Siempre solemos atar la creatividad a algo casi místico. Una fuerza de la naturaleza que de repente llega hasta tu cerebro dándote las claves de algo que parecía irresoluble, o te había mantenido en vilo durante días a la espera de esa chispa adecuada capaz de darle la vuelta a la situación. Pero cuando la ciencia entra por la puerta, el misticismo salta por la ventana. El sueño de Kekulé es la prueba más sólida a la que nos hemos enfrentado.
Lo ocurrido al químico August Kekulé en el año 1865 se convirtió no sólo en una revolución dentro del mundo de la química. Lo descubierto, casi como por arte de magia, también fue el detonante de un intenso debate que se ha mantenido a lo largo de los años y que nos invita a detenernos y pensar fríamente en qué narices es la inspiración.
El sueño de Kekulé que revolucionó la química moderna
Situado en una época en la que creíamos que las estructuras moleculares se organizaban en cadenas, la química de por aquel entonces se chocaba contra un muro al intentar descubrir la estructura del benceno valiéndose de lo que sabían sobre otras moléculas de carbono. El problema era que estaban realizando las preguntas equivocadas.
Kekulé contaba que una noche, mientras dormía, soñó con una serpiente que se mordía la cola. El clásico uroboro que hemos visto representado en infinidad de culturas. Al despertarse se detuvo a pensar hasta qué punto su cerebro le estaba marcando el camino para resolver el misterio, y tras estudiar la posibilidad, descubrió que la estructura del benceno no era una cadena sino un anillo simétrico.
Como podréis imaginar aquello fue toda una revolución y supuso la base para la química moderna, así que por el impacto generado se empezó hablar de cómo el sueño de Kekulé había sido la clave para resolver el misterio. De la importancia de aquella serpiente en el descubrimiento de algo que había permanecido oculto a ojos expertos durante todos aquellos años.
Un aura de misticismo que, para ser despejada, para abandonar esa supuesta inspiración mágica de unas musas susurrándote al oído la respuesta correcta, y centrarnos en lo que realmente fue un descubrimiento capaz de revolucionar la química del siglo XIX, nos pide volver a buscar la pregunta adecuada.
La ciencia detrás de la creatividad
Si yo no te hubiese hablado de esta mítica historia del mundo de la química, y esta noche soñaras con una serpiente mordiéndose la cola, ¿te despertarías pensando en la estructura de la molécula del benceno? Como ya habrás dado por hecho por lo pejiguero de mi pregunta, en realidad aquello está más cerca de ser una bonita casualidad que una explicación con cara y ojos.
Investigaciones posteriores analizaron hasta qué punto Kekulé ya se había planteado aquella conclusión incluso antes de tener su particular sueño, con documentos que demuestran que el germen de esa creatividad era el haber trabajado en ese enfoque aunque fuese de forma indirecta e inconsciente.
Lo que dice la ciencia sobre la creatividad va en esa línea, intentando explicar que detrás de esas ideas que parecen caídas del cielo simplemente hay la posibilidad de relacionar aspectos y conceptos que pueden resultar relevantes para nosotros. Hay una lógica detrás de lo que descubrimos que se apoya en variables como la formación, el contexto histórico y la propia subjetividad.
Dicho de otro modo, tanto esa inspiración divina como la explicación que le demos a nuestros sueños está marcada en gran medida por todas esas experiencias previas que, a base de darnos de bruces con la realidad de la vida, o dedicar nuestros estudios y obsesiones a ciertos aspectos en concreto, conseguimos atar de una forma tan sorprendente como terrenal. Por alucinante que pueda llegar a parecer, sigue siendo poco más que una bonita casualidad.
Imagen | Jackhartley1773 en Midjourney
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