El gran diluvio es la última producción surcoreana en llegar a la plataforma, y como tantas otras da bastante de lo que hablar aunque sea muy lenta
Ver una película o serie coreana de ciencia ficción o distopía en Netflix —o cualquier propuesta que se le asemeje— es garantía de que no te quedarás indiferente. Me pasó con Mar de la Tranquilidad, con Parasyte: Los grises y, por supuesto, con El juego del calamar y sus exitosas temporadas. Todas ellas han permitido al servicio de streaming consolidar un catálogo de premisas y desarrollos tan rocambolescos que siempre que puedo las recomiendo. Sin embargo, con la última producción de la plataforma tengo un problema: pone demasiado a prueba nuestra paciencia y no es para todo el mundo.
Bajo el muy apropiado título de El gran diluvio (Daehongsu en versión original), este estreno de exactamente 106 minutos de metraje comienza como una historia de catástrofes apocalípticas convencional y un tanto sugerente. Por algún motivo que desconocemos, han empezado a inundarse los primeros pisos de un edificio de 30 plantas y el agua no parece que vaya a detenerse ahí. Afuera llueve como si Noé hubiese construido ya su arca; mientras tanto, la protagonista —una madre con un niño muy dependiente de su cariño— es instada por teléfono a salir de inmediato y subir escaleras si quiere sobrevivir, teniendo que superar toda clase de obstáculos por el camino. Suena intenso, ¿verdad? Lo es. Aunque el pequeño resulta agotador y visualmente admite mejoría, no está mal.
A la media hora empieza otra película
La cuestión es que esa es solo la idea detrás de la primera media hora. Al llegar a cierto punto, lo que estaba siendo solo un thriller de supervivencia extrema se convierte en una cinta de ciencia ficción 'hardcore' con bucles temporales y conceptos tan en boga hoy como la inteligencia artificial o el transhumanismo. El resultado parece querer dejar un pozo sentimental similar a Interstellar, salvando las distancias, o mejor aún, Constelación de Apple TV. En definitiva, y de manera resumia, una historia profunda sobre el futuro de la humanidad donde el amor materno es la única constante en un laberinto de realidades alteradas.
Normalmente, mis reseñas no van más allá del tráiler o la sinopsis oficial. En este caso, la premisa nos presenta a An-na, una investigadora que debe salvar a su hijo mientras lidia con un aliado de intenciones dudosas. Sin embargo, creo que esta sería demasiado simplificación para la magnitud de la obra, así que pido permiso para 'destripar' un poco la trama y entrar en materia. Prometo que no será mucho.
Aviso de spoilers: a continuación hablo de la segunda parte del largometraje y la verdadera razón de su existencia. Quizás no quieras seguir leyendo.
Como os contaba, tras esa primera media hora de caos, saqueos y supervivencia extrema con la protagonista intentando alcanzar la azotea, el bucle se reinicia. Al poco rato nos damos cuenta de que no estamos en Atrapados en el tiempo (El día de la marmota), sino dentro de una simulación digital diseñada para perfeccionar un 'Motor de Emociones' basado en la conciencia de la An-na real, quien murió durante el acontecimiento que inicia la trama. Se nos explica que este es un entorno virtual con miles de iteraciones repetidas para aprender a ser humano, concretamente a ser madre. Por lo tanto, todo es una recreación que se reitera una y otra vez hasta que An-na cumple una serie de objetivos marcados.
Por supuesto, todo es más complejo de lo que expongo, pero tampoco quiero destrozaros totalmente la cinta ni evitar que disfrutéis de sus giros, que pueden resultar interesantes si consigues pasar por alto su peaje. El gran diluvio no es precisamente una película fácil; es una obra de ciencia ficción cerebral que se vuelve narrativamente confusa y algo tediosa conforme avanza el visionado, con esos toques filosóficos complejos y un melodrama familiar difícil de digerir.
Resulta todo muy enrevesado y creo que muchos sentiréis la necesidad de que os expliquen el final una vez la completéis, aunque esto puede ser solo un problema mío que no tiene por qué replicarse en vuestra experiencia. Ahora bien, todo esto es también el motivo por el que deberíais verla. El gran diluvio no es una película más de Netflix. Es una apuesta muy valiente que vuelve a demostrar que Corea del Sur sabe hacer buen cine y buena televisión. Dadle una oportunidad.
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