Entre los libros de Heródoto de la Antigua Grecia hay detalles fascinantes, pero uno de los que había traído de cabeza al mundo de la antropología es el de los llamados escitas, un pueblo que dominaba gran parte de lo que hoy conocemos como Ucrania, Rusia y Asia central, y estaban considerados grandes luchadores que dominaban los caballos, el tiro con arco, y tenían el particular vicio de alimentarse de sangre de sus enemigos y vestir con cuero hecho de piel humana.
Aunque ahora mismo puede que no te suene demasiado el nombre de Herótodo, está considerado como el primer historiador occidental de la historia. La primera persona que dedicó su vida a recorrer el mundo y escribir sobre lo que vivía en sus viajes, dando a conocer entre las gentes de la Antigua Grecia tanto la geografía del mundo como los hechos y pueblos que estudiaba. A los escitas les dedico un libro entero.
Al ser una tribu principalmente nómada, sin grandes construcciones o estructuras, el legado de los escitas ha sido, por lo general, un desafío bastante esquivo para los historiadores. Si bien es cierto que hay muchas investigaciones sobre ellos gracias a escritores como Heródoto, nos quedamos en detalles como cómo vivían, si se relacionaban con otros pueblos, y hasta qué punto fueron un elemento crucial en las primeras rutas de la seda, pero lo de la sangre y las pieles humanas era un tema que aún estaba por contrastar.
Los escitas sí hacían cuero de piel humana
Recientemente, en una excavación en 14 sitios funerarios escitas situados en el sur de Ucrania, investigadores de la Universidad de Copenhague pudieron constatar que lo de las pieles humanas no sólo no era una leyenda, sino que además era algo que portaban con orgullo como trofeo.
Durante la excavación no dieron con las toallas de piel humana con la que se limpiaban las manchas de cada batalla que según Heródoto llevaban agarradas al cinturón y servían como una muestra de estatus social, pero sí con varios carcaj que, en su gran mayoría, estaban hechos a base de coser pieles de animales, pero que coronando la parte más alta contaban con muestras de piel humana.
El descubrimiento es el doble de curioso no sólo porque da más pistas del uso que le daba a todo tipo de pieles este pueblo, sino también por la forma en la que se terminó descubriendo que algunas porciones de cuero procedían de piel humana. Frente a la imposibilidad de realizar un test de ADN a muestras tan antiguas y castigadas por el paso del tiempo, lo que hicieron fue revisar las proteínas que aún se encontraban presentes en la piel para deducir su origen.
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