El mayor cambio simbólico de Zelda: Tears of The Kingdom es mantener únicamente 8 notas musicales

El mayor cambio simbólico de Zelda: Tears of The Kingdom es mantener únicamente 8 notas musicales

Poca gente ha dejado su sello en los videojuegos como el músico Koji Kondo, y el último Zelda lo ha aprovechado para reforzar su propio mensaje

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Zelda Tears of the Kingdom

Con mi partida a The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom ya terminada desde hace semanas, lo cierto es que es de esos juegos en los que nunca vas a dejar de pensar. A pesar de ser una secuela de un juego ya revolucionario, cosas como el poder de la Infiltración o las posibilidades de la construcción son una vuelta de tuerca alucinante si analizas el diseño del exclusivo de Nintendo Switch.

Cada hora dedicada a Tears me seguía atrapando, cada santuario, cada combate y cada misión secundaria. No tenía la sensación de que me faltaba nada, al menos no hasta que se produjo algo muy importante en el tramo final del juego. Trataré de hablar sin spoilers, pero si alguien es muy susceptible a ellos y aún no ha completado la última aventura de Link, que tenga cuidado a partir de este párrafo.

La banda sonora de Tears of the Kingdom avisó de que iba muy en serio con ese último tráiler de cerca de cuatro minutos de duración. Los coros y los instrumentos de viento se alían para llevar a cabo un deleite para los oídos, buscando generar una sensación de emoción en el espectador y fan a la espera del juego similar a aquel legendario tráiler de Skyrim con la canción del Dovahkiin.

Sin embargo, después de decenas y decenas de horas, justo cuando afrontaba la recta final de la historia principal de Tears of the Kingdom fue el propio juego el que me recordó algo: las notas del legendario tema principal de The Legend of Zelda de Koji Kondo. ¿Por qué? Porque el nuevo juego de Link se espera al tramo final para soltar sólo ocho notas, posiblemente las ocho notas más conocidas de las bandas sonoras de los videojuegos.

Ocho notas para un par de instantes que te rompen

Si, Fa, Fa, Si, Si, Do, Re, Mi; dos negras, dos corcheas y cuatro semicorcheas que quizás no relacionaríamos con la banda sonora de Zelda si no recordamos nuestros estudios de música del colegio, pero que no resiste la prueba del algodón que es la escucha. Pues bien, esas ocho notas son toda la concesión que hace Tears of the Kingdom al pasado de la saga, y sólo aparecen en tres momentos contados de cara al final del juego.

En la canción Saving Zelda aparecen estas ocho notas a partir del minuto 1:35. No hace falta más, porque con eso basta para acabar de romperte. La música te pilla a contrapié en un momento emotivo, con un bagaje de horas y horas invertidas en una aventura épica. Yo no lo niego, ahí se me escapó una lagrimita.

Decía Steven Spielberg que sin John Williams, autor de muchas de las grandes bandas sonoras del cine, no tendríamos bicicletas voladoras en ET, magia en Hogwarts, Fuerza en Star Wars o Dinosaurios en Parque Jurásico. La música es esencial también en los videojuegos y Zelda: Tears of the Kingdom la usa para dialogar con el jugador, para reforzar la esencia de esta entrega tan diferente y para golpearte en el momento justo cuando las lágrimas están a punto de brotar.

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