Rusia tiene un nuevo dron inspirado en Irán que trae dos malas noticias: ni es ruso ni le afecta la guerra electrónica

Ucrania necesita tomar el camino de la innovación tecnológica para seguir en la carrera de una guerra de drones cada vez más compleja

Rubén Márquez

Editor - Trivia

A principios de 2025, Rusia empezó a realizar ataques aéreos masivos con Geran-3. El dron, un kamikaze con motor a reacción heredado del Shahid-238 de Irán, se ha convertido en el principal enemigo de las tropas ucranianas. Con un turborreactor capaz de llevarlo hasta los 370 km/h y con un alcance de 1.000 kilómetros, ahora Ucrania ha conseguido ponerle las manos encima a uno de estos drones confirmando sus sospechas.

Los datos de Ucrania sugieren que el dron ruso cuenta con cerca de 50 componentes de países como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y China, lo que pone en entredicho las medidas de bloqueo comercial impuestas a Rusia para, entre otras cosas, frenar su acceso a dichos componentes. Por si eso fuera poco, su sistema de navegación es resistente a la guerra electrónica que tan buenos resultados ha dado hasta ahora. 

Tecnología inmune. A diferencia del Geran-2, esta nueva versión de la ofensiva de Rusia es capaz de resistir las contramedidas de guerra electrónica utilizadas por Ucrania hasta el momento. La clave de estas defensas pasa por bloquear o falsificar las señales de los sistemas enemigos para, principalmente, modificar su rumbo y evitar que impacten allí donde están destinados a hacerlo.

Sumado a su velocidad de turbojet, hace que interceptar estos ataques, que a menudo se realizan de forma masiva, resulte mucho más difícil para las tropas ucranianas. El plan de Ucrania pasa por invertir más en drones interceptores baratos que sean capaces de perseguir y eliminar al Geran-3 antes de que consigan tocar tierra.

Una guerra electrónica capaz de frenar drones. Los sistemas de defensa contra drones implican detectar y engañar los ataques afectando a la telemetría y control de sus automatismos o señales de dirección. Para ello, los sistemas de bloqueo buscan emitir el mismo ruido que la señal de control para que sus receptores no sepan discernir entre la señal real y la que busca neutralizarlos.

La principal baza de estos sistemas pasa por emitir una señal falsa para hacer creer a estos drones que están en una posición distinta, lo que interfiere con su objetivo y permite detonarlos en un espacio seguro. Gracias a señales de radio leve o que proceden desde satélites, y por ello terminan siendo más débiles e interceptables, hasta ahora había resultado relativamente fácil colarse en sus sistemas. 

Un dron que esquiva interferencias. Lo que hace del Geran-3 de Rusia un dron especial es que, precisamente, consigue evitar esos bloqueos y señales falsas. Para ello simplemente debe agarrarse a sistemas adicionales que, en forma de hardware de navegación o algoritmos de muestreo, eleven las posibilidades de que los drones mantengan su rumbo. 

La idea no es sólo que puedan bloquear las señales destinadas a frenarlo, sino que además cuenten con sistemas de acelerómetros, giroscopios y brújulas que le permitan tener distintas lecturas de su posición más allá de la electrónica. Si el algoritmo detecta que la señal recibida es distinta a la que marcan sus sistemas adicionales, es capaz de esquivar ese bloqueo reconduciendo el rumbo hacia la ruta inicialmente prevista. 

Cómo frenar a un dron que no se puede frenar. La respuesta de Ucrania pasa por fabricar drones interceptores capaces de detectar al Geran-3 en mitad de vuelo para frenarlo. A esas velocidades, y frente a esa inmunidad, las contramedidas habituales quedan fuera de la ecuación porque sistemas de señuelos, humo o interferencias localizadas no consiguen el efecto deseado. 

La solución pasa por lanzar drones que, viajando en vertical, puedan chocar contra el Geran-3. Frente a un escenario así poco importa tanto la velocidad como la envergadura de un dron con turborreactor, ya que aunque los drones de Ucrania sean más baratos y frágiles, un choque desde ese ángulo vertical puede resultar crítico y destruir su cola o las alas para provocar la caída del mismo. 

No es una guerra de drones, es una guerra económica. Aunque podría parecer que las sanciones impuestas a Rusia le colocan en una posición más frágil frente a la defensa de Ucrania, la realidad que muestran avances como el del Geran-3 demuestra que la posición económica rusa es lo suficientemente fuerte como para seguir escalando el conflicto. 

Frente a ataques cada vez más sofisticados, Ucrania necesita gastar más dinero y recursos para conseguir interceptar estos drones, lo que deriva en una estrategia de desgaste en la que, por mucho que los drones ucranianos sean más baratos, el coste de neutralizarlos puede terminar siendo más alto que el de su atacante. 

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