Análisis de Zelda Link's Awakening, un sueño hecho realidad

Cuando lo vimos en aquel Nintendo Direct de comienzos de año, era difícil de creer, pero el sueño ha acabado haciéndose realidad… Uno de los títulos más queridos de Game Boy, el clásico Link's Awakening, regresa en un remake más de 25 años después. ¿Está a la altura del original? Os lo contamos en nuestro análisis de Zelda: Link's Awakening para Nintendo Switch.

Los remakes no son una simple manera de explotar juegos clásicos, o de fomentar la nostalgia. Puede que la práctica se haya puesto muy de moda en años recientes, que haya recibido algunas críticas… pero creo que el caso de The Legend of Zelda: Link's Awakening es especial por múltiples razones. No me parece que sea un título con el que Nintendo espera vender grandes cifras (no tantas como BOTW, por ejemplo) pero sí con el que recuperar un trozo importante de la historia de la compañía.

Esa tarea, la de recuperar un videojuego con más de 25 años de antigüedad, no es nada sencillo. Tienes que tener muy claro lo que haces, y los que lo jugamos en su día sabíamos por qué un remake podía funcionar: su magnífico diseño de juego. Nacido como una actividad extraescolar, Link's Awakening iba a ser inicialmente una conversión para Game Boy del magnífico A Link to the Past de Super Nintendo. Sin embargo, el proyecto siguió su propio camino para erigirse como una de las aventuras más queridas de la saga Zelda.

El juego mantenía la filosofía de la serie mediante las ya tradicionales mecánicas de exploración, mazmorras y puzles con el uso de diferentes objetos. Aunque históricamente se le ha tratado como un Zelda menor, en realidad es tan importante como los demás. Por eso me parece tan acertado un remake aparentemente de nicho, pero que poco a poco nos ha ido demostrando que tiene más seguidores de los que parecía. Entre los que jugamos en su día y los que llegan nuevos (que son muchos gracias al éxito de Nintendo Switch), tal vez pueda darse la importancia que se merece a un clásico que regresa en un remake simplemente ejemplar.

Vídeo Análisis

Zelda: Link's Awakening, un diseño jugable atemporal

Link's Awakening fue diseñado teniendo en mente las limitadas capacidades de Game Boy en cuestiones gráficas y de memoria. Esto implicó estrujarse mucho el cerebro para dar lugar a un mapeado interesante, pero que al mismo tiempo resultase compacto. Debido a ello, uno de los aspectos que más temía de este remake era que las reducidas dimensiones incidiesen negativamente en la percepción del título. Han pasado muchos años, y lo que entonces era un extenso mundo a explorar, hoy podría resultar bastante limitado.

Obviamente, el mundo de este videojuego es pequeño si lo comparamos con las aventuras que llegaron posteriormente a la franquicia, pero la sensación que he tenido me ha resultado igual de agradable que en 1993. La extensión es sensiblemente superior, aunque manteniendo las proporciones del juego original, así como todos y cada uno de los emplazamientos. A efectos prácticos, la impresión es que las distancias se han ampliado sensiblemente, ahora presentadas en un cómodo scroll continuo, sin las pantallas en cuadrícula en que se dividía el juego en Game Boy. La RAM en aquella época era lo que tenía.

Por tanto, el trabajo de Nintendo y Grezzo se puede calificar de formidable. Se mantiene la esencia, mientras todos los ingredientes se adaptan a la actualidad. Y eso que se recuperan ciertas herencias del pasado, como las ocho direcciones del juego original, ahora con la introducción de animaciones para que Link se desplace en diagonal. Lo hacemos con el stick analógico, sin cruceta digital, en lo que supone un curioso anacronismo que -de alguna forma- trata de enlazar pasado y presente… No sé si con acierto, pero al par de horas ya me había acostumbrado a la precisión del enfoque, ajustado al milímetro (o mejor dicho al píxel).

Y es que si por algo destaca este remake es por mantener las cosas tal cual estaban. El mapa de Link's Awakening tenía un par de poblados, varios bosques, un desierto, una playa, un cementerio, una montaña, un castillo, un lago… Aún hoy en día me cuesta creer lo que se consiguió en tan poco espacio. Era un escenario compacto pero brillantemente estructurado. Igual de sorprendente me parece que no haya ni un solo cambio. Tal vez esperaba alguna novedad, pero comprendo perfectamente que no se haya querido tocar nada. Es como cuando tienes la maleta tan bien colocada que te da miedo abrirla de nuevo, no vaya a ser que lo descoloques todo.

