre sus víctimas, un método que refleja prácticas rituales de influencia y posesión presentes en culturas ancestrales. Su magia, basada en la manipulación de la fuerza vital, evidencia un entendimiento de la brujería no como un acto malvado abstracto, sino como un instrumento para alcanzar fines concretos: la prolongación de su propia vida.
James G. Frazer, en La Rama Dorada, describe la magia de sangre como un ritual en el que elementos orgánicos del cuerpo humano, cabello, sangre, fragmentos de piel, sirven como vehículos de poder místico. Gladys aplica esta lógica al usar sangre en objetos cargados de fuerza espiritual, elevándolos al rango de tótems o fetiches, y con ellos manipular a sus víctimas. Según Lévi-Strauss, si bien el totemismo establece un vínculo sagrado entre un grupo humano y un ser o elemento natural, el fetichismo se centra en la adoración de objetos cargados de energía sobrenatural. Estoy citando a algunos de los mayores antropólogos de la historia, que si bien sus teorías empiezan a verse afectadas por el paso del tiempo, sientan las bases de este tipo de estudios. En Weapons, cada mechón de pelo, cada lápiz del estuche del colegio o juguete usado por los niños se convierte en conducto hacia su fuerza vital, estableciendo un lazo mágico que permite a Gladys manipularlos a voluntad. La película establece que esta bruja utiliza a las personas a las que somete como armas (de ahí el título de la película), pero siguiendo estas ideas yo no puedo evitar ver ahora cómo todos los objetos que nos rodean y que nos pertenecen podrías convertirse en potenciales armas en nuestra contra en manos de Gladys.
El vudú, originario de África Occidental y sincretizado en Haití, combina culto a los ancestros y prácticas de posesión y ofrendas. Investigaciones recientes, como las de Philippe Charlier, confirman sacrificios rituales en la corte del rey Ghezo de Dahomey, donde la sangre humana y objetos de los difuntos actuaban como mediadores con el más allá. En Weapons, la forma en que Gladys absorbe la energía de los niños y de los adultos de la familia Lilly recuerda a estas prácticas, aunque con un enfoque dramático y cinematográfico que enfatiza el horror y la catarsis colectiva.
Creo que es el momento de señalar que desde un punto de vista científico y psicológico, el poder de la brujería, el fetichismo o los rituales mágicos se entiende mejor como un efecto de la sugestión y la percepción subjetiva. Numerosos estudios muestran que la mente humana puede reaccionar intensamente a expectativas de amenaza o curación: así como el placebo puede generar mejoras reales en la salud, el llamado "nocebo" puede provocar síntomas negativos simplemente por creer en un efecto perjudicial. En otras palabras, no existen evidencias científicas que respalden la efectividad de hechizos o magia para alterar la realidad, pero la combinación de sugestión, miedo y contexto ritual puede desencadenar reacciones físicas y emocionales muy reales, lo que explica por qué este tipo de prácticas tienen un impacto tan potente en la psicología de quienes las experimentan o las presencian.
Reflejo en el cine de terror y psicología del miedo
Desde White Zombie (1932) o The Devil’s Bride (2016), el cine ha empleado sistemas de creencias tradicionales para construir atmósferas de amenaza omnipresente. En La Bruja (2015), la recomendable película de Robert Eggers, la bruja anciana representa el temor puritano de una civilización formada bajo el paraguas cultural del cristianismo ante un mundo pagano, que no deja de ser una evolución del terror de la Roma Imperial a las tradiciones tribales de los pueblos con los que chocaba en su expansión. Incluso desde la serie B, como en La Matanza de Texas (1974), los fetiches y muñecos caseros prolongan la pesadilla que sufren sus protagonistas; en El corazón del ángel (1987), el vudú sirve como vínculo entre planos paralelos de consciencia y existencia. Incluso podríamso hablar de La Maldición de las brujas (1990) en clave de humor. Weapons retoma y sintetiza estas tradiciones, concentrándolas en Gladys Lilly como catalizadora de un horror que es tanto psicológico como cultural.
El neurocientífico Joseph E. LeDoux demostró que la amígdala detecta estímulos amenazantes antes de que la corteza racional los procese, generando pavor inmediato. Objetos ensangrentados, símbolos tabú y posesiones inducen una respuesta emocional primaria, evocando temores instintivos de pérdida de control, contaminación y muerte lenta. En Weapons, los rituales de Gladys activan estos circuitos arcaicos, conectando con un miedo primigenio que trasciende lo sobrenatural y conectando directamente con la idea de nocebo que os presentaba antes.
