Stimme / 1 de octubre de 2018 Jugabilidad: Gráficos: Sonido: Innovación:

9 Magnífico

Broche de oro a una fantástica trilogía 
Shadow of the Tomb Raider supone la guinda del pastel del reboot de la más famosa aventurera de los videojuegos. 
Si bien Rise of the Tomb Raider me parece el mejor de la trilogía, este consigue estar a la altura. 
Visualmente es una maravilla, con paisajes y personajes perfectamente detallados,  así como paisajes vivos y llenos de detalles. La sensación de inmersión en la selva está muy conseguida, gracias también a un fantástico apartado sonoro que se disfruta al máximo con cascos y permite disfrutar de una total sensación de estar rodeados de una naturaleza muy viva.

La jugabilidad es exactamente  la misma que el anterior juego, pero con algunos añadidos, como la posibilidad de hacer rapel y así afrontar las zonas de plataformas de una forma distinta, sin que en general hay poca innovación en este sentido.
El combate se ha vuelto mucho más esporádico y táctico, haciendo del sigilo la forma más divertida de afrontar estas situaciones. 
En esta ocasión los puzzles y el plataformeo adquieren máximo protagonismo, haciendo de tumbas, criptas y exploración en general uno de sus mayores atractivos, aunque de nuevo se echa un poco de menos mayor dificultad en los puzzles.
Han querido darle un toque de personalización al dotar a Lara de distintos atuendos que conseguimos a lo largo del juego y que ofrecen  ventajas sobre el combate, la recolección, caza etc, aunque se queda en una pincelada, sin llegar a profundizar mucho.

Una de las apuestas que se han ofrecido en este juego es que ya no estamos de paso, como en otras entregas, sino que nos integramos entre los nativos e interaccionamos creando lazos y haciendo la historia más personal , añadiendo además misiones secundarias. Y por supuesto entraremos en contacto con la cara oculta y sobrenatural que esconden estos remotos lugares. 

Shadow of the Tomb Raider muestra la imagen más humana y visceral de Lara Croft, una aventura que pone a prueba sus emociones llevándola al extremo, un duro camino de autoaceptación y valoración de la vida