Pues así era más o menos el mapa de este Zelda: apretado a más no poder... y así sigue siendo. La única modificación a mencionar es que la tienda de fotos se ha sustituido por la casa de Dampé, ahora destinada a crear tus propias mazmorras. Un cambio que no influye en nada en la estructura jugable del título, muy centrado en ir obteniendo nuevos objetos con los que explorar cada vez más rincones de la isla Koholint. El esquema de exploración te lleva a obtener un escudo para abrirte camino hasta la playa y obtener una espada con la que romper un arbusto e introducirte en el bosque del norte. Así es tu camino. Una cosa lleva a la otra en uno de los juegos más inteligentes de la serie.

Por eso, tu progresión no descansa en niveles de experiencia, sino en todo lo que vas haciendo. El camino del héroe, como en cualquier Zelda, se basa en lo que vas descubriendo y todo lo que aprendes, desde saltar hasta levantar pesadas rocas que obstaculizan tu recorrido. A este respecto, la obtención de objetos es una mecánica indispensable para comprender el gran puzle que constituye el mapa de juego. Muchas veces te verás atascado, no sabrás hacia donde ir, y aunque puedas llamar por teléfono al viejo Ulrira para obtener algún consejo, no siempre evitará que permanezcas minutos, horas o incluso días averiguando qué es lo que debes de hacer a continuación. Incluso yo, que lo jugué en su día, no recordaba algunas cosas.

Y ya que hablo de cosas que no recordaba, una era el teletransporte. Investigando el juego de Game Boy, veo que había cuatro puntos de teletransporte. En este remake hay más del doble. No es asunto banal, porque ayuda a mejorar la satisfacción en la faceta de exploración. Tal vez la situación de dichos puntos no sea la más eficiente, pero supone una importante mejora con respecto al clásico de 1993.

Mazmorras tal y como las recordabas

Zelda: Link's Awakening era un videojuego que dominé hasta el punto en que ayudaba a mis compañeros de colegio a superar las mazmorras. La probabilidad de atascarse era y sigue siendo bastante elevada, debido a diseños que pueden volverse bastante intrincados a medida que progresas. El remake no tiene contemplaciones, y no integra un sistema de ayudas adicional como sí se hizo con las versiones para Nintendo 3DS de los clásicos Ocarina of Time o Majora's Mask. Como mucho, Link's Awakening te permite consultar las estatuas de búho de cada mazmorra, pero no esperes que resuelvan todas tus preguntas… y además suelen darte pistas en forma de acertijo, a veces poco evidentes.

Me gustó el enfoque en su día, y hoy solamente echo de menos la frescura de superarlo todo por vez primera, ya que aquí también se ha mantenido todo tal cual. Aún así, 25 años pesan sobre la memoria de cualquiera, y creo que Nintendo ha jugado con ese comodín: el del inexorable paso del tiempo. Así, puedo certificar que completar los puzles es una brillante experiencia nostálgica, pero también un reto a la altura de la saga a la que representa, incluso en la actualidad (que ya es decir).

Y eso que el esquema es sencillo, puesto que es el más clásico: recorrer las mazmorras en busca de llaves que nos lleven a nuevas salas, hasta que demos por fin con la llave maestra que nos separa de los enfrentamientos con los jefes. Unos jefes finales que, por cierto, no son especialmente difíciles. Tampoco lo fueron en su día, no vamos a engañarnos. Por ello creo sinceramente que hubiese venido bien alguna modificación. Existen ligeros cambios en la pauta de comportamiento, pero nada lo suficientemente importante como para elevar el grado de desafío original. TLOZ: Link's Awakening es más difícil de superar por sus puzles que por sus enemigos, los cuales al final suponen poco más que un trámite.

Lo que sí funcionó en su día -y sigue haciéndolo- es la complejidad in crescendo de las mazmorras. La primera es de iniciación, pero los diseños se hacen cada vez más intrincados, con incluso varias alturas. La consecución de distintos objetos (los polvos mágicos, las bombas, el gancho...) amplían las posibilidades de interacción, dando lugar a una jugabilidad que escala en variedad a cada hora que pasa, así como en complejidad, debido a la introducción de cada vez más variables. Esta es una clave identitaria de Zelda, presente en todos sus juegos.