La magia de Gladys encarna un tabú cultural profundamente enraizado en la tradición judeocristiana: la bruja es transgresora, castradora de inocentes y pactista con lo oscuro. Claro, tampoco podemos perder de vista que la tradición judeocristiana recurrió a la caza de brujas no solo como castigo religioso, sino como herramienta para erradicar creencias filosóficas o rituales que cuestionaban su autoridad. Este mecanismo funcionaba como censura política e intelectual y como control social, utilizando el miedo y la amenaza para someter a poblaciones en su mayoría analfabetas y dependientes de las instituciones eclesiásticas. Este coche de tradiciones sirve de marco de referencia en Weapons, aunque no siempre resulte tan evidente como la pintada de la palabra "Bruja" en el coche de Justine, una de las protagonistas de la película. El detalle refuerza la sensación de amenaza que acecha a lo cotidiano, mostrando cómo lo prohibido se convierte en detonante de terror social y colectivo.
Control mental y catarsis colectiva
Gladys manipula objetos personales para convertirlos en enlaces de poder oscuro, en un fetiche o tótem que somete la voluntad de su propietario. El fetichismo se intensifica al elevar fragmentos humanos a la categoría de reliquia con capacidad mágica, distorsionando la relación entre lo humano y lo inanimado, y transformando lo cotidiano en instrumento de horror. a un nivel básico vale lo mismo para la culturas tribales que momifican a sus muertos que para falanges, cráneos, lágrimas y demás despojos escatológicos repartidos por las iglesias de toda la cristiandad. Todas estas tradiciones no dejan de ser una manera de relacionarse psicológica y emocionalmente con el mayor en los misterios que enfrenta la humanidad, que es el de la muerte.
La edad imposible y el simbolismo de la enfermedad
En ese sentido, y su me permitís la generalización, el culto a la muerte en cualquiera de sus manifestaciones culturales y religiosas, no dejan de evidencia la importancia del "tánatos" todavía hoy en nuestras sociedades cientificistas. Nuestra relación esta idea de la muerte y de la corrupción inherente a todo lo que vive es un motor cultural y religioso que parece eterno y con el que cada individuo debe reconciliarse de manera subjetiva con una idea que de manera natural nos repugna y nos aterra.
Los rituales de Gladys combinan gestos y susurros, evocando cuentos de hadas góticos. Los niños y adultos atrapados en su sótano se convierten en actores de un trance colectivo, transformando la casa de los Lilly en un santuario de pesadilla. La convergencia de ritual popular y catarsis colectiva permite que el horror sea tanto interno como comunitario, reflejando ansiedades sobre control, obediencia y supervivencia.
Gladys alega que los padres de Alex sufren "consumption", referencia a la tuberculosis del siglo XIX, una enfermedad que consumía lentamente el cuerpo. Este detalle histórico siembra dudas sobre la verdadera edad de Gladys y su posible origen ancestral, sugiriendo que su pacto con la muerte para sobrevivir la hace inmortal y la conecta con la tradición de brujas premodernas. También ella está enferma, con otra enfermedad que evidencia un tremendo desgaste físico, que la película puntualmente asemeja en su sintomatología al cancer pero en el que todos podemos ver las secuelas de una edad extrema, un terror a la senectud que todos podemos compartir y que va de la mano de las ideas de las que os hablaba antes sobre la inexorable llegada de la muerte y el momento en el que todos tendremos que doblar la servilleta. Tal vez también podemos explicar el reciente éxito de La Sustancia a algunas de estas ideas.
Por qué Gladys nos hiela la sangre
Weapons recupera arquetipos de brujas de Salem, aquelarres medievales y demonología clásica, transformándolos en un horror visceral y contemporáneo. Gladys Lilly encarna el miedo a lo otro, al sacrificio inocente y a la ruptura de la normalidad, recordando cómo la superstición y la persecución de brujas moldearon la psique colectiva europea y rural. La desaparición de los 17 niños actúa como metáfora de la pérdida de la infancia, la fragilidad institucional y la impotencia comunitaria. Nos habla de nuestros miedos a la manipulación y a lo sobrenatural. Y nos solidariza en nuestro natural rechazo a la idea de que somos mortales. Son muchas ideas que más allá la magia: Gladys, más que bruja, simboliza las fuerzas que devoran desestabilizan la cohesión social, recordándonos que el miedo primigenio no siempre está en lo fantástico, sino en la cotidianidad deformada por lo inexplicable, pero sobre todo nos recuerda que todos vamos a morir. Aquí no se queda nadie.
Gladys Lilly representa el horror primigenio al activar miedos universales: la pérdida de control sobre el cuerpo, nuestra falta de control ante fuerzas externas y la violación de la inocencia por el paso del tiempo. La mezcla de brujería, magia,religión, tradición y psicología activa mecanismos arquetípicos que resuenan en lo más profundo de nuestra identidad, tanto colectiva como individual. Weapons demuestra que el verdadero horror a veces es simplemente una consecuencia de estar vivo. De todas formas, y por si acaso, "eu non creo nas bruxas, mais habelas hainas".
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