Por eso se agradece que Nintendo y Grezzo hayan integrado un sistema de marcadores para este remake. Podemos colocar hasta 30 iconos tanto en el mapeado del mundo como en el mapa de cada una de las mazmorras. ¿Es útil? Sí, especialmente en el último caso. Es muy habitual que olvides dónde estaba un determinado cofre, acceso o elemento clave, así que esta herramienta hace el juego un poco más llevadero.

Aún así, es un remake con pocos cambios, también en el combate, donde sólo podemos citar la introducción del parry para romper la defensa enemiga. No resulta, además, una dinámica central en la experiencia combativa, puesto que son al final muy pocos los enemigos que reaccionan a esta característica jugable. En líneas generales, el uso de la espada y el escudo están tal cual fueron representados en Game Boy, con la oportunidad de realizar el icónico ataque giratorio o levantar el escudo para repeler -y hasta devolver- lanzas, rayos y un considerable etcétera.

Se han mantenido los controles originales, pero existen importantes cambios que ayudan a mejorar la experiencia. El principal es que ya no tenemos que llevar equipadas las botas de Pegaso para correr o el escudo para levantarlo: ambas acciones están preasignadas a los botones L y R. Más botones, menos problemas. Algo parecido ocurre con el brazalete de poder, que una vez obtenido se comporta como habilidad pasiva. Aquellos que lleguéis nuevos ni os daréis cuenta de estos cambios, pero los veteranos verán en esto un auténtico alivio: en el juego original había que entrar cada dos por tres en el menú para cambiar de objeto.

¿Querías minijuegos?

Os he hablado de la exploración, de las mazmorras, de los puzles y de los combates, elementos centrales en cualquier juego de Zelda. Parece que no hay más, pero The Legend of Zelda: Link's Awakening fue el primer juego en la saga -junto a A Link to the Past- en introducir una considerable cantidad de minijuegos y tareas accesorias. En particular, este videojuego sirvió como punto de origen de algunas experiencias como la pesca.

El programador Kazuaki Morita, gran aficionado a esta actividad, fue el encargado de dar vida al minijuego de pesca, que en el caso del remake ha recibido un importante lavado de cara, aunque emulando el comportamiento original de los peces. Soberbio que un videojuego, recordemos que rehecho prácticamente desde cero, mantenga ciertos elementos de programación. Fijándome en estos pequeños detalles es cuando me doy cuenta de que Nintendo ha querido, por encima de todo, realizar una reconstrucción del clásico, recuperando la memoria perdida sobre Link's Awakening.

Algo similar he sentido con el minijuego de la máquina expendedora, aunque en este caso los cambios son más significativos. El principal es que se incorpora un sistema de físicas que propicia situaciones bastante divertidas, aunque a veces desquiciantes, como que se te escape el objeto justo cuando estaba a punto de ser tuyo. Además, al existir premios de distintos tamaños y formas, la incertidumbre se eleva. Algunos de estos premios se conservan con respecto al clásico de Game Boy: tenemos rupias, polvos mágicos, piezas de corazón… y muñecos de Nintendo, cuyo número se ha incrementado. De hecho, estos muñecos, todos del universo Super Mario, funcionan como coleccionables en este remake.

La tercera actividad que se ha recuperado es el minijuego de los rápidos, el cual consiste en aprovechar las corrientes sobre una balsa. Sigue siendo bastante divertido, y ahora viene en dos modalidades: contrarreloj, para batir el mejor tiempo, y coleccionista, si lo que quieres es centrarte en recoger el mayor número de ítems por el camino.

Aparte de los minijuegos, existen otros elementos que ayudan a incrementar la rejugabilidad del juego. Uno de los más importantes es la búsqueda de caracolas a lo largo y ancho de la isla. Originalmente eran veinte, pero con motivo de este remake el número se ha incrementado hasta las 50 caracolas. Las encontrarás enterradas, bajo el agua, en el interior de alguna mazmorra… y en los rincones más insospechados (lo aseguro). Tanto que se ha añadido un detector de caracolas para hacer la tarea más amena: aunque si eres un purista puedes desactivar esta ayuda cuando quieras.

La mecánica del trueque de objetos también regresa, y lo cierto es que no debería haberlo puesto en este apartado, puesto que no es un exactamente un aspecto de rejugabilidad, ¡aunque lo parezca! Es la magia de Link's Awakening, que metió este intercambio de objetos como algo que parecía opcional, pero que en realidad tenía la clave para superar el juego. No os digo mucho más para no estropear sorpresas; simplemente añado que la tarea de averiguar a quién pertenece cada objeto a veces no es tan evidente como parece… y tendréis que tirar de intuición o de guía. Por suerte para vosotros, las guías del juego original de Game Boy funcionan perfectamente. Sí, hasta en esto se han mantenido fieles al clásico.

Una isla con bastante rejugabilidad

Con todo lo dicho, podéis comprobar que Zelda: Link's Awakening no es una aventura menor, aunque sí bastante más reducida en tiempo que otros juegos de la saga. Dura en torno a 12-15 horas si vais rápidos, aunque completarlo al cien por cien puede irse fácilmente hasta las veinte horas. Para ello tendréis que hacer los minijuegos antes explicados, conseguir todas las piezas de corazón, encontrar las caracolas… No son pocas cosas, aunque también he de decir que me hubiese gustado algún extra.

Y no, no vale la mazmorra del color, ya presente en la versión DX del juego para Game Boy Color. Se trata de un nivel completamente opcional, pero que una vez superado otorga una importante ventaja en la aventura principal: un traje rojo (más poder) o un traje azul (más defensa). La mazmorra en sí no merece más atención, porque tampoco es brillante en cuanto a diseño. Sobre todo fue planteada como escaparate para mostrar las capacidades cromáticas de la portátil GBC de Nintendo.

El modo héroe sí que supone una novedad inédita, aunque no demasiado original, porque hoy en día ya lo incorporan muchas de las aventuras de Link: era algo bastante esperable. No obstante, está bien que se encuentre desbloqueado desde el principio de la aventura, sin necesidad de pasarnos el juego. Esto vendrá de perlas a los jugadores veteranos, ya que se sufre el doble de daño, sin corazones con los que rellenar el contenedor de vida. Buen añadido, pero no demasiado interesante a la larga.

Para encontrar una auténtica novedad, tenemos que irnos al creador de mazmorras, pero como veréis tampoco es el no va más… Consiste en una serie de retos que Dampé (lo conoceréis por Ocarina of Time) nos plantea a medida que le visitamos con nuevas piezas, las cuales también se desbloquean a medida que superamos mazmorras. Las tareas no están mal, pero no me han entusiasmado. Para que os hagáis una idea, he preferido dedicar tiempo a todas las actividades ya mencionadas antes que meterme a crear mazmorras con un editor que, dicho sea de paso, tampoco es que sea muy potente.

Las salas están predefinidas y lo único que podemos hacer es colocarlas en una cuadrícula de 10x10 casillas. Los retos propuestos por Dampé nos van guiando entre las distintas posibilidades existentes, como conectar habitaciones distantes o generar mazmorras de varias alturas. Hay bastantes voces que especulan con que esto podría ser una experimentación para hacer un videojuego al estilo Super Mario Maker (un Zelda Maker), aunque mi opinión ahora mismo es que necesitaría un buen empuje para hacerlo más llamativo.

Lo más importante al final es que Zelda: Link's Awakening para Nintendo Switch, más que experimentar, lo que hace es principalmente confiar en el diseño y planteamiento del juego original. En lo jugable todo el trabajo se ha volcado en recrear las sensaciones de antaño, que es por otra parte lo que debe hacer un remake, y en este caso de forma ejemplar. Para alguien que lo ha jugado, es como volver a estar en casa, sólo que más de 25 años después. Para un usuario nuevo, todo está pensado para que el camino sea satisfactorio, teniendo en cuenta la época en que vivimos. Simplemente magnífico.

Un remake de ensueño

El último pilar de este remake no es menos importante que el resto. El trabajo gráfico realizado es imponente, y creo que no hay mejor forma de definirla que mostraros el stand de Nintendo durante el pasado E3. Esa recreación del mundo del juego, con una estética plasticosa y en miniatura se refleja en el videojuego con una increíble precisión. Es como tener un mundo de juguete en movimiento, con animaciones simpáticas y que además encajan al cien por cien con el trasfondo narrativo de la aventura.

Recordemos: Link va a parar a una isla recóndita tras sufrir una tormenta en alta mar. Desconoce dónde está. Sólo sabe que tiene que hacer algo para salir de este misterioso lugar, donde las apariencias engañan. Ese fue el planteamiento original, y no se ha cambiado un ápice. Sorprende, más cuando sigue funcionando tan bien hoy en día. El propio Toshihiko Nakago (director de programación de A Link to the Past) sentenció que se trató del primer título de Zelda en incorporar un argumento que "se desarrollaba a lo largo de todo el juego".

Es cierto. El aura de misterio nos acompaña a medida que avanzamos, con una trama que se parecía a Twin Peaks: "Esa serie de TV giraba en torno a un número reducido de personajes en un pequeño pueblo", sentenció una vez Takashi Tezuka, director del juego original de Game Boy. Y en cierta manera nada ha cambiado. Ese efecto de desenfoque que nos acompaña en los bordes superior e inferior de la pantalla no es fortuito, sino premeditado. No hace más que enfatizar el aura de misticismo que rodea a una historia en que no faltan referencias al castillo de Hyrule, el bosque de los Kokiri o la montaña de la Muerte.

Tal vez esperaba alguna secuencia cinemática adicional, porque sólo tenemos la de introducción y la del final de la aventura. Aunque… ¿debería sorprenderme? Son las mismas secuencias que estaban en el juego original, sólo que mejoradas. Porque, repito, nada cambia: esa es la línea maestra del desarrollo, también en el plano gráfico: todos los enemigos ganan volumen y detalle en las animaciones, pero su comportamiento emula al de hace cerca de 25 años. Lo mismo que los escenarios. Cambia algún arbusto, alguna roca… y puede que alguna construcción, pero tienes que fijarte mucho para encontrar modificaciones estructurales.

Lo que no me recuerda tanto al clásico, y me alegro por ello, son los textos en español. Lo jugué en su día en inglés (no había otra) y recuerdo cómo se disparaba la dificultad por no entender algunos textos. Siempre con el diccionario español-inglés al lado de la Game Boy, me abría paso entre diálogos e indicaciones. Por eso, para mí, verlo todo en castellano ha sido una renovada experiencia, porque además me he dado cuenta de que la localización es de calidad, algo ya bastante habitual en los trabajos de Nintendo.

Pero siguiendo con cosas que rememoran el clásico de 1993, tenemos que hablar de la música y los efectos de sonido. Los espadazos, las bombas al explotar, el sonido cuando acabamos con los enemigos o cuando obtenemos uno de los triángulos de poder: todo está aquí de nuevo. Sin embargo, lo que más impacta del conjunto es la banda sonora orquestada, que recupera los temas originales. Tal vez la poca longitud de los temas (como en el juego original) es algo que termina por cargar un poco los oídos. Aún así, el talento es innegable. La mejor muestra es el magistral tema de la cordillera de Tal Tal, el cual sigue siendo tan bueno como en Game Boy, e incluso se permite la licencia de remezclar -con maestría- algunos de los acordes "ochobiteros" del original. Poneros los cascos y disfrutad; es magia.

Pasando a aspectos más técnicos, decir que el videojuego funciona con un rendimiento similar en modo portátil y televisor, con una tasa de imágenes por segundo que tiende a ser estable la mayor parte del tiempo. Hay pequeñas caídas esporádicas en el frame rate que probablemente Nintendo y Grezzo resuelvan a corto plazo, pero es un aspecto poco reseñable y que particularmente no me ha supuesto una grave molestia.

Más bien todo lo contrario. Ver Zelda: Link's Awakening en movimiento en Nintendo Switch es un regalo para los sentidos. Sus modelados son realmente bonitos y las animaciones encantadoras. Hay un trabajo de reconstrucción encomiable, y ya no sólo en lo gráfico, sino en lo musical y sobre todo en lo jugable. Recuperar las sensaciones de antaño con un juego reconstruido desde cero es una tarea asombrosa, pero Nintendo en colaboración con Grezzo nos han vuelto a demostrar su saber hacer en una obra ya no sólo de nostalgia, sino de memoria histórica. Tanto si lo conocíais como si no, jugadlo. Su calidad como juego está fuera de toda duda: fue mi primer Zelda y el que hizo que me interesara por la saga. Su calidad como remake, también. De hecho, para mí esto es como un sueño hecho realidad.